Sin rodeos. Comparativamente, el quinto show de Iron Maiden en Colombia es más costoso que en el resto de la región, y por cuenta de ese hecho se ha atacado a los empresarios. Cada cuál tiene derecho a su opinión. Y es normal que la mayoría de reacciones sean emocionales y dolidas; esta banda mueve pasiones profundas y no poder verla desencadena una frustración casi irracional. Lo cierto es que, a veces se puede y a veces no... esa es la ley de la vida en capitalismo.

Iron Maiden ha venido cuatro veces a Colombia y volverá una quinta, el 11 de octubre de 2026, al Vive Claro, celebrando sus cincuenta años. Serán sus shows más costosos a la fecha. Pero en medio de esta ola de conciertos se olvida que ver a Maiden no deja de ser un privilegio. Es un cometa que pasa. Porque muchos vivimos en carne propia ese tiempo en el que una sola visita parecía imposible; y ese tiempo lo viven hoy millones de personas alrededor del mundo que aman a Maiden pero jamás los verán en su ciudad. ¿Siempre será asequible? Los hechos recientes dicen que no. Siempre será una fortuna, sin duda.

Nadie está en este negocio de los conciertos por caridad. Y por obvio que sea, no se puede desestimar lo que significa para un empresario que el evento le sea rentable (con las apuestas sobre cuántos y quiénes llegarán y los riesgos que estas acarrean).
Algunos conciertos específicos cuadran la caja de decenas de otros shows que no arrastran tanto. ¿Le tocó al maidenero arrastrar al resto esta vez? Es posible. Eso, o que las proyecciones de mercado lanzaron que se podía apuntar a otro nivel socioeconómico; o que el costo de traerlos aquí era, por algún motivo mayor. Teorías todas.
La realidad es que vuelven estos seis monstruos a tocar música de sus primeros nueve álbumes. Se sumarán más memorias a la leyenda de Maiden en Bogotá.

Se suele pensar que Maiden en Colombia “ha llenado siempre”, pero no es cierto. Traer a los íconos británicos liderados por Steve Harris ha sido una experiencia de globos y un enorme ladrillo (por la asistencia, nunca por la banda, que siempre ha sido excepcional).
Luego de los primeros (e históricos) conciertos en el Parque Simón Bolívar, tras décadas de espera, en 2008 y 2009, se pensó que esta audiencia era incondicional, como las de Chile, Argentina y Brasil. Pero en el tercer concierto, en 2011, esa idea quedó en el papel. La boleta no era costosa, y llegaron tan pocas personas que aún se hace increíble. Y entonces se dio de nueva una distancia. Y trece años pasaron antes de su triunfal regreso al Campín, cerrando por lo alto un histórico noviembre de 2024 en la capital, que inició con Paul McCartney y sumó el paso de The Smahing Pumpkins, Franz Ferdinand y Toto.

Para ese cuarto concierto de Maiden en 2024, después de trece años, las boletas volaron. No es el caso esta vez. Las boletas no han volado. Y ese es el riesgo que corre el empresario cuando eleva los precios (o, incluso, cuando a un publico oscilante como el colombiano se le trae a su banda favorita con ‘solo’ dos años de distancia).
Pero este será un partido largo. Hay meses por delante. Ante el descontento de la mucha gente que se ve en dificultades para pagar la boleta, no es consuelo, pero hay diez meses para lograr algo. Move Concerts ha traído cinco veces a su banda favorita. Una se fue costosa. Y si la apuesta no les resulta, serán los primeros afectados. Esta no es una ciencia exacta.

Ahora, si se da que usted allá afuera no puede, es difícil quejarse con el mismo promotor le dio la oportunidad de ver a Iron Maiden en El Campín, hace apenas dos años. Eso no es menor. Antes del concierto fundacional 2008 habían pasado más de 30 años de no verlos. Y quizá nos hemos malacostumbrado. No siempre se va poder traer a Maiden, cada dos años, y hacerlo asequible.
Históricamente, la banda suele ser muy cuidadosa con los precios que cobra. Esta vez a Colombia le tocó pagar más. ¿Se justifica? Esa es una pregunta supremamente personal, una que la manada no puede hacerse ni responder. Cada uno de ustedes allá afuera sabe lo que le significa sentir en la entraña a estas leyendas tocando sus himnos en vivo (enlace con el setlist).


¿Por qué ahí?, dicen...
Otros ataques a este genial regreso de Maiden vienen por cuenta del escenario escogido para el concierto, el Vive Claro, al que se le critica hasta que se le experimenta. Porque, indudablemente, desde su apertura tuvo muchos temas por mejorar, pero los ha abordado. Para la muestra, la tribuna ya se lo goza como la gente de campo (puede que sople más viento, eso sí). El temblereque que al principio asustó a algunos ha sido controlado en situaciones de serio rock.
¿Es más cercano el Vive Claro que El Campín para quienes están lejos? Sin duda que lo es, pero sigue siendo un espacio para 40.000 personas. No todos verán cerca. Buenas pantallas y sonido de primer nivel compensan, y si se va a disfrutar de un artista que se late en el corazón, no hay pierde.

Claro, ojalá no llueva, ojalá no haya barrial a la entrada y salida, pero el concierto sonará y se verá a la perfección, como ha sucedido con muchísimos shows, como Green Day, Linkin Park, como Guns n’ Roses, como Shakira.
Y si los reparos son de cuestión personal, éticos, la decisión de no participar es la ruta respetable. La fiesta que es Maiden en vivo, el privilegio de poderlos ver en su gira de 50 años, cuesta más esta vez. La verá quien pueda. El capitalismo es salvaje y ni la banda más querida por el West Ham United se salva. ¿Cuánto le vale a usted la memoria de ver Seventh Son of a Seventh Son en vivo? Oasis y AC/DC por acá no pasaron. No se puede tomar nada de esto por sentado.

Amor a Maiden, no todo justifica...
Los hechos dejan claro que el público de Maiden, en su mayoría, es mera pasión y gozo, pero que también tiene facciones radicales y vergonzosas (que no solo se esfumaron en 2011, antes hicieron una costumbre de portarse malintencionadamente).
En 2008, en esa emocional primera visita, cientos trataron de colarse a la brava e hicieron del ambiente pesado, en el que ni siquiera se pudieron apagar las luces completamente y la música sonó apagada. En el segundo, en 2009, miles hicieron llover botellas mientras tumbaban la barda entre tribunas. Avanzaron sin importarles si atropellaban o lastimaban a alguien. Eso no es metal. Eso no es Maiden. Y se da que un público así de desconsiderado es el primero en denunciar “¡desconsideración!”.

Ese concierto empezó a las 8:50 de la noche, una hora atípica, para detener esa avanzada humana que pudo haber tenido repercusiones trágicas...
Maiden saltó a escena, y fue tan increíblemente avasallador y perfecto durante en todo ese concierto, que hechizó a todo presente de principio a fin. La memoria amarga de una tragedia evitada quedó sepultada por la rima del viejo marinero, con el sonido y la pirotecnia que merecían darnos y merecíamos recibir, y la vibra de ese combo de hombres que son felices tocando su música en vivo y que para nuestra fortuna siguen vivos para hacerlo.
La única baja es la de Nicko McBrain, quien desde sobrevivir a un derrame cerebral decidió retirarse de los shows. El icónico baterista se despidió de Bogotá en 2024, y la ciudad coreó su nombre.


Después del chasco de 2011 (que, de todas maneras, varios miles disfrutamos de manera íntima con una de las bandas de nuestra vida), en ese 2024, en El Campín, la armonía fue muy potente (con hitos como la increíble Alexander The Great). Ahora es el turno del Vive Claro. Allá, “cuestre lo que cuestre” (como diría el fallecido don Rodrigo Díaz de Carreras), es hora de hacer una memoria a la altura del 50 aniversario de la bestia.










