Cine

Un cine complejo para retratar la difícil realidad colombiana

El reconocido director colombiano de cortos, Camilo Restrepo, lleva a San Sebastián su primer largometraje “Los conductos”, una obra compleja y experimental sobre la violencia y la marginalidad en su país, con la que ya triunfó en la Berlinale.

Daniel Bosque
22 de septiembre de 2020

Plagada de elipsis y metáforas, con una estructura temporal confusa y “unas narrativas que no son exactamente fáciles de entender”, la cinta recrea la historia de “Pinky”, un joven trastornado de Medellín que escapa de una violenta secta religiosa con el deseo de vengarse y matar a su líder.

“Me gustaría que las películas fueran muy simples. Pero ataco problemas que son complejos, y reducirlos a un solo argumento me parece que es obviar esa complejidad”, explica a la AFP el realizador desde el hotel María Cristina de la ciudad vasca, que celebra estos días su festival de cine.

“¿Cómo podemos entender el por qué de la violencia en Colombia? Es legítimo hacerse esa pregunta respecto a la dificultad de leer la película, pero es que también es difícil entender la realidad”, añade Restrepo, nacido en Medellín en 1975 y residente en París desde 1999.

Su producción, que concursa en la sección de cine experimental Zabaltegi-Tabakalera, es la historia real de un amigo suyo, al que conoció en 2013 durante la grabación de un cortometraje en una fábrica de camisetas de marcas falsificadas.

Luis Felipe Lozano, alias “Pinky”, comenzó a trabajar con él en varios rodajes, y al cabo de un tiempo, le confesó su huida de una secta y sus deseos de venganza. “Quería matar al líder de la secta pensando que era un pequeño mal justificado por un gran bien. Era un dilema moral”, dice.

“Yo le dije: te voy a ayudar a realizar esa idea que tienes de matar a ese tipo, pero en ficción”, cuenta Restrepo, quien quiso que el mismo “Pinky” se interpretara a sí mismo en la película.

En Colombia “la violencia continúa”

Aunque lleve afincado en París desde 1999, cuando dejó Colombia por el ambiente de violencia y las pocas esperanzas de futuro, el cine de Restrepo bebe de las problemáticas sociales de su país.

“El cine latinoamericano expone los síntomas de su propia sociedad. Históricamente ha sido así. Y son sociedades con malestar”, indica el realizador, autor de premiados cortometrajes como “La impresión de una guerra” o “Cilaos”.

Ahora observa con preocupación cómo, a pesar del histórico acuerdo de paz con las FARC, la violencia sigue asolando el país, escenario de masacres en las zonas antes controladas por la guerrilla, y desde hace unas semanas, de manifestaciones contra la brutalidad policial.

“Los anuncios que se hicieron sobre el desmantelamiento de las FARC querían vendernos una idea de prosperidad absoluta e inmediata, y era evidente que eso era una puerta abierta a otros males”, explica.

“Eso se está constatando ahora. La violencia no se ha acabado, sigue allí. Los problemas no han terminado a pesar de que se haya anunciado por altavoces que la paz había llegado”.

Con “Los conductos”, Restrepo ganó el premio GWFF a la mejor ópera prima en el último Festival de Berlín, algo que agradece especialmente al jurado por haber reconocido “un cine que antes se consideraba cine marginal, de filmoteca, de cuatro iniciados escondidos en una cueva”.

“A lo mejor este es el futuro del cine, volver a ser un lugar de creación, más que un lugar de diversión”, opina.

Con el dinero del galardón piensa financiar sus próximos proyectos: largometrajes, cortometrajes y también una exposición para “retomar la carrera de artista plástico, que había abandonado” por la cámara.

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