Crónicas de rock
BEAT en Bogotá: una noche mágica, histórica e inolvidable, que percances hicieron más corta y épica de lo esperado
Los cuatro virtuosos que componen este irrepetible combo llevaron a la gente en un viaje kingcrimsioniano ochentero que jamás esperaron vivir y agradecieron a cada paso. El concierto pudo ser insuperable, pero nos conformamos con inolvidable e irrepetible.

La del 30 de abril de 2025 fue una noche para el recuerdo en Bogotá, por la demente oferta rockera que la ciudad ostentó; una de esas rotundas veladas que solo la capital puede conjurar. No tenemos metro, pero en noches así se nos olvida.
Por un lado tocaban las 1280 Almas, en este momento de renacimiento que viven; por otro, la banda Paradise Lost congregaba a sus fieles en Ace of Spades. Y claro, mientras, en el Coliseo MedPlus tenía lugar la segunda edición de Monsters of Rock (sin Scorpions, pero con más Opeth, Europe y más Judas Priest, es decir, una absoluta aplanadora).

Todo mientras los fieles al progresivo en Colombia esperaban con ansias su noche histórica en el Royal Center. Venía BEAT, venían Adrian Belew, Tony Levin, Steve Vai y Danny Carey (que hace un mes nos había volado la testa con Tool); venía una noche como ninguna.
los imprevistos dan pie a lo épico
Esperar fue un verbo que aplicó perfectamente. Cuando se anunció que los horarios se aplazaban una hora, por motivos logísticos que se hicieron claros con el paso de las horas, se supo que no sería una noche típica. No lo fue, en ningún sentido.
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Así pues, a las nueve de la noche, mientras cientos hacían fila en el Royal, esperando apertura de puertas, muchos de los instrumentos de la banda apenas llegaban. El camión estacionó a las 8:59 de la noche al frente de al entrada de producción del escenario, y en 15 minutos, con la onda urgente de un pit stop musical que funcionó gracias a los esfuerzos de decenas de personas, el equipamiento musical al fin se completaba. Y si bien se sentía un aire de estar contrarreloj por las restricciones de horario, también hubo alivio. La música, esperada por décadas, sonaría. Y hay que decirlo, la gente jamás se inquietó o impacientó. Había esperado esto toda la vida. Eso sumó mucho.

Pudo ser “aún mejor”, pudo ser perfecto, en el sentido de que el concierto estaba pactado para tres canciones más (cancionzotas, “Dig Me”, “The Sheltering Sky” y “Red”). La vida pudo haber dictado que los instrumentos llegaran de México a las 10 de la mañana, como estaba pactado, no a las 7 p.m.; los hechos pudieron conspirar para que los instrumentos aterrizaran en escena antes de las 9 de la noche y alcanzaran las manos de sus virtuosos ejecutantes mucho antes de las 10:50 de la noche, hora a la que empezar a regar su magia.
Tocaron, y nadie allí presenté lo olvidará. Son tan grandes ellos y su equipo que hicieron su prueba de sonido con su canción de apertura, la experiencia caótica llamada “Neurótica”. Desde ahí, exceptuando muy cortos tramos saturados, sonaron fantástico.

El concierto de BEAT, el elefante imparable de una noche de rock absurda en Bogotá, fue asombroso. Vimos por una hora y treinta a cuatro músicos que, individualmente, justifican un concierto, y que tocando juntos este material de King Crimson constituyeron una memoria imborrable.
la vibra todo lo completa
Ver conciertos en Latinoamérica tiene un componente distinto, especialmente con música que en otras latitudes suele presenciarse en teatros con sillas, en un ambiente quizá más estéril, con un público más consentido que quizá ya los ha visto.
Así pues, en Latam se presentan las ocasionales demoras logísticas que hacen de un concierto más corto de lo esperado (¡check!), pero hay contracara considerable. En el Royal Center, la gente pudo bailar su Crimson y su Beat cuando quiso, pudo corear, y le cantó el Oé Oé Oé Oéee a sus ídolos. Y eso no tuvo precio. Además, ayer en Bogotá tocaron por primera vez Belew, Levin, Vai, tres músicos que sintieron el calor de la gente y la devoción por esas canciones y exploraciones sonoras. Se sintió una energía de primer encuentro que jamás se replicará (pero ojalá se repita).
En palabras de Felipe Osorio, un seguidor que los fue a ver a Orlando (donde sí tocaron el setlist completo, con intermedio incluido) y obviamente repitió en Bogotá, ver a Steve Vai disfrutando de la experiencia en el Royal, animando al público y bailando, sumó a hacer de esta una experiencia más satisfactoria. Eso y poderlo bailar.


Osorio también anotó que hubo menos errores. Porque vale anotar que son genios, pero que esta música es tan brava y emocionalmente compleja que sacarla perfecta no es de humanos. Y es fascinante verlos recomponer el camino cuando alguno toma una curva extraña. Es fascinante saberlos humanos y admirarlos aún más por eso, a metros de distancia.
momentos, todos
Con canciones de esa resonancia, cada espectador tuvo muchos picos de la noche, y qué milagro poder escoger algunos favoritos entre tantos. En lo personal, ver a Tony Levin desatar “Slepless” con sus funky fingers y devorarse con su sonido “Elephant Talk”; escuchar “Neal and Jack and Me” con un solo hermoso de Steve Vai y esa línea de voz de Adrián Belew; sentir en el cuerpo la introducion de Indiscipline por cuenta de los impactos de Danny Carey en los tambores, son hitos.
