CULTURA
El ‘bautismo de sangre’ de Germán Castro Caycedo
Aunque se hizo famoso como reportero y escritor de historias de no ficción, el fallecido Germán Castro Caycedo se inició en las letras como cronista taurino. Fue quien inmortalizó el relato de la grave cornada que sufrió El Cordobés en Bogotá, y que estuvo a punto de segarle la vida, en febrero de 1970.
El periodista Diego Rubio, de Los Informantes, tuvo la fortuna de haber sido el último a quien el afamado periodista y escritor colombiano Germán Castro Caycedo (Bogotá, 1940-2021) le concedió una entrevista, recién había cumplido 80 años. Allí recordó que cuando estaba en bachillerato, en el mismo liceo de Zipaquirá donde también se graduó Gabriel García Márquez, se encontró con una crónica, la cual leyó sin interrupción como cuatro veces seguidas. Allí supo que lo suyo sería ser reportero. “El reportero eterno de Colombia”, según lo definió Rubio.
Fue en los años setenta cuando su nombre hizo verdadera fama, gracias a su programa semanal de crónicas Enviado especial. Allí se patoneó Colombia, con su cámara al hombro, de norte a sur y de oriente a occidente. Según Diego Rubio, “Castro Caycedo fue el primero en sacar las entrevistas de los estudios de televisión y llevarlas hasta el mismo lugar de los hechos”. Gracias a él, el país pudo entrar en un resguardo indígena, en un campamento guerrillero y recorrer la ruta libertadora por el páramo de Pisba, la cual hizo a lomo de mula.
Pero más allá de la televisión, lo de Germán Castro Caycedo eran las letras. Antes de cumplir sus primeros siete años de edad había escrito, de su puño y letra, su primer libro, titulado Ciencias, casi que un compendio de especies de plantas y animales.
Su nombre volvió a aparecer al pie de las crónicas en la revista Deporte Gráfico, y tras su cierre, Germán Castro Caycedo comenzó una carrera como reportero en el diario El Tiempo.
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Desde entonces, casi tres generaciones completas de colombianos leyeron sus libros, que superaron la veintena. Muchos de ellos traducidos a decenas de lenguas, hasta el húngaro. Más de un millón de libros vendidos lo hicieron el autor de no ficción más leído en la historia del país. “Escribió con maestría la realidad nacional”, afirma Rubio. En aquella entrevista, Castro Caycedo aseguró que “en Colombia parece que la ficción supera a la realidad”.
Pero lo que muchos de sus lectores y seguidores desconocen es que Castro Caycedo forjó su amor por las letras y depuró su escritura desde comienzos de los sesenta, aún siendo casi un adolescente. Y lo hizo para escribir de una de sus grandes pasiones, los toros, a los que quedó enganchado desde pequeño en una novillada de pueblo.
Fue en el año 1963 cuando Germán consiguió su primer empleo. Nada menos que el cronista taurino, o corresponsal en Bogotá, de la revista española “El Ruedo”, cargo que desempeñó hasta 1971. Allí no solo tenía que dar reporte de lo que acontecía en la plaza de toros de Santamaría, sino que debía hacerlo con pluma afilada, pero también con pincel de artista, como es la tradición del género de la crónica taurina.
Su firma apareció junto a las de destacados críticos taurinos españoles, como Federico Sánchez Aguilar, primero en transmitir una corrida de toros desde Colombia para la televisión española (en 1974), o Carlos Briones. Castro Caycedo tuvo la oportunidad de escribir de las grandes figuras del toreo que desde los años sesenta se hicieron habituales en el ruedo de la Santamaría: Dominguín, Ordóñez, Cáceres, Camino, El Viti, Joselillo de Colombia, Puerta, Curro Romero, Palomo, Paquirri o El Cordobés.
Precisamente, fue con este último que Germán Castro Caycedo se consagraría como uno de los más importantes cronistas taurinos del país. El 7 de febrero de 1970, Manuel Benítez ‘El Cordobés’ tuvo que ser internado en la enfermería con su maxilar inferior derecho abierto y la tráquea al descubierto, después de una cornada que le propinó un toro de la ganadería de Achury Viejo.
El parte médico del torero, que parecía más propio de una riña callejera, salió publicado en los diarios del día siguiente. Fue un milagro que no lo degollara, habían dicho quienes salían de la enfermería para llevar las primeras noticias al callejón de la plaza.
Precisamente, Germán Castro Caycedo fue quien relató aquellos instantes de drama en la revista El Ruedo. “Entró a matar y salió despedido. ‘El Cordobés’ había quedado inmóvil en la misma cara del toro. No se podía apreciar desde la barrera el sitio exacto de la cornada, pero parecía en el cuello. En medio segundo el ruedo se llenó de toreros vestidos de luces y de paisano; de mozos de espadas, de monosabios. Mechas, con la mirada perdida en el cielo, hizo un leve movimiento y estiró los brazos, luego quedó rígido como los muertos. Tenía la cara impresionantemente blanca, transparente, y los ojos muy abiertos. Como los de los búhos. Comenzó el “trasteo” con el hombre a cuestas camino de la enfermería, pero llegando a los medios, el toro buscó el tumulto y las asistencias dejaron caer pesadamente al torero herido. A su lado solamente quedó un hombre: el ayuda de su mozo de espadas. Cuando el toro estaba solo a dos metros, ‘Pegajoso’ –así le dicen al salvador– lo fijó bien (de pie), y cuando el toro quiso meter la cabeza para llevárselo, se lanzó a tierra, poniendo su pecho sobre el de ‘El Cordobés’. El toro pasó por encima de los dos. Este fue el quite generoso que se comentó, posiblemente más que la misma cornada del día sábado”.
Por si fuera poco, y gracias a su agudo olfato periodístico (porque el sentido del olfato lo perdió en un viaje a Rusia), Castro Caycedo se coló en la enfermería de la plaza y sus ojos fueron testigos de los instantes de angustia en los que el torero fue atendido por los médicos.
Aquel relato quedó inmortalizado en la crónica titulada “Cinco minutos de locura en la enfermería”, la cual fue publicada en el diario bogotano El Tiempo. En los toros, se dice “bautismo de sangre” a la primera cornada que recibe un torero. Para Castro Caycedo, una cornada fue la que hizo célebre su pluma taurina.
Ese texto, como la mayoría de su ‘obra taurina’, ha sido recuperada por Diego Caballero, exnovillero y director del portal de información taurina Puerta Grande (www.puertagrande.net), y uno de los escritores del libro de los 90 años de la plaza de toros de Bogotá que está próximo a salir a las librerías. “Desde hace muchos años se dejó de escribir de toros como en aquella época”, dice Caballero, al señalar que fragmentos de las crónicas de Castro Caycedo forman parte del libro.
Tras consolidar su trayectoria como periodista y escritor, Germán Castro nunca se alejó del palco de prensa, en el sector de sombra del callejón de la Santamaría, detrás del burladero de matadores.
En los años noventa, el bogotano criado en Zipaquirá fue corresponsal taurino del diario El País de España y, como las corridas en Bogotá se realizaban en pleno invierno español, sus crónicas eran la referencia obligada de los aficionados que buscaban información taurina en el diario más importante de habla hispana.
Castro Caycedo fue quien narró para España la época dorada del toreo colombiano, la que coincidió con el dominio del bogotano César Rincón como máxima figura del toreo. Roberto Domínguez, Enrique Ponce, Joselito, José Tomás, Manzanares, El Juli, Roca Rey fueron algunos de los grandes maestros de la tauromaquia que el escritor colombiano registró en sus crónicas.
Como era habitual en algunos de los más importantes cronistas colombianos, como Hernando Santos Castillo, quien fuera director de El Tiempo, Castro Caycedo también apostó y apoyó a jóvenes promesas del toreo. Uno de ellos en particular, Nelson Segura, nacido en Villapinzón, el último pueblo al norte de Cundinamarca y donde nace el río Bogotá, a quien precisamente vio en 1981 cuando aún era un niño torero, en el tradicional festival que organizaba Fedetaurinas en el ruedo de la Santamaría. Se mantuvo al tanto de su carrera, incluso en España, donde tomó la alternativa en 1987, y también le mandó voces de aliento cuando los triunfos eran esquivos y los sueños parecían esfumarse.
Por eso, Castro Caycedo fue quien sacó pecho, pavoneándose, cuando en la temporada de 1997, en la Santamaría de Bogotá, Nelson salió a hombros cortando tres orejas, nada menos que ante los españoles Juan Mora y Javier Conde, y frente a toros de Ernesto Gutiérrez Arango. Y posteriormente, cuando Nelson, en el mismo ruedo, repitió salida a hombros incluso alternando con figuras del toreo más curtidos que él, como sucedió en la temporada de 1999, ante Enrique Ponce y José Tomás con toros españoles de El Capea.
La última fotografía que se conoce de Germán Castro Caycedo en el callejón de la plaza de toros de Bogotá fue capturada el 22 de enero de 2017, cuando el ruedo de la primera plaza del país se reabrió tras los cinco años que permaneció clausurado por la administración de Gustavo Petro.
Allí compartió palco con otro de los más importantes cronistas taurinos de los últimos años en el país, Alfredo Molano, quien se adelantó hace dos años, también por la embestida del toro negro del cáncer.
El pasado jueves, el país y el mundo periodístico en general lamentaron la muerte silenciosa del “reportero eterno”, también la afición taurina, que en adelante se privará de quien ha sido y será uno de los mejores cronistas colombianos del arte que inventara Pedro Romero, hace más de 300 años.