Cine

Charla exclusiva con Tatiana Huezo: maestra de la emoción y documentalista de mayor presente en Latinoamérica

En el marco de los Premios Platino, hablamos con la notable cineasta de raíces en El Salvador y en México, donde creció y ha florecido como una voz única. Huezo asombra con ‘El Eco’, película que le ha merecido justos y numerosos reconocimientos.

Alejandro Pérez Echeverry
10 de mayo de 2025, 4:00 a. m.
'El Eco' sigue a los niños de un pueblo, pero especialmente a sus niñas y a sus mujeres. En esta la película, la atmósfera y el paisaje son personajes. | Foto: Radiola Films / The Match Factory

En El Eco, película que le ha merecido triunfos resonantes en la Berlinale y en entregas como los Premios Ariel (a lo mejor de México) y los Premios Platino (a lo mejor de Iberoamérica), Tatiana Huezo aspiró a captar la fugacidad de la infancia, en un pueblo como ninguno, cuyo nombre da título al filme. Huezo no solo logró su cometido, desde su mirada, siguiendo a estos niños y a sus familias, sus adultos, sus abuelas, también abarcó temas de herencia, del vínculo con la tierra en la comunidad, mientras configura un retrato generacional de las mujeres campesinas de hoy.

A su manera, a su ritmo, fiel al respeto innegociable con los sujetos de filmación, pero también rompiendo sus propios formatos, la documentalista mexicosalvadoreña ha convencido al mundo de lo que muchos sabían en Latinoamérica: es un fenómeno. Esa realidad es notable si se permite ver su filmografía, de la que dos producciones se emiten en Netflix: La tempestad, un documental tan fundamental y único en sus formas que muchos documentalistas, como el suizo Jean-Cosme Delaloye, muestran a sus alumnos; y Noche de fuego, su única ficción a la fecha. Sobre su camino y su película hablamos con esta cineasta que se debe celebrar. Esto nos dijo.

 La película ratifica a Tatiana Huezo como una voz que toca las fibras del mundo entero. En su reciente paso por Colombia, se conectó con las negritudes.
La película ratifica a Tatiana Huezo como una voz que toca las fibras del mundo entero. En su reciente paso por Colombia, se conectó con las negritudes (y en su paso por Madrid, se llevó el Premio Platino a Mejor documental). | Foto: Premios Platino

SEMANA: ¿Por qué hace cine? ¿Qué vio que le hizo imposible hacer otra cosa?

Tatiana Huezo: Fueron muchas cosas. Yo creo que una de ellas es que crecí sin televisión y en el campo. Mi primera infancia fue en el campo. Me cuidaba una campesina porque mi mamá trabajaba todo el tiempo y era como una cosa de mucha libertad, de la cabeza, trabajando mucho con la imaginación. Esa es una de las semillas de tener después la necesidad de contar historias.

Me enamoré realmente del cine enfrente de una pantalla en la Cineteca Nacional, viendo películas que no eran para mi edad...

Luego me enamoré realmente del cine enfrente de una pantalla en la Cineteca Nacional, viendo películas que no eran para mi edad. Hay una muestra de cine internacional increíble en México, de la Cineteca, desde hace muchísimos años y llega cada año. Ese era uno de los gustos que mi madre se daba y, como no tenía con quién dejarme, me llevaba de contrabando. Fue muy emocionante. “¡Qué poder tan grande tiene el que está detrás de la pantalla!”, me decía yo, porque te arrastra, te puede hacer vivir cosas en la piel de otra persona. Ahí supe que quería hacer películas. Y las primeras pelis que me marcaron fueron de David Lynch. O sea, La cabeza borradora y Terciopelo azul...

“¡Qué poder tan grande tiene el que está detrás de la pantalla!”, me decía yo, porque te arrastra, te puede hacer vivir cosas en la piel de otra persona...

SEMANA: Pasó hace poco por Colombia y fue un paso veloz. Pero ¿algo de lo que vio le causó alguna inquietud?

T.H.: Fue una visita muy especial. Siento que logré tocar un poco de la identidad y del espíritu colombianos, que me cimbraron muy fuerte. No sé si puedo decir esto, porque son cosas que igual se empiezan a gestar y no siempre se materializan, pero hay semillas de algo que ojalá suceda.

Siento que logré tocar un poco de la identidad y del espíritu colombianos, que me cimbraron muy fuerte...

Y, bueno, fue como un gran encontronazo, ¿no?, con el espíritu colombiano, con los afrocolombianos, en una zona cercana al Darién, con esta cosa tan vital y tan cercana con México. Hay algo que es un espejo, ahí nos espejeamos con los colombianos. Disfruté mucho estar allá.

SEMANA: Hablando de su premiado documental El Eco, ¿qué lo une con el trabajo que había hecho antes y qué lo separa?

T.H.: Lo separan varias cosas. Formalmente, fue un reto en el que me planteé cómo hacer las cosas de otra manera. Quise distanciarme de la voz en off ya dominando, conociendo profundamente. Trabajé con la voz en off en casi todas mis pelis documentales anteriores. Y aquí dije: “No va a haber voz en off, no va a haber entrevistas”. En ese sentido, hay un cambio radical, hay una puesta en cámara distinta al resto de mis documentales, más atrevida, más cercana a un lenguaje cercano a la ficción.

Hay un cambio radical, hay una puesta en cámara distinta al resto de mis documentales, más atrevida, más cercana a un lenguaje cercano a la ficción...

Registrábamos situaciones cotidianas desde varios ángulos para poder montar luego. Y creo que el montaje de la película es muy cercano al montaje de las secuencias y situaciones de la ficción. Además, los personajes no son entrevistados, interactúan entre sí. Esos son algunos de los retos principales también, así como definir desde dónde mirar este lugar tan alucinante, tan entrañable, tan vulnerable como este pequeño pueblo.

Huezo decidió que no habría voz en off ni entrevistas. En ese sentido, hay un cambio radical, hay una puesta en cámara distinta a lo anterior en su filmografía. | Foto: Radiola Films/The Match Factory

SEMANA: Hablaba de una infancia de campo. ¿Desde cuándo decidió abordar este tema de El Eco? ¿Cuándo supo que era hora?

T.H.: Yo creo que todo está conectado en el inconsciente, y que de repente las ideas o los cables se conectan y brotan las cosas. No creo que esta película haya nacido porque yo crecí en el campo, aunque algo de eso hay. El motor principal para acercarme a esta historia era querer atrapar un pedacito del pulso que hay en este momento de la vida que es la infancia. Estoy también en medio de la crianza, de una pequeña, bueno... Estoy ahorita en duelo porque la pequeña desapareció, está entrando en la adolescencia, que es, Dios mío, un territorio demasiado intenso.

Es una peli que habla sobre crecer, sobre empezar a entender el mundo en el que habitas y sobre la herencia de los padres en los hijos...

Y justamente era eso, querer atrapar un pedacito de ese momento tan fugaz, que pasa tan rápido, que es la infancia, ¿no? Es una peli que habla sobre crecer, sobre empezar a entender el mundo en el que habitas y sobre la herencia de los padres en los hijos. Sobre el eco del lugar donde tú creces y de los papás, lo que se queda guardado en estos pequeños, que son campesinos y que heredan la enorme conciencia de lo que significa el cuidado de la tierra y de los animales para su sobrevivencia.

Tatiana Huezo, la madre, está en duelo porque su niña se volvió adolescente (y nadie se salva del torbellino emocional que ese cambio representa). | Foto: Radiola Films/The Match Factory

SEMANA: Cuéntenos sobre el trabajo con grandes y chicos, y sobre esa construcción del guion, porque parece borrar constantemente la línea entre documental y ficción.

T.H.: Mucha gente me dice que parece una ficción y no un documental, pero creo que es uno de los documentales más puros que he hecho. Fue casi un año y medio de rodaje, en distintos momentos del año, porque el cambio radical que hay en el paisaje, que cambia de una manera muy importante, define la existencia de los personajes. Era un personaje más de la película, la atmósfera, el paisaje.

Fueron cuatro años de preparación. Conocí a todos los niños del pueblo y poco a poco fui entendiendo y enamorándome, digamos, de quiénes iban a ser los protagonistas de la película.

Fueron cuatro años de preparación. Conocí a todos los niños del pueblo y poco a poco fui entendiendo y enamorándome, digamos, de quiénes iban a ser los protagonistas de la película. Nos vinculamos de una manera muy importante a las familias y a los niños. Sin esa complicidad, sin ese vínculo, la película no tendría este nivel de intimidad. Nos metimos hasta la cocina, como decimos en México, para poder atrapar momentos de vida de estas familias y de estos pequeños, muy cerca. Estamos muy cerca de ellos.

La historia mira a un pueblo campesino, sus niñas, sus mujeres, la matriarca que se va y las generaciones que vienen, que no se acomodan a los roles...
La historia mira a un pueblo campesino, sus niñas, sus mujeres, la matriarca que se va y las generaciones que vienen, que no se acomodan a los roles... | Foto: Radiola Films/The Match Factory

SEMANA: Hay un tema generacional fuerte entre mujeres.

T.H.: La peli tiene muchas capas y esa es una de las capas, ¡y yo no era consciente! Se fue construyendo sobre el camino, con esta abuela maravillosa de 97 años, que es “la primera mujer que llegó a El Eco”, según ella, ¿no? La gran matriarca. Luego están las mamás de estas niñas, que son unas guerreras; y luego están las hijas criadas por estas madres. Los niños son criados para ocupar un rol determinado en la comunidad; son educados para el ganado y cosas así.

A las niñas se las educa para las cosas del hogar. La vida de las mujeres se define muy pronto en la comunidad por la condición de ser madres. Pero estos personajes femeninos no se acomodan en su lugar, no son estáticos, se rebelan de alguna manera, cuestionan de alguna manera el rol que les ha tocado

Y a las niñas se las educa para las cosas del hogar. La vida de las mujeres se define muy pronto en la comunidad por la condición de ser madres. Pero estos personajes femeninos no se acomodan en su lugar, no son estáticos, se rebelan de alguna manera, cuestionan de alguna manera el rol que les ha tocado. Esto sucede en las madres y en las niñas. Entonces, se construye un retrato generacional de las mujeres frente a esta vida tan dura, tan hostil y tan hermosa también. Ellas están a cargo de tantas cosas, y captamos cómo se están moviendo los roles, cómo están moviendo el carácter con el que están siendo forjadas las nuevas generaciones.

SEMANA: ¿Le importa al documentalista sentir el impacto en sus películas?

T.H.: No hago las películas pensando en el impacto que puedan tener. Pero una vez que la niña camina libremente y ese impacto llega, te toca con el contacto con el público. Siempre es algo hermoso, muy rico de sentir.

"Nos vinculamos de una manera muy importante a las familias y a los niños. Sin esa complicidad, sin ese vínculo, la película no tendría este nivel de intimidad", explica Huezo. | Foto: Radiola Films / The Match Factory