Pequeña y mediana minería
Cucunubá, hacia la formalización de su minería
Es el municipio con mayores extracciones de carbón en Cundinamarca. Esta actividad es clave para su economía, por eso el futuro depende de que se formalice.
El 23 de junio de este año una explosión de gas metano destruyó el socavón principal de la mina La Guasca, en Cucunubá, Cundinamarca. La detonación fue tan fuerte que también derrumbó parte de El Cerezo, otra exploración cercana. En la primera mina quedaron atrapados ocho mineros; en la segunda, cinco. Todos fallecieron.
Cuando las autoridades llegaron al lugar del accidente –la vereda Pueblo Viejo, en las afueras del municipio–, los túneles estaban destruidos y las entradas, bloqueadas. En poco tiempo se estableció que una de las minas no tenía permisos para explotar el mineral y la otra poseía un título minero vigente pero no contaba con la licencia ambiental.
No es un secreto que la minería ilegal es dinero rápido. “Un trabajo en la mina da plata, porque la quincena más mala es de 800.000 o 1 millón de pesos, y la buena supera los 2 millones”, le dijo Amalia, suegra de uno de los mineros fallecidos, a Leonardo Botero, periodista de El Espectador, el 25 de junio. Tampoco es un secreto que las posibilidades de que ocurra una tragedia son bastante altas: Amalia también perdió a su esposo en un episodio similar años atrás.
Existen cifras que indican que, en Colombia, por cada explotación legal de carbón hay dos ilegales, que el 80 por ciento de los accidentes mineros ocurren en estas minas, y que estos se incrementan cuando los precios de venta suben. Lamentablemente, Cucunubá ha sido escenario de estas situaciones. Según la Agencia Nacional de Minería (ANM), de los 2,45 millones de toneladas de carbón que Cundinamarca extrajo en 2016, poco más de 700.000 corresponden a este municipio, el que más produce en el departamento y uno de los que más podrían beneficiarse de la minería bien hecha.
Desde que ocurrió el accidente, el 23 de junio, los ánimos en Cucunubá han estado agitados. La ANM ha visitado el municipio con miras a agilizar la formalización de algunas minas y oficializar el cierre de otras. Durante cada visita, aun con casco y overol, los mineros esperan fuera de la Alcaldía a que alguien les dé razón de su futuro, y vuelven a las minas sin novedades para comunicar a sus compañeros.
“Necesitamos dos cosas –asegura Guillermo Quintana, minero tradicional cucunubense–, que los entes de control se comprometan a agilizar los trámites y los interesados a cumplir la norma”. Quintana encabeza una empresa familiar que inició cuando su abuelo, hace un siglo mal contado, encontró un afloramiento de carbón en la misma montaña en la que hoy están las bocaminas que administra su nieto.
A pesar de que llevan décadas en el negocio y de que conocen los mantos de carbón de esa montaña como las palmas de sus manos, los Quintana están en proceso de formalización de su empresa. “Como pequeño minero, usted tiene que definir cómo quiere pensar su compañía. Si piensa que es el futuro de sus hijos, tiene que cultivarla y proyectarla; si cree que es pasajero, bájese del bus”, dice Guillermo.
La Motua, una de las bocaminas de las que Quintana extrae el mineral, es artesanal, pero la intención de que la empresa alimente a más generaciones es evidente. Se nota en los marcos de acero que cada dos metros refuerzan la estructura del socavón principal y en los tableros que hora tras hora reportan la cantidad de gas presente en los túneles. También es evidente en las elecciones que han hecho sus hijos: la mayor maneja las finanzas de la mina, el del medio estudia ingeniería ambiental, y el menor, ingeniería de minas.
Este último se llama Camilo, y con 22 años ya recorre la mina con facilidad y conoce todos los elementos que hay dentro de ella, como los refuerzos de acero, los tableros, los nichos de seguridad y las zonas de ventilación. Los fines de semana, Camilo lleva a sus compañeros de estudio a visitar la empresa, porque, dice, pocos de los que cursan esta carrera tienen la oportunidad de ver cómo funciona una mina de verdad.
Camilo no es el único que ha salido del pueblo para estudiar una profesión relacionada con el negocio familiar, y el objetivo es que no sea el último. Su papá asegura que, como sus hijos, los jóvenes cucunubenses se han dado cuenta de que la minería legal es una actividad a la que se pueden dedicar.
Se podría decir que la formalización –y también el carbón– es lo que le ha dado cuerda al esfuerzo familiar de los Quintana. A diferencia de otros que abren socavones improvisados y de afán cuando el precio del carbón repunta en Europa, Asia o incluso en Colombia, ellos ya van por otro camino: uno con miras al futuro.
*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.