Crónicas de Soul
Black Pumas en el Royal Center: una banda venerada y su público volaron juntos en absoluta comunión musical
Liderada por la guitarra de Adrián Quesada y propulsada por la entrega vocal y presencia física y espiritual de Eric Burton, la agrupación estadounidense regresó al país, donde dejó cuantiosos momentos memorables y revalidó su capacidad de conjurar una armonía única desde su marca psicodélica de soul.
Para quienes no los habían podido ver en sus conciertos previos en el país, que sucedieron en el marco del Festival Estéreo Picnic 2022, uno antes y otro justo después perder a Taylor Hawkins, ver a los Black Pumas era una deuda espiritual. Y lo supieron anoche. Porque fue una noche profunda y alegre, de las que limpian.
Para aquellos que habíamos vivido esa experiencia, volver era una deuda personal, porque ¿quién no quiere habitar el lado contrario al odio por casi dos horas y purificarse del ruido gris? ¿Quién se puede dar el lujo de no hacerlo?
Vivirlos anoche en vivo significó, como en aquel inolvidable y duro festival, sentir los efectos palpables de su música. Porque en cuestión de segundos, con su onda y su arte, los Black Pumas le cambian el color al aire del espacio. Lo pintan de un rojo armónico y lo llenan de un espíritu sentido y muy entretenido a la vez. Dichos efectos operan en el ámbito individual. Cada una de las personas que va cambia de cara al escuchar sus acordes y versos. Se entrega al momento. Y también operan a nivel grupal, porque surge entre la gente una energía positiva, una cadencia colectiva y una voz determinada que se integran naturalmente al espectáculo.
Eso se debe a la genial música brillantemente ejecutada, claro, pero también, en gran parte, a que Eric Burton de inmediato rompe el hielo y se hace uno con el público. En la primera canción, como un verdadero atleta olímpico, saltó la barda con su micrófono para cantar entre la gente. Los encargados de la seguridad se vieron en apuros para ir a protegerlo de su público, pero no fue necesario, pues este se comportó a la absoluta altura del momento.
Tendencias
Ver a los Black Pumas es saber que la particular música soul que crea y comparte no miente en su propia definición: tiene la capacidad de llenar el alma, de sanarla.
A las nueve y cinco minutos de la noche bogotana, ante un espacio que lució a muy buena capacidad, salieron a escena los siete músicos, contando batería, teclados, bajo, dos coristas y dos líderes: Adrián Quesada, en la virtuosa guitarra, y Eric Burton, en la voz y tanto más. Porque a su poderosa onda de frontman, que le exige la entrega y destreza física de un atleta olímpico y de un bailarín profesional, suma el plano espiritual de un chamán. Él es un canal, y con Quesada y el resto abren el portal.
A diferencia de su visita anterior al país, el grupo traía la música de su más reciente disco, Chronicles of a Diamond, del cual tocaron mucho material.
No debería sorprender, pero aun así lo hace: la curaduría y selección entre su material de dos álbumes y los dos covers que deciden tocar (“Sugar Man” y “Fast Car”) es impecable en su manera de hilvanar momentos y emociones. Sí, hubo canciones favoritas como “Touch The Sky” que no sonaron esta vez, como sí lo hicieron en 2022, pero las que vinieron en su lugar dejaron un hermoso recuerdo. Y todo refuerza el hecho de que los Pumas crean una atmósfera. El orden de los factores no altera el producto.
Abrieron con una canción que marca terreno como “Fire”, con ese aire “positivo” enmarcado en las notas oscuras del desierto. Siguieron con la gran “Old Man”, también de su LP homónimo de 2019, y luego soltaron una tanda fresca con “Ice Cream (Pay Phone)” y “Gemini Sun”, que sonaron bastante bien y en sus tramos instrumentales permitieron a Quesada demostrar su virtud en las seis cuerdas.
En algunos puntos del concierto, el sonido del guitarrista pareció desvanecerse (más allá de un cambio de cable que también se hizo necesario), pero cuando Quesada sonó como tenía que sonar, que fue la mayoría del tiempo, elevó el espectro sonoro a la estratósfera. Hubo tramos y solos en los que volándose puso a volar al Royal.
En la gran canción que fue “Know You Better”, Burton integró de bella manera al coro de la gente, y también nos presentó a las coristas, Angela Miller y Lauren Cervantes, quienes entregaron cada uno un solo. Desplegar estas increíbles voces y darles la luz y el reconocimiento que merecen es un tema necesario de normalizar, porque complementan la entrega de Burton y la hacen, entre todos, una experiencia vocal gloriosa.
Como lo cantó en su canción “More Than a Love Song”, esta es la experiencia de volar juntos. Fly Together... Fly Together...
Los Black Pumas entregaron canciones geniales, llenas de firmeza y destreza como “Mrs. Postman”. Esta la encadenaron con su digna versión de “Sugar Man”, del recientemente fallecido artista Sixto Rodríguez. Sonó también la hermosa “OCT 33″, en la que las voces de las coristas elevaron el alma.
Y llegaría uno de los momentos que la gente esperaba, cantar “Colors”. Lo hizo con potencia y corazón. Fue la última canción del primer tramo largo de concierto. A esta interpretación, los músicos le sumaron un tramo cumbiero que Burton interpretó en español, en un par de versos. “Colores favoritos, Colores favoritos, my sisters and my brothers”, cantó Eric.
Después del gran éxito, entre un agradecimiento del público que alcanzó decibeles realmente altos en su aplauso y vitoreo, se fue todo a la oscuridad no concluyente que deja entender que volverán. Pero no nos esperábamos que lo hicieran como lo hicieron.
Después de unos minutos, Burton apareció en el balcón del Royal Center, casi entre la gente del segundo piso, con su guitarra y un micrófono. Desde allá, por su cuenta, entregó su versión de “Fast Car”, de Tracy Chapman, una canción que fácilmente se ubica entre las mejores del siglo XX. No le pasa un día, y en voz de Burton fue, una vez más, intemporal y mágica de cantar en grupo.
Y para cerrar, la más contundente de su nuevo trabajo, “Rock and Roll”. Despidieron a la gente con música de alta entrega, intensidad e inventiva. Porque arranca con su piano y toma un ritmo más y más intenso, y se despliega maravillosa en sus quiebres, en las voces de estas mujeres, en lo distinta y ondulante que se va construyendo para ir, llegar, romper en un cierre potentísimo.
En la entrevista que le dio a esta revista con motivo del lanzamiento de su Chronicles of a Diamond, Quesada dijo: “Para mí no son tan importantes las letras. Para mí, cuando escuchas música y antes de oír al cantante, lo más importante es transmitir espiritualidad sonora. Me encanta cuando la música en sí te da en qué pensar o sentir, que te lleva a otro lugar; es lo que siempre trato de hacer con la música. Es decir, que cierres los ojos y que la música te transmita sensaciones, como cuando ves una película. Siempre trato de conectar con la música primero. La voz es una herramienta que conecta también, luego viene la interpretación que les des a las letras”. Sus palabras resuenan fuerte luego de verlos crear esta energía, de transportar a su público.
Se dice que, en su paso por Bogotá, los músicos de Black Pumas salieron a las calles de Bogotá, compraron música en varias tiendas, saludaron, vivieron. En su concierto, como recién se los contamos, saltaron al encuentro de la gente ipso facto, y poco tiempo después de finalizar su toque de casi dos horas, salieron a firmar autógrafos y tomarse fotos con sus seguidores.
Si acaso todo esto es fingido, si toda esta entrega y devoción a su causa de vida artística es falsa, sería un perfecto acto, porque a esta banda de músicos la humanidad le fluye bastante y naturalmente. Su misión (cumplida) es la de hacer que, por unos momentos, a todo el resto nos fluya por igual.