Gran minería
El turismo que lleva el carbón a lugares como La Guajira
De forma paralela a la extracción, se ha consolidado una oferta turística que podría impulsar la economía de la región.
No es un cliché afirmar que La Guajira tiene algunos de los paisajes más coloridos de Colombia: en un lapso de una hora es posible ver dunas amarillas, playas turquesa, montañas verdes y cielos de un azul eterno. El departamento más septentrional de Colombia es un territorio agreste que sigue teniendo un turismo incipiente.
Una de las primeras semillas para viajar por la región se sembró en su corazón, el municipio de Albania, donde se levantó un hotel que pretende causar un impacto mínimo al medioambiente mientras ofrece servicios de alto nivel y una panorámica de la Sierra Nevada de Santa Marta y el final de la cordillera de los Andes en plena Serranía del Perijá.
Se trata del Waya Guajira, fruto de la iniciativa de Cerrejón y el consorcio conformado por Abacus, Contempo, Inversor y EGSA, que está ubicado a algo más de una hora del aeropuerto de Riohacha y a un par de horas del Cabo de la Vela y su Pilón de Azúcar, el cerro sagrado de los wayúu. Desde el hotel, operado por la firma OxoHotel, también se pueden hacer visitas guiadas a la mina de Cerrejón, ver la operación de uno de sus tajos y conocer algunas de sus áreas rehabilitadas.
En lo corrido de 2017, en las 140 habitaciones del Hotel Waya Guajira, a una hora larga del aeropuerto de Riohacha, se han hospedado más de 10.000 personas. Cortesía Hotel Waya Guajira.
En el Hotel Waya, que lleva tres años y medio de operación, se ofrecen rutas turísticas producto de 12 iniciativas comunitarias, promoviendo así la inclusión social de comunidades indígenas a este proyecto.
José Ramón González Pushaina se encarga de recibir a los huéspedes. Tiene 30 años y estudió Turismo Ecológico y Cultural en San Antonio, Texas, gracias a una beca del ciento por ciento que le otorgaron el Banco Interamericano de Desarrollo y la Universidad de Georgetown. “No tuvimos que vender todos los chivos para que yo pudiera estudiar”, confiesa, con su amplia sonrisa.
Nació en una ranchería entre Uribia y Manaure y hoy es un ejemplo para su comunidad: lleva cuatro años trabajando en el hotel, espera el nacimiento de su segundo hijo, ha dictado clases de inglés en la Universidad de La Guajira y la Policía Nacional, busca mejorar la calidad de vida de otros wayúu –por ejemplo, consiguiendo donaciones de libros y computadores para algunas comunidades– y está creando su propio emprendimiento de servicios turísticos en La Guajira.
Solo en lo corrido de 2017, las 140 habitaciones del Waya Guajira han recibido más de 10.000 huéspedes, entre personas vinculadas con Cerrejón y otras que recorren diferentes puntos del departamento. González Pushaina cree que es evidente el crecimiento del turismo, especialmente en la Alta Guajira, un territorio casi virgen con lugares excepcionales como Bahía Portete, que fue declarada área protegida en 2014 por sus formaciones coralinas, manglares y variedades de aves y peces. Se encuentra a menos de 20 kilómetros de Puerto Bolívar –puerto de exportación de Cerrejón– desde donde diariamente se embarcan miles de toneladas de carbón sin afectar a un ecosistema tan frágil.
Aunque este Parque Nacional Natural no ofrece infraestructura hotelera y parece escondido para los turistas, es posible acampar en sus playas o dormir en el Cabo de la Vela o en Punta Gallinas (el extremo norte de Colombia), pues se encuentra casi en la mitad de ambos puntos. Kurrele (el nombre wayúu de esta bahía) es un lugar perfecto para alejarse de todo. Está literalmente en el desierto y apenas transitan por sus arenas unos cuantos pescadores indígenas, algunos de los cuales bucean para encontrar langostas y ostras en sus ciénagas, manjares que se venden en las comunidades aledañas. La zona fue azotada por la violencia hace 15 años, pero hoy es un ejemplo del cuidado ambiental en el país.
Cerca de Bahía Portete, en el camino hacia Punta Gallinas, se encuentra Bahía Hondita, un punto tan recóndito como maravilloso. Entre sus manglares se liberan con frecuencia miles de tortugas en peligro de extinción que han sido protegidas gracias a un programa de conservación liderado por Cerrejón, en el que participan la comunidad, Corpoguajira, Conservación Internacional y la Armada Nacional. Las distancias pueden parecer muy largas dentro de la región, sin embargo, los desplazamientos valen la pena: el Caribe infinito, la ausencia de señal móvil, la biodiversidad, el viento feroz y la naturaleza intacta están ahí para sentirse como si el mundo volviera a empezar.
Desde el Sistema de Fundaciones Cerrejón se busca que las comunidades, no solo indígenas, creen microempresas, identifiquen las diferentes potencialidades de la región –como el turismo o el diseño textil– y en unos años sus ingresos no dependan de la mina sino que se construya algo nuevo a partir de ella. “El problema de La Guajira no es que falten recursos; lo que falta es gestión”, afirma González Pushaina y concluye que “aquí hay trabajo, los wayúu necesitamos aprender a hacer productivo nuestro territorio para nosotros mismos”.