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Video | Así es la clínica donde ricos y pobres reciben la misma atención. Juan Diego Alvira la visitó
La reforma a la salud le echó leña al fuego de la polarización en Colombia. Juan Diego Alvira quiso comprobar, desde todos los ángulos, si hay demasiada diferencia entre ricos y pobres y visitó una clínica en Bogotá donde son atendidos por igual. Esta es su crónica.
En medio de este trabajo periodístico, decidí visitar una de las mejores clínicas privadas de este país: la famosa clínica Santa Fe. Juro por Dios que nunca había entrado. Con franqueza, quedé abrumado con la primera impresión. Desde la portería hasta los grandes y modernos espacios de las salas de espera son ‘descrestantes’. La infraestructura y atención que todos los colombianos nos merecemos, pienso.
¿Será que aquí solo pueden entrar pacientes con dinero? ¿Con medicina prepagada? Lo que encontré realmente, querido lector, lo va a sorprender. No podía creer cuando el director de la clínica, el doctor Henry Gallardo, me dijo esto: “entre el 20 y el 25 % normalmente vienen de la seguridad social, y ese es como un estándar permanente. A veces llega al 40 %. (...) Aquí todos reciben el mismo nivel de atención”.
Quise comprobarlo. Entré a la sala de neonatos y me encontré con esta electrizante historia. Se trata de Jenny Marcela Díaz Duarte, una joven madre de 23 años, de Mosquera, Cundinamarca, desempleada y abandonada por su marido por una cruel razón: la malformación de su bebé en el diminuto abdomen.
“Desde que él supo que ella venía con eso como desde los 5 meses, se fue. No sé si le dio pena con lo que venía su hija”. Aunque inicialmente intentaron atenderla en el hospital de su pueblo, tuvo que recibir atención más especializada. “No había máquinas ni especialistas para todo lo que ella necesitaba y me la remitieron gracias a Dios acá, me dieron la oportunidad”, me cuenta mientras se le dibuja en el rostro un gesto poderoso de esperanza y alegría.
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No importa que sean de cuna de oro o de paja. Allí hay nueve chiquitines prematuros que reciben la mejor de todas las atenciones. Naturalmente, no quiero decir que no suceda igual en un hospital público. Pero siendo honestos, aquí todos, absolutamente todos los detalles están milimétricamente diseñados y pensados.
Hay una sala de quemados donde me encontré a una madre de Villavicencio, del régimen subsidiado, y ella contó que después de que fue remitida a Bogotá quedó “feliz y contenta con el servicio de la clínica”. Sobre el sistema de salud del país considera que el servicio entre ricos y pobres es igual, pero sí es diferente la atención dependiendo de la clínica o el hospital donde se reciba.
Preste atención a este dato: en esta clínica, nueve de cada diez personas trasplantadas son del Sisbén o están afiliadas a alguna EPS. Charlé con Osman Andrade, un paciente que a través de su EPS recibió un transplante de hígado hace 11 meses por una cirrosis.
Profundamente agradecido por la atención que ha venido recibiendo, opinó sobre la idea de cambiar el sistema de salud en nuestro país. “Estamos acostumbrados a desarmar lo que ha servido por rencores personales o políticos. El sistema, por lo menos para mí, ha sido vital”.
Ojalá el servicio de salud que reciben los colombianos fuera como el de esta clínica. Que sin importar si el paciente es rico o pobre, si vive lejos o cerca, pueda sentirse a gusto con la atención que recibe. Para eso, estoy convencido de que lo más saludable es mejorar lo que tenemos, sin dar saltos al vacío.
La visita a un hospital público
Llegué hasta un hospital público de Bogotá en medio del eterno debate entre ricos y pobres, que hoy está más alborotado que nunca en las calles del país. Bajo el brazo llevo una copia del mamotreto de la polémica reforma a la salud que el presidente Gustavo Petro ya entregó al Congreso.
Antes de entrar a toda prisa por la puerta de la sala de urgencias, una señora se voltea y dispara a quemarropa una ráfaga de críticas contra el servicio: “Mire, vengo para urgencias. Si quieren me atienden y si quieren no me atienden. Está sucediendo en Ibagué, en todas partes. La situación es difícil para el colombiano en este momento”, dice de forma enérgica.
Enseguida me suelta una frase un tanto desconcertante: “Ahora, que nos van a quitar las EPS, imagínese. Yo soy de Capital Salud”. ¿A usted como le ha ido con su EPS? Le pregunto: “Pues casi no la utilizo y cuando vengo, vengo es de urgencias”.
Al entrar al hospital de mediana complejidad, ubicado en el norte de la ciudad, me encuentro con un gran salón donde están sentadas varias mujeres a la espera de que llegue su turno para ser atendidas. Me siento allí, intuyo las respuestas, pero les pongo esta inquietud en la mitad: ¿creen ustedes que nuestro sistema de salud es igual para ricos y pobres?
La lengua de una mujer sentada allí se vuelve una metralleta: “Claro que no. Los ricos tienen su medicina prepagada y pueden pagar los mejores especialistas, las mejores atenciones. El pobre tiene que someterse a las filas, para ver si nos asignan un cupo de una cita médica. Llevo tres meses tratando de acceder a una cita odontológica”. Otra señora que está cerca agrega: “Si usted no tiene plata, se jodió, hermano. Si usted no tiene plata, se jode”.
Son en su mayoría mujeres que están en el régimen subsidiado de salud. Han llegado hasta allí en busca de cura para diferentes males. Unos más graves que otros. ‘María’ perdió la visión, rodó por unas escaleras y anda en muletas, desesperada por un dolor de rodilla, pero nada que logra ser atendida por un ortopedista. “Recién empezó la pandemia me rodé por unas escaleras y esta es la hora que no he podido conseguir la cita y no es justo que tengamos que hacer demasiada fila para conseguir cualquier cita”, afirma con angustia.
Otra mujer que más adelante me encuentro caminando por un corredor me aborda para decirme: “Usted es periodista, ¿verdad? Mire, a mí la verdad me gusta este hospital. Estuve enferma de una afección respiratoria y aquí me sanaron. Pero ahora tengo otro problema. He pedido cita, y cita, y cita, y que no hay, no hay, no hay, para los ojos. Yo ya me estoy quedando ciega, porque yo tengo glaucoma, y hace como un año estoy pidiendo eso y que no, que no hay”. ¿Será que alguien aquí habrá leído algo de la bendita reforma? Me pregunto. “Yo no he leído nada”, me responde una señora que sale de la sala de rayos X.
¿El sistema de salud en Colombia igual al de Cuba?
Como si hubiera lanzado una piedra al avispero, la vicepresidenta Francia Márquez aseguró durante una visita reciente a Cuba: “Nosotros estamos proponiendo una reforma a la salud donde la salud vuelva a ser administrada por el Estado. Es quitarle el negocio a la élite. Volvieron la salud como una mercancía, no un derecho fundamental. La salud preventiva que es su eje central aquí en Cuba es parte de lo que queremos hacer en Colombia”, dijo.
Las marchas de esta semana en las calles, tanto de gobiernistas como de opositores, no escaparon del bombardeo implacable en las redes sociales. En esa avalancha de mensajes, algunos ciertos, otros no, se comparó el proyecto de ley de Petro con el sistema de salud de Cuba. Se hizo viral un trino con fotografías de pacientes amontonados y en condiciones precarias en un supuesto centro médico de la isla caribeña.
¿Qué tan buena es la salud en Cuba?
Contacté a un médico de un policlínico de La Habana por WhatsApp y sus respuestas me dejaron más dudas que certezas. ¿Es Cuba una potencia mundial en medicina?
“Como manera de atender el paciente, de ser responsable en cuanto a su salud, en darle una mejor atención médica, en estar preparado como médico, con conocimiento, creo que sí somos potencia médica. Ahora, en nivel de recursos, no estamos muy bien preparados a la hora de dar una buena salud. No tenemos un tac disponible, o no tenemos un equipo de ultrasonido de mejor calidad, o no tenemos cualquier recurso”, afirma.
No es un secreto que en la isla la educación es gratuita. Pero también da enorme tristeza que un médico en esa isla no quiera trabajar de médico. No porque no le guste, ni ame su profesión, sino porque allí la medicina no da suficiente dinero para sobrevivir. Es puro amor a la vocación de servir y al arte.
“Un médico en Cuba actualmente lo que gana son, en promedio, entre 5 mil y 7 mil pesos”. ¿Eso en dólares cuánto es?, le pregunté. “Eso por el mercado negro, aproximadamente 30 o 32 dólares mensuales”. Eso al cambio de nuestra moneda colombiana no supera los 140 mil pesos. “El salario es muy injusto. Por eso los médicos piden la baja y se ponen a trabajar en una cafetería o en un bar, o incluso se van del país”, añadió.