Humboldt, 250 años
¿Vivimos en el 'Capitaloceno'?
El concepto de 'Antropoceno' recalca el papel del ser humano en la transformación del mundo biofísico y el origen de los problemas ambientales globales. Sin embargo, en el caso latinoamericano, el concepto parece ser limitado, al ignorar el papel central de las relaciones de poder y las desigualdades sociales.
Este contenido forma parte de nuestro especial de celebración de los 250 años del natalicio de Alexander von Humboldt en alianza con el Goethe-Institut. Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Humboldt.
Los actuales discursos sobre el llamado ‘Antropoceno‘ subrayan el papel que desempeñan los seres humanos en la transformación histórica del mundo biofísico y la crisis ambiental global, generando así una nueva era geológica. Sobre el inicio de esta era existen varios debates: ¿se inició con la aparición de los humanos sobre el planeta, la conquista de América desde el siglo XV, la industrialización del siglo XIX o a mediados del siglo XX?
La noción misma de Antropoceno ha provocado discusiones en torno a los problemas ambientales a escala global. Como resultado, ha ocurrido un giro en las humanidades y las ciencias sociales, así como un replanteamiento de sus fundamentos conceptuales, metodológicos y políticos: la naturaleza se ha vuelto parte de los análisis históricos y sociales. Aquel giro permite una incidencia directa del conocimiento académico en los ámbitos de toma de decisiones globales, nacionales y locales relacionados con los problemas ambientales actuales y los consecuentes conflictos socioambientales relacionados con el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y extractivismos relacionados con el consumo capitalista.
En Latinoamérica, el debate sobre el Antropoceno no se desarrolla del mismo modo que en Europa o los Estados Unidos. Esto puede explicarse parcialmente por el hecho de que la noción de Antropoceno se centra en problemas globales que requieren respuestas globales a expensas de las historias locales de desposesión territorial y ambiental. De hecho, la noción de Antropoceno podría ignorar las relaciones de poder y el carácter específico de las desigualdades sociales y las transformaciones ambientales en el contexto latinoamericano. Además, la narrativa del Antropoceno a menudo ignora otras perspectivas culturales y sistemas de conocimientos. Estos sistemas y perspectivas se sustentan en relaciones diversas entre humanos y no-humanos, en contextos históricos particulares. En Latinoamérica es necesario considerar el análisis de los procesos de extracción desde el período colonial hasta el siglo XXI, los cuales han exacerbado las desigualdades socioambientales. Tales procesos responden a una dinámica económica particular, a saber, la lógica del capitalismo, la cual ha generado transformaciones globales-locales.
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¿CAPITALOCENO O ANTROPOCENO?
Por ello se debe abrir un debate sobre las implicaciones de los conceptos de ‘Capitaloceno‘ y ‘Antropoceno‘. Capitaloceno surge como una crítica de la noción de Antropoceno, al considerar que la acción humana siempre está atravesada por relaciones políticas y económicas de poder y desigualdades en el contexto del capitalismo global. Por lo tanto, Capitaloceno resalta cómo valoraciones económicas capitalistas de apropiación de naturalezas y territorios, y no solo las acciones humanas directas, son causa de las transformaciones ambientales.
Y no obstante, existen también diferentes aproximaciones al concepto de Antropoceno desde Latinoamérica. Algunas perspectivas consideran que Antropoceno permite hacer un diagnóstico crítico de los efectos del desarrollo y el capitalismo. Otros lo ven como una oportunidad política de repensar las relaciones sociales a fin de construir nuevas relaciones con lo ambiental. En particular, el manifiesto Antropoceno en Chile. Hacia un nuevo pacto de convivencia, firmado en 2018 por acádémicos y activistas chilenos y de otros lugares del mundo, ofrece propuestas críticas para repensar los contextos sociales, políticos y ambientales hacia una nueva constitución para el planeta. Ésta implica un “Pacto de convivencia” basado en diferentes principios. Es una propuesta de vivir juntos reconociendo la existencia de todas las especies y su diversidad, así como sus modos de vivir, pensar y actuar en contextos situados y localizados. También es un llamado a crear nuevas posibilidades de ser y futuros mediante la reorganización de la vida colectiva, los bienes comunes y las políticas públicas, basadas en la justicia socioambiental, transdisciplinaria, educación, arte y espiritualidad. El manifiesto quiere superar los conflictos socioambientales actuales creando un mundo diferente.
Los debates tanto en torno al Antropoceno como al Capitaloceno son una oportunidad política para repensar la relación de los humanos con la naturaleza. También permiten abrir diferentes discusiones y convocar a personas de diferentes trayectorias, culturas y perspectivas para participar en la construcción de nuevas nociones y prácticas en relación con la naturaleza, el Estado, los derechos de seres humanos y no-humanos. Además, permiten proponer reconfiguraciones territoriales, ambientales y culturales que conlleven a propuestas alternativas a los extractivismos y su relación con los territorios globales-locales, que replanteen las relaciones naturaleza/cultura y generen un cambio profundo en las actuales relaciones humanas con la naturaleza.
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Ahora bien, discursos como los mencionados exigen buscar opciones tanto individuales como colectivas para repensar el capitalismo e incluso retomar los principios filosóficos de relacionamiento con el entorno de, por ejemplo, los pueblos indígenas y sociedades que establecen otro tipo de relaciones no basadas en procesos de apropiación económica de la naturaleza.
Desde una perspectiva latinoamericana, en lo que respecta a los modelos de Antropoceno y Capitaloceno, es necesario examinar las implicaciones de ambos modelos en ámbitos territoriales, ambientales, culturales y de género, y en la manera como se producen conocimientos que incidan en las políticas globales. Esto implica repensar y, de hecho, descolonizar la categoría de “naturaleza” y la forma en que se producen conocimientos, así como las relaciones de poder que atraviesan la relación de humanos y no-humanos para repensar lo ambiental desde una perspectiva plural y diversa.