ALIMENTACIÓN
Urge que nos declaremos verdes": Margarita Ortega
La periodista y actriz caleña Margarita Ortega habla sobre la importancia de llevar una vida saludable a partir del consumo de comida ecológica. Descubra qué es la alimentación consciente.
Todos deberíamos defender nuestro derecho a tener una mejor alimentación, una en la que prevalezca la ingesta de comida viva y que deje de lado la dañina dieta –inviable para el organismo–, que nos ofrece y nos propone la industria alimentaria actual con sus miles de productos procesados. Esta es una causa por la que todos tendríamos que trabajar.
Cuando se logra comprender que el estado de salud de un país proviene del origen de su alimentación, la perspectiva cambia. Sin embargo, pareciera que esta realidad no se tiene muy en cuenta en el país. Me aterra ver cómo en Colombia, una nación con un espacio rural tan amplio, permanecemos alejados de los productos que nos podrían salvar de la mala salud. El campo no puede ser un renglón de la economía al que se le quiere sin devoción ni entendimiento.
La agricultura ecológica es una oferta llena de ventajas para los consumidores. La comida cultivada de manera tradicional (sin químicos nocivos), que respeta el valor de las plantas, que no desgasta los nutrientes del suelo, que cuida de las fuentes hídricas, que nos permite disfrutar en la mesa de comida sin modificaciones genéticas y que, como ninguna otra cosa, podría reducir nuestro uso de los servicios de salud, es uno de los pocos caminos que todavía no exploramos.
En Colombia no hay parámetros claros para que los consumidores puedan diferenciar entre lo ‘natural’ y lo ecológico. La publicidad nos induce a comer de forma anormal y a ingerir lo que parece, pero no es. Pero, afortunadamente, los cultivos ecológicos cada día son más, por la demanda de unos consumidores conscientes que no caen en la trampa del marketing alimentario.
Por eso se necesita el apoyo del Estado para generar políticas que respalden el trabajo ecológico en el campo. El sistema económico sostiene que se girará hacia la generación de recursos sostenibles como apuesta para sobrevivir, perpetuar la especie y mantener el bolsillo lleno. Nuestro país tiene un vasto escenario para ser pionero en este campo, pero la miopía de la inmediatez nos reduce a perpetuar lo preestablecido.
Necesitamos un proyecto educativo alimentario con el que entendamos el valor y la riqueza de nuestra comida, la importancia del consumidor consciente y la necesidad de regulación de la industria. Y, de otro lado, debemos recuperar los alimentos que abandonamos a fuerza de comer lo mismo todos los días, debido a los monocultivos. Fue así como relegamos nuestra comida ancestral, para la que genéticamente estamos creados, a un segundo plano. Nos alimentamos con productos contaminados y desvitalizados que viajan cientos de kilómetros dejando una enorme huella de carbono y un sabor amargo para la salud del cuerpo y del alma.
Urge declararnos verdes y entender que el mundo está listo para ser alimentado con comida ecológica. Es un tema serio, no se trata de alimentación para un nicho clasista que se divierte experimentando con sabores y recetas. Siempre será mejor alimentar a un niño con una fresa, que con un jugo en polvo con sabor a fresa. Debemos reconocer nuestra salud en el bienestar de la tierra, darle valor al agua, conservar las redes campesinas, apoyar los mercados como oasis de sabiduría social y reinventarnos desde la labor del labriego.
La dieta que contiene más colores y alimentos vivos es la saludable. Los consumidores, con nuestras decisiones de compra, podemos cambiar la oferta. Entendamos, como lo enseñaba Higea (la diosa griega de la salud), que es necesario aprender sobre el arte de curar, a través del arte de vivir, y el alimento vivo es la vida misma.
*Periodista, presentadora y bloguera.