INVESTIGACIÓN
La contaminación con mercurio es un problema de salud pública
Jesús Olivero, experto en toxicología, habla sobre los efectos que tiene el mercurio en la salud de las personas y en qué regiones de Colombia se ha convertido en un verdadero problema de salud pública.
El mercurio es uno de los elementos más tóxicos. Aun en bajas concentraciones puede generar efectos perjudiciales a la fauna silvestre y los seres humanos. En muchos países, sin embargo, todavía se usa para extraer oro. Al procesar las rocas o arenas donde está el metal se cuelan sedimentos a los ríos y ciénagas. Los cuerpos de agua también son contaminados cuando el mercurio presente en el aire, por efecto de la condensación, se precipita o viaja unido a partículas de polvo. En el lodo de los ecosistemas acuáticos, el mercurio es transformado por bacterias a metilmercurio, capaz de incorporarse a la cadena alimenticia hasta llegar a nosotros.
La toxicidad del mercurio depende de la exposición y su forma química, produciendo efectos en muchos sistemas, aunque el nervioso es su blanco principal. Cuando las mujeres embarazadas están expuestas al metal, también pueden aparecer malformaciones y retardo mental en sus hijos, como ocurrió en Japón con la enfermedad de Minamata.
En Colombia, la minería de oro es la fuente de supervivencia para muchas familias, en especial, en zonas con poca presencia estatal. Sin importar su estatus (legal o ilegal) el mercurio es un verdadero problema de salud pública. En áreas como el sur de Bolívar, Antioquia, el Pacífico, Santander y la Cuenca Amazónica, por ejemplo, la contaminación de los cuerpos de agua ha sido documentada, así como la exposición en humanos, la cual varía de acuerdo con la región.
En el sur de Bolívar, los niveles más altos de mercurio en el pelo están en poblaciones pesqueras del Cauca, con concentraciones promedio de 9 partes por millón, mientras que en comunidades indígenas del río Caquetá este valor llega a 17.3 ppm. De acuerdo con normativas internacionales, para disminuir el riesgo de toxicidad, la concentración de mercurio en el pelo no debe ser superior a 1 ppm.
Aunque el foco de la investigación sobre mercurio en Colombia ha sido evaluar la exposición y estimación de los posibles riesgos, a través de mediciones en muestras humanas y de pescado, también existen reportes sobre efectos agudos y crónicos asociados, los cuales incluyen afectaciones neurológicas, alteraciones en el comportamiento, disminución del coeficiente intelectual, dolor de cabeza severo, pérdida de la capacidad sensorial, debilidad muscular, fatiga, ciclos menstruales irregulares y abortos espontáneos, entre otros. Casos de malformaciones derivadas de la exposición en el útero aún no han sido documentados, pero probablemente es cuestión de tiempo, y de una búsqueda más sistemática.
El uso de mercurio metálico en minería puede no generar cambios severos en la salud de los mineros adultos, pero sí en los niños que habitan en áreas auríferas. El problema por lo general proviene del consumo de alimentos, en especial peces capturados en zonas contaminadas, los cuales –en muchos casos– representan la única fuente de proteína para las comunidades. Esto ocurre en las poblaciones indígenas amazónicas, que en su mayoría son solo testigos de la minería, pero dependen mayoritariamente del pescado para su supervivencia. El problema aquí es tan severo, que la exposición ocurre desde el desarrollo en el útero y continúa durante los primeros años de vida a través de la leche materna.
Resulta urgente una mayor vigilancia sobre el mercurio en peces carnívoros de zonas contaminadas y que suelen ser consumidos lejos de su lugar de captura. Así mismo, es recomendable prestar atención al atún, cuyo contenido de mercurio no depende de la minería, pero sí de su tamaño y alta posición en la cadena alimenticia. A pesar de los frecuentes boletines sobre lotes con niveles por encima de los permitidos, no existe una acción estatal que proteja verdaderamente a los consumidores.
La Convención de Minamata y la Ley de Mercurio en Colombia son herramientas efectivas para erradicar su uso en la minería aurífera. El reto es inmenso, pero existen opciones para evitar la llegada de más mercurio a nuestros ecosistemas, a nosotros mismos. La educación ambiental, los programas de reducción de pobreza y el cambio de un modelo de desarrollo extractivista y depredador de los recursos naturales, son claves para garantizar que nuestros hijos puedan generar todo su potencial cerebral en un ambiente libre de mercurio.
*Ph.D. Coordinador Doctorado en Toxicología Ambiental. Universidad de Cartagena.