MÚSICA
La Escuela de Música de Bello y su excursión a Torrevieja, España
En esta institución se forman 1.248 estudiantes. Algunos gobernantes han querido cerrarla, se preguntan: “¿Y para qué tantos músicos?”. Su directora contesta: “Para tener una mejor ciudad”.
Tatiana, Verónica, Sara, Diego y Alexánder comparten la cena en un improvisado comedor de madera ubicado en el patio principal de la Escuela de Música de Bello. Son las 6:20 de la tarde y aunque el perro caliente de su cena ya se enfría, todavía hay tiempo para charlar. Exactamente 15 minutos. El ensayo del coro juvenil empieza a las siete y los cinco adolescentes han aprendido que además de cuidar su entonación, la puntualidad y la disciplina son claves para ser buenos cantantes, y sobre todo, ciudadanos integrales.
“Formando músicos con proyección social desde la ciudad de los artistas”, se lee en un gran letrero que adorna la fachada del salón principal de la escuela, donde en contados minutos ensayarán estos cinco chicos, miembros del coro juvenil, el mismo que conmovió a cientos de espectadores de todo el mundo el pasado 21 de abril en Torrevieja, España.
“Antes de hablar de España, queremos conversar sobre nuestra experiencia en la escuela”, dice Tatiana Díaz, corista desde 2011 y estudiante de comunicación. Ella tiene 19 años y habla con propiedad sobre la razón de ser de la escuela: “Más allá de propiciar la formación musical, tenemos unos grandes profesores que nos ayudan a desarrollar nuestro sentido humano”.
Desde 2008 la academia bellanita impulsa el aprendizaje de sus estudiantes desde la música, la empatía y la potenciación de capacidades individuales. Como indica su directora Marleny Casas, la metodología de la escuela fue diseñada a partir de una investigación previa del contexto social de Bello.
Su modelo de iniciación musical ha sido tan exitoso que incluso, tras el más reciente encuentro de escuelas de música en Brasil, directivos de México, Costa Rica y Panamá se acercaron a los de Bello para expresarles que les gustaría replicar esa misma dinámica en sus países. Por eso, a mediados de julio se desarrollará en ‘La Ciudad de los Artistas’ un congreso de escuelas de música de América Central, con el fin de dialogar sobre el modelo bellanita y hacer un intercambio de saberes.
Para Marleny Casas, todo ha sido un proceso de resiliencia. En diez años de trabajo, la escuela nunca ha tenido una sede fija y algunos alcaldes han querido acabar con ella. De hecho, le han dicho a la directora: “¿Yo para qué quiero mil y pico de músicos?” y ella, firme, les ha respondido: “¿Sabe cuánto puede ganar con la escuela de música? Mil y pico de niños que se van a destacar por su talento y no por sus malas acciones”, dice esta administradora de profesión, quien cree que la música es el arte que acerca el cielo a la tierra.
Hoy, en la escuela, los instrumentos suenan más fuertes y afinados que nunca. Los pequeños que sueñan con ser músicos aprenden en un espacio digno. Y, si todo sale bien, parte del terreno y las edificaciones de los antiguos talleres de los ferrocarriles nacionales será su nueva sede. “Yo cumpliré mi ciclo el día en que la escuela tenga su propio espacio”, manifiesta Casas.
Faltan diez minutos para el ensayo y los cinco chicos dicen apurados que su director, Hugo (al que consideran el mejor maestro) los está esperando. Ellos coinciden en que la presentación de España fue la mejor de sus vidas. Desde que empezaron a formarse en el coro sabían que se estaban preparando para algo grande. Cuando los directivos del certamen de Habaneras Juvenil de Torrevieja, España, les enviaron el correo con la invitación, entendieron para qué.
El día en el que los 33 integrantes del coro pisaron España, el sueño se hizo realidad. A diferencia de los demás participantes, este grupo no se postuló. Lo descubrieron por su página web y de inmediato le enviaron la invitación. Fue el único coro colombiano presente en ese festival con más de dos décadas de tradición en la ciudad costera de Torrevieja, Alicante.
Aunque los bellanitas no ganaron, cuentan que nunca olvidarán ese 21 de abril. Vestidos con trajes típicos de color blanco y naranja entonaron la canción Con sombrero y maletilla (con arreglo del maestro monteriano Juan Guillermo Villarreal), que al ritmo de tambora, trasladó al público europeo al Caribe colombiano que desde las sillas empezó a mover los hombros.
*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.