INFRAESTRUCTURA
De la madera al cemento, así fue cambiando Envigado
Fueron las vigas extraídas de los árboles de la zona, las que le dieron el soporte a las primeras construcciones del municipio, y el nombre a la ciudad. Así empezó todo.
No hay otro lugar en el mundo con ese nombre: Envigado. Hay Madrid en España y en Cundinamarca, Buenos Aires en Argentina y en el Cauca; pero Envigado solo hay uno en el planeta. Sus habitantes le dieron ese nombre hace casi cuatro siglos, 70 u 80 años después del 21 de agosto de 1541, cuando los españoles llegaron por primera vez al Valle de Aburrá.
Primero hay que aclarar que ‘el embigado’, como aparece en los registros históricos de Antioquia (hablamos del tema en la página 12), no hacía referencia solo al actual municipio. Por el contrario, abarcaba las cinco poblaciones que hoy conforman el sur del Valle de Aburrá: Itagüí, Sabaneta, La Estrella, Caldas y, por supuesto, Envigado.
Lo bautizaron así porque en ese territorio había un bosque de casi diez kilómetros cuadrados compuesto por una inmensa cadena de árboles de 50 o 60 metros de alto, de troncos muy rectos, ideales para hacer vigas. En ese momento la gente apenas poblaba el Valle de Aburrá y necesitaba mucha madera para tender puentes, construir casas, erigir templos y fabricar cualquier tipo de edificación. Este bosque, a 1.500 metros sobre el nivel del mar, era una arboleda rica en fauna y flora. Además, ofrecía una madera muy fina porque se obtenía de árboles como el comino crespo, los guayacanes y el ébano, entre otros.
En 1620 los primeros pobladores españoles que llegaron al sur del valle empezaron a construir inmensas mansiones o estancias. Estas tenían un estilo colonial: paredes blancas de tapia, tejas de barro y techos con vigas extraídas de ese bosque que, como dato curioso, siguió surtiendo madera hasta mediados del siglo XX. En el siglo XVII había docenas de edificios con estas características, pero, actualmente, solo se conserva en Envigado la Casa de la Cultura y, en Sabaneta, el hogar de José Félix de Restrepo.
La transformación
En 1776 se fundó la parroquia Santa Gertrudis. Como los españoles necesitaban esclavos y siervos para desarrollar las actividades agrícolas, estos trabajadores empezaron a construir sus hogares alrededor de la iglesia. Tenían una arquitectura similar a las estancias españolas y así empezó a surgir el Envigado urbano. Para 1920 la ciudad contaba con una población aproximada de 10.000 habitantes y unas 20 manzanas.
Las mansiones coloniales permanecieron hasta mediados del siglo XX. De acuerdo con Vedher Sánchez Bustamante, escritor e investigador envigadeño, hacia 1950 “comenzaron a verse construcciones más modernas, con planchas y losas de concreto. La ciudad empezó a crecer verticalmente, hasta llegar a los grandes edificios de hoy día”.
De ese enorme Envigado que antes de 1776 abarcaba todo el sur del Valle de Aburrá, hoy quedan 72 kilómetros cuadrados. Con el territorio poblado llegó la conurbación, el proceso por el cual poblados vecinos crecieron hasta integrarse. Ahora “todo el Valle de Aburrá está conurbado. Ya los diez municipios que lo componen están unidos y eso fue lo que generó la aparición del Área Metropolitana”, concluye Sánchez Bustamante.