‘Ganges, un viaje por los sentidos del agua' propone un viaje cultural que trasciende el espectro documental y nos sumerge en una travesía lírica por el río más reverenciado del planeta.

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El río más reverenciado del planeta en la crisis climática global

La película ‘Ganges, un viaje por los sentidos del agua’ propone un viaje cultural que trasciende el espectro documental y elabora una travesía lírica por el Ganges. Hablamos con su director, Roberto Restrepo, sobre los valores ambientales y culturales que ayudarán en el siglo XXI ante la crisis ambiental global.

Víctor Mallarino y Claudia Calao
13 de junio de 2019

La belleza del guion argumental de la película Ganges, un viaje por los sentidos del agua, acompasado con el énfasis visual y sensorial que logra a través de los colores y la música, propone un viaje cultural que trasciende el espectro documental y nos sumerge en una travesía lírica por el río más reverenciado del planeta. La India, tan cercana y lejana a la vez, llena de contrastes, sabores y olores, historia, riqueza y una espiritualidad monumental, es la que demuestra los problemas que está enfrentando el mundo debido a la crisis climática global.

La película, dirigida por Roberto Restrepo, filósofo que estudió Cine en Francia, se estrenó este mes en Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga y Pereira. Para ahondar en las preguntas que ha suscitado, Víctor Mallarino y Claudia Calao, directores de Sapiens —una plataforma audiovisual de debates socioambientales contemporáneos que organizó al equipo colombiano detrás del documental— conversaron con Restrepo sobre los valores ambientales y culturales que ayudarán en el siglo XXI ante la crisis ambiental global.

¿Qué fue primero: el cine o el interés por la India?

Primero fue el cine y después la India. Mi relación con el cine empezó cuando comencé a estudiar Artes Visuales y Filosofía. Antes de graduarme, comencé a hacer yoga y me empecé como a enrollar con el tema de la cultura india.

¿Y el interés por el Ganges?

Cuando viví en Monghyr (Munger), que era un pueblo en las riberas del Ganges, veía el Ganges todos los días. Ahí me di cuenta de lo que significaba el río para la gente: el Ganges, más que un recurso natural, para los indios es una diosa y eso tiene muchas implicaciones.

¿Por qué decidió grabar una película sobre el río?

El Ganges es uno de los ríos más importantes del planeta. En la India, alrededor de mil millones de personas dependen de él. El setenta por ciento del país todavía es rural y esta es la llanura fértil —el granero de la India, digamos—, además de ser el sostén de su civilización en términos espirituales y culturales.

La primera civilización de la región no es la civilización védica, es la civilización del valle del Indo, que desapareció por la muerte del río Saraswati. El río después pasó a ser una diosa también, la diosa de la civilización. Ahí vemos la conexión directa: sin agua no hay civilización y eso es justamente lo que refleja que Saraswati, el río que desapareció, se haya convertido en la diosa de la cultura, la poesía, las artes en general, la literatura y la música.

En la película lo quise representar al principio, con una vaca que transita por uno de los canales del Saraswati ya casi sin agua. Hay paleocanales que todavía muestran por dónde pasaba el río y que comprueban que, para existir, dependemos completamente del agua.

¿Qué mensaje quiere dar la película?

La película quiere instalar una pregunta en la conciencia de la gente, más que dar soluciones prácticas. No es “No use plástico”, sino que, más bien, es “Revise su forma de proceder en el mundo, trate de respetar los procesos naturales, trate de no pasar por encima de esos procesos ni por encima de la gente que depende y ha aprendido a reconocerlos y acompasarse con los ritmos de la naturaleza”. La idea es instalar esa pregunta respecto a cómo estamos viviendo y cuál es la sostenibilidad de esa forma como lo estamos haciendo. Estamos en cuenta regresiva, entonces eso prueba que la forma como nos relacionamos con el mundo no es sostenible.

¿Qué impacto tienen las prácticas religiosas en el río y cuáles de esos valores culturales y ambientales de la civilización india querían destacar en la película?

El Maha Kumbh Mela, que es la peregrinación más grande del mundo, obviamente tiene un impacto ambiental, pues reúne a ocho millones de personas diarias. El gobierno y muchos actores espirituales están tratando de que no haya tanto plástico involucrado y buscando lugares donde la gente pueda ir a hacer sus necesidades fisiológicas sin que comprometan el río. Pero los problemas fuertes del río son, sobre todo, dos. El primero es la contaminación producida, en su mayoría, por los cuatrocientos poblados y ciudades que están a lo largo del curso del Ganges y que botan sus aguas residuales al río sin ningún tipo de tratamiento. Frente a eso, el río ha generado una resistencia maravillosa: a unos 25-50 kilómetros abajo de las ciudades que más contaminan el río vuelve a tener como un equilibrio por los microorganismos que están en él (las aguas hervidas con desechos orgánicos son fácilmente metabolizables por estos).

Pero el principal problema es el deshielo de los glaciares de los Himalayas por calentamiento global, que, paradójicamente, es producido por todo el planeta. Los efectos de los gases invernadero son nuestros desechos y ellos están afectando el ciclo del Ganges. El hielo baja del Himalaya en forma de río, llega a la vía de Bengala, el agua se evapora, el viento lleva otra vez esa humedad a la cordillera del Himalaya, donde se vuelve glaciar de nuevo. Así, vemos otra vez que nuestra forma de entender o, más bien, nuestras formas de producir y de consumir, están teniendo un impacto negativo, porque cortan los ciclos naturales que permiten la subsistencia de la econosfera, como la denominan los que trabajan economía ecológica.

“Hay una econosfera que depende de la biosfera, pero la acumulación y el pensamiento de tipo lineal no es la forma en la que opera la naturaleza”. En la naturaleza, la riqueza siempre está fluyendo, no hay una forma de acumularla, ni de acumular la materia y la energía que intervienen en los procesos porque todo tiene que ser aprovechado. Desde esta lógica natural, aquello que no está en flujo genera desechos que no pueden ser metabolizados y así colapsa el sistema. Esto es algo que tienen muy presentes los indios en su tradición: “Así como las almas reencarnan, así uno sea muy malo puede ir al infierno un tiempo mientras quema los karmas, volver a ir y volver a encarnar”. Todo es reciclado en la civilización india: el tiempo es cíclico y ellos lo tienen internalizado tanto en términos espirituales como términos materiales. Estos son los valores ambientales que nos permite ver la película para enfrentar la crisis ambiental global, pues en la India todo es reciclado y todo está integrado.

¿Qué tiene que ver el Ganges con nuestra realidad? ¿Hay algún caso similar en Colombia?

Nuestros ríos también dependen de ciclos y dependen de muchas relaciones con otras entidades de la naturaleza que nosotros también estamos truncando al tratar de imponer racionalidades que van en contravía de las formas de proceder de la naturaleza. En Colombia también nosotros dependemos de los ríos y dependemos de cuidarlos y quizás no lo estamos haciendo como deberíamos.

Para mí Hidroituango es la constatación de lo que pasa cuando, por intereses que podrían beneficiar a unos cuantos, se impone un proyecto sin tener en cuenta los actores tradicionales que son el río mismo y la gente que ha aprendido a servirse de los bienes que le presta su caudal de una forma sostenible. Los pescadores artesanales, pescadores tradicionales, pequeños agricultores y la gente que vivía en las cuencas del río no fueron tomados en cuenta. Tampoco el río mismo.

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¿Cómo podríamos los humanos tener una comprensión adecuada de nuestra relación con las demás entidades de la naturaleza?

La puerta de entrada para entablar un diálogo con la naturaleza puede ser pensar que los entes naturales son sujetos que tienen derechos. Pero creo que la reflexión debe ir más a fondo, a través de lo que llaman ecología profunda; es decir, advertir el riesgo de otorgar derechos desde nuestra propia racionalidad. Debemos considerar los beneficios que puede traer el río para entrar en un diálogo real con él. Si no, seguirá habiendo en nuestra relación con la naturaleza algo de imposición.

¿Desde el cine se puede lograr éste diálogo?

Desde el cine lo que uno puede hacer es tratar de sensibilizarse y tener un grado de apertura suficientemente amplio que le permita a uno, por ejemplo, sentir el río. Eso era lo que tratábamos de hacer con Ganges: contemplar el río, captar los ritmos del río, conocer cómo esos ritmos incluso afectan a la gente misma que habita en las riberas. Queríamos tratar de ver cuáles eran los procesos que intervienen para que esa entidad sea posible y pueda perdurar en el tiempo. Me refiero a un grado de apertura mental que le permita a uno sentir y encontrar la realidad fuera de la interpretación y racionalidad propias en torno al beneficio por la interacción con la entidad natural. En este caso era el río Ganges y creo que lo logramos.     

¿Qué rasgo de la cultura india lo motivó de forma particular a hacer Ganges?

La inexistencia del concepto de basura en India, eso fue una cosa que me sorprendió. Cuando uno va a la India se da cuenta que más allá de la omnipresencia de los desechos en las calles, en los ríos, paradójicamente, hay unos valores ambientales bien interesantes. ¿Nosotros qué hacemos con la basura? La sacamos del registro de lo visual y actuamos como si no existiera. Para ellos, como decía antes, todo cicla, entonces el problema de la basura es que justamente es algo que se produce para que no cicle y para que sea desecho y no le sirva a nadie más. Los indios simplemente barren mucho, hacen como pilas de basura: las cosas orgánicas viene la vaca y se las come, llega el cerdo y se las come. Tal vez ellos están esperando que seguramente otro animal especial venga y se coma el plástico, qué sé yo, pero el mismo plástico no existía en la cultura tradicional india.

La idea que animó el documental fue el darme cuenta que detrás de mis propios prejuicios con respecto a la India y sus excesos había valores ambientales importantes. Esos prejuicios son normales después del primer choque del encuentro con la India, donde los umbrales de la propia percepción se exceden porque hay exceso de desechos, huele a mierda y a incienso al tiempo, hay exceso de colores —los saris son de color verde y rojo, colores opuestos que no los mezclan en ningún lugar del mundo sino allí—. Sin embargo, me di cuenta de que detrás de esa omnipresencia de los desechos lo que hay es un valor ambiental súper importante: que “una sociedad no debe producir basura”. Esta noción debe ser rescatada porque puede ayudarnos a enfrentar la crisis ambiental que empezamos a vivir todos los habitantes del planeta. Esa fue la idea que me obsesionó y sabía que tenía que ser comunicada.

Los hindúes creen que el Ganges es un río divino y reverencial, que es una diosa y que, por eso, no se contamina. ¿No es esto nocivo para el río?

Ganges en hindi se dice Ganga, que es el nombre de la diosa que descendió justo para purificar a los seres humanos. Para muchos indios el río no se contamina y ese es un valor contraproducente de su espiritualidad. Ahora, la gente que podría tomar las decisiones al respecto de qué hacer con las aguas hervidas de los cuatrocientos pueblos y ciudades obviamente sabe cuál es la realidad del río. La gente que se mete a bañar y hacer sus rituales en Varanasi, que es el lugar donde el río está más contaminado, seguramente cree que el río no se puede ensuciar y que los va a purificar a ellos. Pero los que toman las decisiones sí saben que el río está contaminado y hay mucha gente, muchos activistas, que están trabajando al respecto y, por lo menos, generando conciencia.

¿Quiénes lo acompañaron a la India?

El equipo de grabación fueron siete personas: dos indios y cinco colombianos, entre los que estaban Talía Osorio, que codirigió e hizo producción ejecutiva en la primera etapa, dos fotógrafos increíbles (Helkin René Díaz y Felipe Aguilar) y una chica que hizo el script que se llamaba Camila Martínez. El sonido lo hicimos Talía Osorio y yo. La ecóloga Ana Milena Piñeros estuvo a cargo de la investigación ambiental y fue la productora asociada.

¿Cuál es el llamado a la acción de la película?

Mi película es un llamado no solo para cuidar el Ganges, sino para que nos preguntemos, muy a profundidad, sobre cuáles son los valores que le dan sentido a nuestra vida, pero también que le dan sentido al sistema. Estamos metidos en un tipo de racionalidad en que solo el crecimiento económico y su correlato individual —que es el progreso personal— le dan sentido a la vida de la gente. Sin embargo, en esta coyuntura de crisis que todavía no hemos podido aceptar, eso no es viable. Tenemos que pensar en cómo podemos ser mejores seres humanos y cómo podemos ser mejores cohabitantes del planeta en esta “hermandad cósmica”. Puede que suene muy a cliché y todo lo que ustedes quieran, pero si no pensamos en otra forma de vivir y encontrar sentido en ser la mejor versión de seres humanos posibles en el entorno natural y en el entorno social, que van de la mano, además, no podremos salir de este atolladero en el que estamos metidos.

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