50 años del Museo de Bogotá
El nuevo Museo de Bogotá: más que un repositorio de historias
Después de catorce años de haber permanecido guardada, la colección del Museo de Bogotá tendrá por fin una sede permanente desde donde busca articularse para la construcción de nuevas narrativas que nutran la historia de la ciudad.
Hace cincuenta años se concibió la idea de lo que hoy se conoce como el Museo de Bogotá. Sin embargo, como lo dice explica el Director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), Mauricio Uribe, diferentes avatares de la historia hicieron que desde 1995 la colección quedará guardada. A pesar de que, desde 2016, la Casa Sámano ha fungido como sede para las exposiciones temporales del museo pudieran hacerse, no existía una sede permanente para que los artículos que la componen la colección permanente pudieran entrar en diálogo con la sociedad como entes patrimoniales, culturales e históricos. Pero con la adecuación que se ha hecho desde 2016 a la la Casa de los Siete Balcones, ubicada en la Calle 10 N° 3-61, a partir de este 7 de junio el Museo de Bogotá finalmente tiene un hogar fijo.
Como extensión a las nueve salas temáticas de su nueva sede —con temas que van desde el lugar de la mujer en la sociedad, la llegada del metal como material de construcción para el paisaje urbano, el pasado indígena y colonial, el agua, el cine— el museo ofrecerá una programación cultural en torno a la colección permanente que contará con charlas, proyecciones, talleres, conferencias, recorridos y visitas comentadas.
ARCADIA tuvo la oportunidad de visitar el nuevo Museo de Bogotá antes de su apertura y de dialogar con los encargados del proyecto sobre la propuesta que trae este nuevo espacio.
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50 años
Edición no. 20.130 del 12 de junio de 1969 del periódico El Tiempo donde se anuncia la innauguración del Museo de Desarrollo Urbano de Bogotá.
La historia de lo que hoy se conoce como el Museo de Bogotá inició el 11 de julio de 1969, cuando el entonces alcalde de Bogotá, Virgilio Barco Vargas, creó el Museo de Desarrollo Urbano como parte de un proyecto denominado ‘Plan de divulgación cultural para la ciudad’. En esta concepción inicial del proyecto, el museo presentaba a la ciudad únicamente desde la materialidad física de sus calles, espacios públicos, edificios y parques. Desde 1995, la colección ha estado guardada y no había encontrado un espacio óptimo.
Tras un proceso de reestructuración que culminó en 2003, la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte decidió reubicar el museo en una sede temporal situada en el Planetario Distrital y posteriormente adelantar procesos para encontrar una sede adecuada. Ese mismo año, el Museo de Bogotá adoptó su nombre actual y se optó por dar un nuevo aire al alcance de la institución. En palabras de Mauricio Uribe: “Pasar del Museo de Desarrollo Urbano al Museo de Bogotá amplía el espectro de lo que son los patrimonios de la ciudad”. De ahí que, bajo el nuevo enfoque del museo, la ciudad fuera revalorada como ente social social, multicultural, diverso, rico en historias y patrimonios de todo tipo.
Para 2016, el IDPC inició un proceso de renovación en 2016 con el objetivo de abrir un espacio que coincidiera con esta visión. Finalmente, tres años después, con los procesos de adecuación terminados, las salas del Museo de Bogotáestán listas para recibir al público en su fecha de apertura: el 7 de junio.
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La Casa de los Siete Balcones: sede de un nuevo museo
A pesar de que el proyecto ya contaba con la Casa Sámano -que desde el año 2016 ha presentado 36 exposiciones temporales- como espacio de exposición, este estaba dedicado exclusivamente a la rotación de exposiciones temporales. Por eso, la gran cantidad de artefactos y documentos que componen la colección del Museo de Bogotá no habían podido ser articuladas en un espacio pedagógico y de interés patrimonial.
Sus muchas salas y rincones, ahora cobrarán un nuevo propósito como contenedor y espacio para el diálogo de los objetos exhibidos y las historias que ahora se contarán en el museo. | Foto: Cortesía Museo de Bogotá / Carlos Lema
Para suplir esta necesidad, el IDPC tomó en sus manos la recién remodelada Casa de los Siete Balcones y empezó la consolidación de un espacio que pudiera corresponder a una visión más amplia de la función de un espacio como este.
El hecho de que el Museo se ubique ahora en una construcción existente y cuya funcionalidad era residencial, no solo fue un reto de adaptación a los espacios de exposición , sino también una posibilidad de volver a la casa un importante insumo y registro histórico de los cambios que ha vivido la ciudad —desde que se construyó en tiempos coloniales, pasando por la época republicana y llegando hasta la actualidad— como extensión de lo que se puede aprender en el museo.
Sus muchas salas y rincones, ahora cobrarán un nuevo propósito como contenedor y espacio para el diálogo de los objetos y las historias que exhibirá. Entre sus paredes hay todo tipo de secretos que empiezan a desvelarse gracias al trabajo de adecuación que ha respetado varios de los espacios y paredes que denotan la historia que ha transcurrido en la casa desde su zaguán, pasando por el patio principal que será el espacio abierto para el café que se instaló en el museo, hasta sus huertas con maíz, lechuga y plantas aromáticas que, con asesoría del Jardín Botánico, buscan representar a las plantas como entes que han incidido socialmente en el desarrollo histórico de la ciudad.
Pero más allá de los espacios contenidos en la Casa, su ubicación sobre la calle décima en el centro de la ciudad la vuelve un importante eje para la pedagogía y el descubrimiento de aquellos espacios patrimoniales de la ciudad, así como de la vida que aún se vive en las calles y que sigue cimentando más capas de la historia de la capital. Por eso, Uribe resalta la posibilidad de visitar el museo, conocer la historia de la ciudad gracias a todo lo que la rodea: “La calle décima también es parte del museo. Es la calle patrimonial de Bogotá. Desde arriba el Barrio Egipto, pasando por las dos sedes del museo de Bogotá, el museo militar, el Instituto Caro y Cuervo, la Cancillería, el Museo colonial, la Iglesia de San Ignacio hasta el San Carlos y la llegada a la Plaza de Bolívar (…) lo rico es que uno sale del museo y puede encontrar todo esto tan cerca”.
Sobre la disposición de las salas y el propósito que tienen, Ángela Santamaría, directora del museo, explica: “Las salas son autocontenidas. No esperamos que la gente venga y en un solo recorrido pase por todos los temas, sino que la idea es que se concentren en solo una. Va a haber temas transversales que se expresaran en cada sala: no es que vengas y tengas una sola narración y andes a pies juntillas únicamente con esa historia que me estás contando. Esto para que empecemos a establecer conexiones. La idea de un museo es que sea una máquina de pensamiento, que surjan inquietudes, preguntas, que se genere un espacio de diálogo y no solo un discurso que se repite y se repite. Hay una diferencia cuando visitas un museo y te dan todas las ‘verdades‘, a cuando vas a otro que te produce preguntas”.
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Una nueva concepción del museo: más allá del rescate de una colección
Elementos como el famoso tranvía de mulas y la urna centenaria son parte de las piezas que han hecho parte de la colección desde 1969. Y a esto se han sumado los nuevos artefactos y documentos que a través de los años se han sumado. Pero más allá de querer buscar un repositorio que ponga en exhibición los objetos de la colección, el ejercicio y el propósito del Museo es el de invitar a recontextualizar estos objetos y crear nuevas narrativas para replantear, conocer y evaluar la historia de la capital. En palabras de Uribe: “No nos limitamos a sacar la colección que estaba guardada. Se trata de proponer nuevas formas de contar a la ciudad”.
“No nos limitamos a sacar la colección que estaba guardada. Se trata de proponer nuevas formas de contar a la ciudad”. Mauticio Uribe | Foto: Cortesía Museo de Bogotá / Carlos Lema
De ahí que, a partir de los ejes temáticos y las decisiones de curaduría y museografía que se plantea el museo, se hayan formado alianzas con otras instituciones. Ya que, como lo menciona García Sierra: “Hay muchas cosas que para poder contar lo que queríamos contar tuvimos que pedirlas a otras instituciones". Así, este nuevo espacio también se puede considerar un punto de convergencia de las nuevas historias que pueden salir a la luz más allá de las piezas que pertenecen al archivo del museo. Es por esto que es posible encontrar piezas que antes no habrían sido expuestas —un gran ejemplo son las piezas de tiempos prehistóricos que se exhibe gracias a la alianza con el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional— que, en este nuevo contexto, abren horizontes a de interpretación sobre lo que significan en la historia capitalina. Como lo explica Ángela Santamaría: “El Museo también sirve como escenario para llamar a otras colecciones e invitarlas participar de los temas”.
Una de las iniciativas más interesantes es que el museo también busca convertirse en un generador de nuevas historias en la ciudad. Hay espacios dedicados a recopilar las experiencias que los visitantes quieran compartir sobre sus experiencias y seguir nutriendo la vida del museo. Más allá de buscar contar una historia de Bogotá, el museo propone escaparse de la falacia de que se trata de una entidad ahistórica, sino que se trata, más bien, de un espacio donde se puede revaluar no solo el pasado sino el presente y el futuro.
A pesar de que se aproxima el cambio de administración en la Alcaldía, en este momento, para cumplir lo que se propone, el Museo de Bogotá queda en manos de su directora y de los equipos de museologia, museografia, diseño, curaduría, conservación y de exposiciones temporales.
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