Cine
Carlo Chatrian, invitado ilustre de Eurocine, habla con SEMANA: “El cine toca lo que no se puede decir con palabras”
La edición actual del icónico festival, que en 2024 cumple 30 años ofreciendo miradas distintas, trae al director artístico del Festival de Berlín. Charlamos con él de la selección que trajo a Bogotá y del séptimo arte desde su particular y recorrida perspectiva.
Celebrando sus 30 años, el Festival de Cine Europeo en Colombia (Eurocine) se extiende hasta el domingo 19 de mayo, con Suecia como país invitado de honor y una selección de películas jugada e interesante en sus diversos escenarios, pagos y gratuitos, en cines y otros espacios.
Energizado por el aire que le ha dado la nueva dirección de Lucía González, el festival presenta siete secciones que exploran el panorama cinematográfico del Viejo Continente desde variados puntos de vista, culturas, lenguajes y manifestaciones. Eurocine 2024 abarca gustos amplios y piensa en distintas generaciones y geografías, con proyecciones de más de 40 películas de 20 países, en Bogotá, Medellín, Cali, Manizales, Barranquilla, Pereira, Bucaramanga, Santa Marta y Cartagena.
Parte de este nuevo aire del histórico evento viene de invitar la mirada de uno de los curadores más importantes del momento, Carlo Chatrian. Nacido en los montes de Italia en 1971, Chatrian dirige la Berlinale desde 2019 y en esta charla revela mucho de lo que viene haciendo en un trabajo del que está muy agradecido, pero que no está exento de momentos duros, como los que viene de vivir en 2024. También nos cuenta del taller que dará y de Reafirmar un punto de vista, la selección de películas que trae a Bogotá y más.
SEMANA: ¿Cómo define el cine y cómo dimensiona su importancia?
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CARLO CHATRIAN: El cine, como lo entiendo desde mi trayectoria personal, fue una manera de conectarme. Yo vengo de un pequeño pueblo en el monte de Italia, y el cine fue la manera de descubrir el mundo y su gente. Sobre su importancia, debo decir que, en el siglo XXI, el cine es una experiencia colectiva.
En principio, para mí, el cine eran las películas. Luego, habiendo trabajado como crítico y como programador, me di cuenta de que el cine le habla individualmente a cada persona, pero es una experiencia colectiva. En este momento de la historia debemos subrayar ese aspecto. Se pueden ver películas en soledad, pero ver una película con gente, con desconocidos, es otra experiencia. Eso también es cine.
SEMANA: Hace unos cuatro años, en tiempos de pandemia, parecía que el streaming llegaba a acabar con el cine y las salas. Hoy, en cuanto a producciones, parece gozar de buena salud, ¿cómo lo ve?
C.C.: La muerte del cine ha sido anunciada muchas veces. Desde los años treinta, y antes, incluso. Cuando pasaron de ser cortometrajes a largometrajes, se dijo que moriría. En los treintas, cuando con el sonido llegó la palabra, se dijo que moriría. En los años sesenta, cuando llegó la televisión, se dijo que moriría, y ahora con el streaming, igual...
Y el cine, siempre, como el ave fénix, resucita de las cenizas. Pienso, como tú, que el cine goza de buena salud. Lo digo desde mi perspectiva, que toma en cuenta lo que sucede en los festivales de cine. Porque las salas de cine aún no se recuperan del todo, en Europa. La asistencia ha mejorado con respecto a 2022 y 2023, pero no ha vuelto a los niveles que tenía antes de la pandemia. Pero soy optimista. Somos animales sociales; el cine es emoción; y compartir emoción es algo más poderoso que disfrutarla individualmente. Estando en una sala de cine, con gente alrededor tuyo, después de un rato empiezas a resonar junto con los demás. Eso es impactante.
SEMANA: Un curador y director de un festival, ¿todavía puede pensar en términos de películas favoritas?
C.C.: La mirada cambia siempre, y elegir películas favoritas es como elegir canciones favoritas: hoy hay cinco en tu cabeza, mañana hay otras cinco. Depende de tu humor, de lo que pase en tu vida personal. Y sí, hay un montón de películas con las cuáles cada persona conecta de manera más fuerte que otras, pero la mirada muta. Y por esa razón podemos ver muchas veces la misma película:, porque cada vez es un poco distinta, siempre revela algo nuevo.
SEMANA: Cómo describiría la misión de un curador de cine...
C.C.: Yo veo muchas películas, tengo una posición privilegiada. Y en este territorio tan grande y vasto del cine, me pienso como un explorador. Tomo un pedazo de ese universo vasto, lo comparto, y espero que a través de ese pedazo que mostré pueda animar a la gente a conocerlo. La misión es la de mostrar algunas películas, pero, sobre todo, que esas películas sirvan como ganchos para llevar a más gente al camino del descubrimiento.
Por eso me gusta sorprender. No mostrar la película que todo el mundo conoce. Me gusta mirar a otros lados. Y eso se refleja en la selección que hice para Eurocine. No son películas conocidas, pero cuentan de mi trayectoria. Y espero que animen a los espectadores a descubrir otras maneras de hacer cine.
SEMANA: ¿Cómo refleja su trayectoria esta curaduría de su sección?
C.C.: La idea al principio era tener una selección que naciera de un punto de vista teórico fuerte. Pero, para el público, creo que es mejor así: tener películas distintas que hablan de mi trayectoria.
Entonces, por ejemplo, Rosetta, de los Dardennes (Luc Dardenne y Jean-Pierre Dardenne), fue un gran descubrimiento personal en Cannes. Y el año siguiente fui encargado de una retrospectiva sobre los Dardennes en Milán. Por otro lado, Radu Jude ganó el Festival de Berlín con la película que traigo de él, Un polvo desafortunado o porno loco, y con él tengo una relación personal muy fuerte. Y, para mí, Johan van der Keuken fue uno de los primeros cineastas con los cuales me puse en contacto. Y escribí un libro sobre él (escribí también un libro sobre Moretti, pero él es más conocido). Por eso escogí estas películas.
Y me di cuenta de algo, pero solamente después de haber hecho la selección. Y es que el cine real (me gusta más esa palabra que documental) es más fuerte que la ficción. Y creo que en esos años después de la pandemia se recobró un sentido colectivo. La gran ficción siempre está fuerte, pero me parece que muchos espectadores, y me incluyo, necesitan una relación más fuerte con el cine real.
Y por eso miré más para ese lado, hacia el documental o la ficción con actores naturales. Porque cuando ves una película con Brad Pitt o Meryl Streep el sentimiento de la ficción es fuerte. Pero cuando ves una película como Rosetta, una ficción con una actriz que pocos conocen, el sentimiento de realidad es más fuerte.
SEMANA: Se aleja de la palabra documental, ¿por qué?
C.C.: En Italia el “documental” es algo que solo se emite por televisión, más por el lado de un reportaje, con una voz explicando todo el tiempo. Y la palabra, además, tiene la raíz “documento”, que es algo factual. Pero el cine real es más ambiguo.
Me parece que si hay una característica en el cine es la ambigüedad de la realidad. Ya sea en ficción o en documental. Cuando ves una película, no la interpretas como lo harías con palabras, porque es difícil decir lo que es. Yo veo algo y lo digo, y tú puedes decir algo un poco distinto. Para mí, tal película puede ser aspaventosa y para ti es una comedia. En la mayoría de los casos, vemos pequeñas cosas de manera distinta, en otras se trata de temas más grandes, pero siempre hay ambigüedad.
Si hay una característica en el cine es la ambigüedad de la realidad
SEMANA: En Bogotá dará un taller de curaduría y aplicará la ‘carta blanca’. Cuéntenos sobre esto...
C.C.: Esta ‘carta blanca’ es un poco la idea de hablar sobre las películas que elegí, pero también refleja mi idea para este taller, que es no llegar con una idea cerrada. Quiero escuchar lo que los participantes van a decir y a poner sobre la mesa con sus proyectos. Es más interesante para mí y para ellos. No me gusta aleccionar. Lo he hecho, pero prefiero proponer una dimensión de conversación.
SEMANA: En Eurocine, Suecia es el país invitado, ¿qué nos puede compartir de tu mirada del cine sueco del pasado y del presente?
C.C.: Sé que hay una retrospectiva de Roy Andersson, que es un realizador muy original, muy único, que me gusta muchísimo. Y su cine va un poco al revés de lo que mencioné antes, sobre el cine de lo real: porque todo en su película es ficcional, es superficcional. Se tiene la idea de estar en un cuadro simbolista.
Ahora, me preguntas sobre Suecia, y seré muy sencillo y un poco banal: el primero que viene a mi mente es Ingmar Bergman. Sus películas son maravillosas, y son de verdad evergreen, no les pasa el tiempo. Le hablan a distintas generaciones, a mujeres y hombres, de una manera muy profunda sobre algo que, de nuevo, no se puede decir con palabras. Aborda el espíritu humano, la psique, la compleja maraña de emoción, miedo, deseo, de una manera muy elegante. Fresas salvajes y Los gritos son mis favoritas, pero también está Persona…
Ahora, el cine sueco en este tiempo es muy rico. Ruben Östlund no hace películas en Suecia, lo hace desde Grecia. Fue del Mar del norte al Mediterráneo, pero en su cine guarda ese humor del norte.
SEMANA: Sobre su trabajo en el Festival de Berlín, uno de los más importantes en el mundo, inquietudes básicas: ¿cuántas películas ve al año? ¿Cómo las ve?
C.C.: Somos privilegiados, tenemos una pequeña sala de cine en nuestra oficina. En esa pantalla veo la mayoría. Si no, las veo en mi casa en una tele bastante grande. Sin llevar una cuenta muy clara, veo unas 600 películas al año.
La magia del cine está en la idea de descubrir algo nuevo
SEMANA: ¿Pierde la magia?
C.C.: Es un trabajo, así que hay casos en los que no veo toda la película. Y es un trabajo, pero tengo suerte de tenerlo. La magia del cine está en la idea de descubrir algo nuevo. Cuando empieza una película, cuando oprimes play, siempre está la esperanza de estar frente a algo así.
SEMANA: Llegó a Berlín luego de pasar por Locarno. ¿Cambio usted al festival? ¿El festival lo cambió a usted? ¿Un punto medio?
C.C.: Hay un poco de ambas cosas. Un festival no es solamente su director, es un trabajo de mucha gente, en equipo. Y en esa ciudad, se respira esa atmósfera. Tiene una influencia muy grande. Pero hay un mito del director del festival que, como en Roma antigua, da pulgares arriba o pulgares abajo para decidir qué se proyecta. No es así. Siempre hay un grupo de personas detrás de estas decisiones, que incluye además a productores, realizadores, que escucha un poco a todos, y no solamente sobre películas que ellos han hecho, otras también.
En mi caso, pienso que es un viaje, una trayectoria. Cada año aprendo algo nuevo, y soy un poco distinto a como era el año anterior, no sé si mejor o peor. Hay un poco de eso, de tener una selección también en relación a la que hubo el año anterior, porque ¡siempre falta algo!
Ahora, Locarno es un pequeño pueblo y Berlín es una capital. El público es muy distinto. En Locarno el público es muy cinéfilo, porque la gente viaja allá a ver cine. En Berlín, es posible que la gente vea solo una película al día, o dos películas en todo el festival. Hay cuatro millones de habitantes. Y digo esto porque el público siempre impacta la selección. Porque hay que pensar un poco en la gente. Distinto a Cannes y Venecia, estos dos son festivales de público, no solamente de profesionales (más allá de que Berlín tiene un mercado enorme).
SEMANA: Ha tenido contacto con grandes maestros y con jóvenes talentos en ascenso. ¿Cómo describiría esa experiencia y qué le ha dejado?
C.C.: En cada festival, el trabajo del director es el de estar siempre en una dinámica agitada. Esta me lleva a encontrarme con unas cien personas cada día. Por ejemplo, este año me hubiera gustado estar todo un día con Martin Scorsese, pero había muchas otras películas qué presentar y él también tenía cosas por hacer. Hablamos una media hora. Y hablamos entre dos eventos (siempre pasa así en los festivales). Así que es un poco difícil decir qué me ha dejado.
Lo que sí puedo decir es que en ese encuentro, con él, con Spielberg el año pasado, y así pasa también con directores más jóvenes, hay contacto con el humano... se descubre algo de sus personalidades. Scorsese es una persona muy humilde. Hay otros muy amables, otros muy extrovertidos.
En cada encuentro siempre hay una cuestión de dar y recibir. Cuando uno se encuentra un joven realizador proyectando su primera película, toda su energía también te llega a ti, de cierta manera. Con Scorsese es distinto, la experiencia de él es la que te toca. Y quedé muy impactado con su energía. Tiene 80 años y necesita estar haciendo algo, siempre. A la una de la mañana lo ves hablando con la gente. Impresionante.
SEMANA: Entiendo que es miembro de la Academia de Hollywood...
C.C.: Sí, soy uno de los... 30.000. Somos muchos...
SEMANA: Lo mencionaba porque justo en estos premios, la increíble película de Scorsese se fue en blanco...
C.C.: Esto es algo que no diré en Bogotá, porque la situación no está para eso, pero en el arte la democracia no es un buen sistema. ¡Hablo de arte solamente! Es mejor un pequeño grupo de gente, famosa o no famosa, decidiendo, antes que poner a 20.000 personas a votar. Porque así, al final, ganan las películas medianas, no las que arriesgan algo…
En el arte, la democracia no es un buen sistema...
SEMANA: Hubo una situación complicada en Berlín este año, relacionada con lo que pasa en Gaza. Hubo palabras como ‘Cease Fire’ que fueron censuradas . ¿Cómo fue navegar esas aguas turbias en las que la geopolítica y la humanidad chocaron en el festival?
C.C.: Para mí fue bastante difícil. Por un lado, entender el marco. Yo no soy alemán, soy italiano, y conozco la historia de Alemania. Y me impactó muy distinto. En Alemania, en cada alemán, hay un sentimiento de culpa muy fuerte. Nosotros, como italianos, fuimos malos en la Segunda Guerra Mundial, y al mismo tiempo, fuimos invadidos por los alemanes y luego por los estadounidenses. Y quizá por eso no tenemos ese sentimiento de culpa. Si bien la Italia fascista fue aliada de Alemania, y a la mitad de la guerra cayó Mussolini y llegaron los norteamericanos.
Todo eso para explicar la difícil situación de entender ese sentimiento de culpa. Pero yo hago el festival en Alemania, no en Italia, no en Francia ni en Colombia. Entonces se hace necesario respetar el sentimiento de un pueblo. Pero, al mismo tiempo, tuve la sensación de que el sentimiento del pueblo y el sentimiento de los políticos eran diferentes. Y eso me daba pena. Para mí, que eso pasara en un festival enfocado en el público como Berlín, me dio pena. Hay que representar al público, no solamente la idea de los políticos.
Tuve la sensación de que el sentimiento del pueblo y el sentimiento de los políticos eran diferentes. Y eso me daba pena
Fue bastante difícil. Y el final fue más difícil. Cuando las películas se acabaron, la prensa y los políticos utilizaron el festival y atacaron al festival de una manera reprochable. Y tuve entonces que, por primera vez en mi vida, que escribir unas palabras distintas a las que expresaba el festival. Porque yo siempre tengo eso claro en mi cabeza: me llamo Carlo Chatrian, tengo mi pasado, tengo mi personalidad, pero cuando trabajo como director de Berlín, soy la Berlinale, no soy solamente Carlo. Sin embargo, después del festival, cuando esa brecha se hizo demasiado amplia, escribí lo que sentía de una manera muy personal.
SEMANA: ¿Cómo escapa del trabajo?, ¿leyendo?, ¿escuchando música?, ¿viendo fútbol?
C.C.: En el séptimo arte se encuentran todas las otras artes. Para entender de cine, hay que conocer un poco de libros, de música, de artes plásticas, de teatro y más. En mi tiempo libre he leído mucho, y me gusta el fútbol, que jugué de manera muy amateur hasta que vine a Berlín (y se me acabó el tiempo). Y mi pueblo en Italia es en el monte, así que me gusta marchar en la montaña, hacer algo de ski. También salir en verano.
Para mí esta es una manera de llegar a un equilibrio. Porque cuando se ve una película hay que estar quieto, y en el tiempo libre es bueno tener algo de actividad física para oxigenar el cerebro. El deporte me gusta mucho, verlo y practicarlo cuando puedo.
SEMANA: ¿A qué equipo de fútbol le hace barra?
C.C.: ¡Eso es muy personal! Pero cuando tenía 15 años me gustaban mucho los cafeteros, ese equipo de Higuita y de Valderrama. No ganaron, pero me generaban una simpatía muy fuerte.