Música
Estéreo Picnic 2024: crónica de una apertura histórica en el Parque Simón Bolívar en la que el rock reinó, pero no acaparó
Las guitarras y las estridencias fueron una bienvenida corriente dominante, con Limp Bizkit y King Gizzard’ destrozando positivamente expectativas para meterse entre los históricos. Pero hubo conciertos de muchos colores, en este primer día de FEP, que rayó con la perfección en su noble nuevo hogar y que sonó supersónico.
No fue un día de Rock al Parque, esta apertura del Festival Estéreo Picnic 2024, pero no era tan impensable confundirse, porque en el jueves 22 de marzo, en Parque Simón Bolívar, hubo rock “a la lata” y fue nada menos que maravilloso.
Hubo rock, un montón, de varios tipos, entregado en presentaciones que, casi en su totalidad, superaron las altas expectativas. Porque Hozier, quien algo de rock tiene en su propuesta folk y soul, superó expectativas; escuché de buena fuente que Leisure superó de lejos sus expectativas; sé que King Gizzard fue mucho más increíble y osado de lo que prometía ser, que era muchísimo.
También escuché cómo Future Islands no le hizo caso al sonido de otro concierto (del marciano Jared Leto), que se colaba en su tarima, y entregó su espectáculo con una devoción performática notable y una unidad sonora que no imaginé tan asombrosa. Hay shows que cambian perspectivas. Después de sentirlos en vivo, los escucharé desde un nuevo respeto y la memoria de lo que me hicieron sentir y no esperaba sentir.
Además, viví cómo Limp Bizkit llenó de riffs memorablemente masivos un concierto que muchísima más gente de lo imaginado había esperado, por más de 25 años. La banda eliminó cualquier posibilidad de quejas, fue absoluta en abrir la cancha exclusivamente al asombro, y hay pocos sentimientos tan bellos en esta tierra como ese. “Cinco estrellas, excelente servicio”, dice el sticker. Eso fue Limp Bizkit.
Tendencias
Lejos de esa imagen destructiva del Woodstock 99′, los de Fred Durst (que confesó que la altura le estaba pateando el trasero, pero que entregó un histórico rumbón rockero de todas formas) llenaron de buena onda el espacio atiborrado del escenario Adidas, que saltó tanto que se sintió el temblor. Durst y sus muchachos honraron a la audiencia, a la que le agradecieron genuinamente y repetidamente su presencia, en este primer y probablemente último encuentro. Y si no hay más, queda la certeza de que el que hubo dio sopa y seco.
Wes Borland, teatrero nato, salió a tocar su guitarra con una máscara increíble, que bien podía provenir de sueños o de pesadillas; y llenó el espacio con su talento, capaz de doblar espaldas a puro groove. Pero la banda es banda: el bajista y el baterista son claves para hacerla esa aplanadora indiscutible, completando una perfecta y pesada cohesión. Y, para cerrar, DJ Lethal añade una genial capa de sonido, curaduría, scratches y mezclas que lo elevan todo. Lo aligeran, lo dinamizan, lo inspiran. Fue un conciertazo. ¿Quizá era más adecuado en el escenario grande?, la cantidad de gente que asistió hace pensar que sí, pero siempre hay sacrificios que el festival tiene que hacer y seguramente este fue uno de ellos.
Lo de King Gizzard se venía esperando por años, y no dejaron dudas de por qué. En su hora de música abarcaron, como lo haría una tormenta, todos los géneros en los que incursionan. Y, en su prolífica naturaleza, estos parecen ser todos los géneros del rock. Los australianos abarcan desde lo cuasi funk hasta lo progresivo y pesado y lo mezclan de manera tan desfachatada que revela el hilo conductor de la brillantez colectiva. Conciben juntos una descarga asombrosa e infatigable, que fluye entre lo sabroso y lo sesudamente pesado, y lo lanzan sin pedir permiso. Y todo lo terminan con una obra maestra, una canción perfecta, entre esos dos polos y alguito de soul.
En los King Gizzard & the Lizard Wizard hay un líder, pero todos demuestran ser ridículamente talentosos; todos cantan increíble cuando les toca; todos suman a ese muro de sonido que una vez se presencia no se olvida nunca, imposible. Y cómo sonaron, ¡qué sonido tan bárbaro y tan bien aprovechado! Otro conciertazo del que fuimos testigos afortunados.
Esta predominancia rockera hace rato no sucedía y vale recalcar que si resultó histórica fue por los artistas y por ese sonido impresionante que ya anotamos. Y salió de todas las tarimas. Brillaron los bajos, se revelaron más matices, y así lo que rockea, rockea el triple. Es un factor que solo se puede dimensionar cuando atraviesa el cuerpo y la cabeza, y es un diferencial de este festival. Hay que estar vivo para sentirlo y saber lo especial que es.
Sí, se le extrañó a Paramore, porque los “Kings of Frío” la tenían muy difícil después de la vara tan alta y energética que habían dejado actos como King Gizzard, Future Islands y Limp Bizkit, pero no importó. El cartel se desarrolló de manera tan innegablemente contundente, satisfactoria, superadora de expectativas, que inspiró al gozo. Y el tiempo seco sumó su cuota. Porque el pronóstico decía que llovería fuerte, pero llovió un poco al principio de la tarde y dejó de hacerlo justo cuando dio inicio el festival. Y cuando la luna se abrió paso entre las nubes y se estableció, dando su luz generosa, se supo que la noche terminaría seca.
Poderosa cuota inicial
El FEP 2024 inició con una nota muy sentida y bella del cantautor Lucas Hill, en el escenario Adidas. Con su hermosa guitarra y bella voz, acompañado de los dos músicos de Rizomagic, entregó un gran show, que no solo sonó muy bonito, también empató profundamente con visuales muy bien logradas, emotivas y emocionales, llenas de alma y muestra de una estética de aplauso.
Mi recorrido me llevó luego al Escenario CeraVe, a ver a la genial banda de sangre pastusa pero origen bogotano, a la que entrevistamos, y que entregó un enorme concierto: BUHA 2030. Si bien algunas voces cercanas aseguraron que su show en Rock al Parque “fue mejor”, los vimos en vivo por primera vez no hacemos caso y quedamos muy satisfechos. En el que era el Día Mundial de la Poesía, su cantante Gabriela Ponce dejó unas cuantas líneas de expresión, y cerró manifestando su defensa al espacio en estos festivales de las músicas marginales como las que ellos hacen tan bien. Como lo habían planeado, sumaron a integrantes de su cabildo artístico a la experiencia, y mientras unos apoyaron cantando, otras apoyaron bailando.
Luego vino Hozier, que sumó una bella banda con coristas soul y grandes músicos para reforzar esos latidos que caracterizan a su arte. Y luego se cimentó la ola rockera con bandas como 30 Seconds to Mars, de Jared Leto, siempre figura, y Kings of Leon, bandas que, muy personalmente, siento les fluye una emoción sonora que me parece prefabricada. Pero sé de decenas de miles que no piensan como yo. Así es esto…
Más música, más géneros y más hitos
Lo que entregó ZHU fue espectacular. Un sonido contundente, unos quiebres. Escuché que Bad Gyal ofreció un concierto único, y es muy emocionante sentir esa curaduría tomando forma en tiempo real. Confieso que tenía mayores expectativas para Floating Points, pero quizá es culpa de ZHU por dejar la vara tan elevada con su voz y sus beats profundos que mueven al que sea. Y bien por esa vara elevada. Conciertazo.
Notas de logística
*No puedo hablar por las muchas personas que asistieron al festival (32.000 almas asistieron), pero sí puedo hablar desde lo que viví en el primer día del octavo Estéreo Picnic sobre el cual escribo. De lejos fue el más cómodo. Era de imaginarse, pero qué lindo fue vivirlo. Lo fue por lejos, y fluyó incluso cuando cayó la noche y llegó el grueso de la gente y la Plaza se vio más cerca a estar atestada.
*Usada de manera invertida esta vez, la Plaza (Escenario Johnny Walker, le llaman) luce maravillosamente. Ofrece un golpe de ojo tremendo a lo lejos y congrega masa y energía de cerca.
*Ya para el momento en el que había caído la noche, se había confirmado que la lluvia solo había asustado con chubascos en la tarde. Lo confirmó la luna que se abrió paso valiente hasta dar sombra incluso. En el Simón también se suman los aviones que lo sobrevuelan y ofrecen una bella y coincidencial circunstancia.
*La logística de entradas de público tuvo su momento normal de saturación al golpe de las siete de la noche, cuando comenzó a llegar la masa. Y, más allá de la mucha gente que llegó, el parque probó de nuevo ser un lugar noble desde sus senderos y sus pastos y desde sus espacios.
*El sonido de la tarima principal llegará inevitablemente a las otras tarimas, especialmente a la CeraVe. Sucedió mientras tocaban al tiempo 30 Seconds to Mars y Future Islands. Fue admirable lo de Future Islands, que no se quejó una vez y se aseguró de que mientras tocaran, su sonido envolviera absolutamente. Eso hizo.
*Los baños de discapacitados se bloquearon casi apenas a las dos horas de festival. Y eso es muy extraño.
*Sepa que los combos de comida ahora no incluyen bebida, así que ya sabe, hay que sumarle una platica al combo si quiere una bebida.
*El chorrito de agua y el bar de agua son opciones maravillosas. Siempre hay agua gratuita a la mano, que vale la pena llegar temprano para referenciar en sus rutas. Gran idea que hay que mantener.
*Hay señal de celular, como nunca la solía haber en este evento, hay señal de celular. No inmediata, pero funciona. La contracara de este detalle es que mucha más gente aleja los ojos de la tarima para scrollear cualquier carajada en su móvil.
*Llegar a la casa desde el festival en 40 minutos fue una realidad casi surrealista para algunos de nosotros. Seguramente no lo fue para todos, pero lograrlo pintó una sonrisa gigante en mi cara. Aún recuerdo el Picnic 2014, en el Parque 222, en el que pasé casi seis horas saliendo del parqueadero, en una noche de gran música con Nine Inch Nails pero de mucho barro y caos… el tipo de caos que no se siente ahora.
Qué viene
Lo que vienen serán tres días más que seguramente serán un éxito. Lo que arranca así de bien, debe terminar mejor incluso. Y hay con qué. El viernes, por lo pronto, presenta temprano a artistas colombianos valiosísimos, de propuestas muy distintas como la jazzista (o, mejor, la improvisadora) Anamaría Oramas y un talento de la electrónica colombiana que se proyecta desde el Reino Unido como OKRAA. No se los pierda. ¡Llegar temprano paga!