Cine
‘Joy Ride’ (Locas en apuros): una búsqueda de identidad con humor ‘a calzón quitao’ que ilustra el valor de las amistades
El carisma de sus protagonistas y la química entre ellas, a lo largo de un viaje insólito entre Estados Unidos, varias ciudades y campos de China y Corea del Sur, hacen de esta comedia una experiencia muy entretenida, liberadora, y con más corazón del esperado.
Como lo demuestran las personajes de esta película, nadie parece lograrla del todo en esta tierra, algo hace falta siempre… y si algo se avanza, porque la vida sucede y se enfrenta, para bien, para mal y para lo que venga, es gracias a las amigas.
En el caso de Audrey (Ashley Park), el personaje “central” de la película, incluso con el trabajo perfecto en un bufete de abogados, esta joven mujer asiática, rodeada de colegas hombres y blancos, juega a tratar de encajar. Adoptada por padres estadounidenses, no tiene claro qué es y proyecta lo que siente que su jefe (interpretado por Timothy Simons, brillante en la serie Veep) apreciará. Parece, pues, más gringa que los gringos. ¿Habla chino? No. Y no es pecado, pero cuando le encargan ir a China a cerrar un negocio gigante, la hará pedir ayuda.
Al borde de sus treintas, esta niña creció sobresaliendo en todo para que nadie se fijara en sus rasgos físicos en un pueblo en el que la hacían diferente. Y lo logró. El éxito profesional es suyo y la promesa de un futuro aún más brillante la espera si logra cerrar el negocio importantísimo en China. Audrey ama a sus padres adoptivos, pero siente un vacío asociado a saber quiénes eran sus padres biológicos y por qué la entregaron. Esas preguntas las sepultó para seguir adelante, pero guarda una foto en la que su madre biológica la carga, de bebé. La piensa.
¿Cómo sobrevivió esa niña asiática “nerda” en un pueblo de gente blanca? No lo hizo sola. Encontró una amiga del alma en Lolo, una china que con sus padres se mudó a ese mismo pueblo de Estados Unidos. Se conocieron y se hicieron “uña y mugre” (en una linda escena). Y cuando los comentarios y actitudes racistas aparecían, e inevitablemente aparecían, Lolo montaba la barrera de protección para hacer sentir a Audrey que no estaba sola, que no estaban solas.
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Lolo llegó con sus padres a Estados Unidos, y creció sabiendo muy bien de dónde venía y qué era, hablando chino, hablando inglés. A sus 29 años, no es “exitosa” en ese tradicional sentido de la palabra: está colgada de plata y vive con su amiga para ahorrarse un dinero mientras logra darle vuelo a su arte erótico (que a sus padres y a la sociedad escandaliza tanto, y que hace para “poner sobre la mesa la conversación y derribar tabús sobre sexualidad”). Lolo acompañará a Audrey a China, para servirle de intérprete, ayudarle a traducir lo necesario y sellar ese negocio que le cambiará la vida.
Audrey es metódica, Lolo es espontánea, y es desde ese contraste notable que esta película cobra fuerza. Interpretada por la actriz china Sherry Cola, Lolo es una fuerza natural, irresistible desde su carisma y desde sus actitudes más genuinas, que irrumpen en el universo controlado de Audrey y que terminan por descarrilar (o encarrilar) ese viaje que narra la película y cambia sus vidas.
Lolo es, pues, el factor disruptivo en un viaje programado como un formal ida y vuelta, pero hay más personajes en este viaje. Porque en China se encuentran con Kat, una vieja amiga de la universidad de Audrey, una famosa actriz a quien Lolo no soporta. Kat, prometida de un galán a quien le asegura que llegará virgen al matrimonio, sabiendo que en la universidad aprendió a amar del sexo y a practicarlo asiduamente, demuestra que actúa en el trabajo tanto como en la vida real. Interpretada por Stephanie Hsu, Kat trata de ocultar su pasado para mantener su carrera y su matrimonio a flote, pero por cuenta de los efectos de esta aventura que emprenden juntas ve todo estallarle espectacularmente en la cara (y en otros lugares).
El personaje rompe de manera osada con lo que Hsu logró en la fantástica Everything, Everywhere All At Once, que le mereció la nominación al premio Óscar, y ratifica el gran momento de la actriz nacida en California, que también dejó una huella poderosa en The Marvelous Mrs. Maisel.
Por último, para completar el grupo, está Deadeye, una prima de Lolo, joven fanática de BTS y fiel integrante de su ARMY (su devoto grupo de seguidoras y seguidores, no solo capaz de luchar por buenas causas a nivel global sino de impactarlas), que se une al viaje inesperadamente y lo marca poderosamente. Deadeye es una de esas personas que hacen comentarios francos, sin pensarlo demasiado y sin mucho filtro; así como abrazan y expresan cariño o dolor, como les nace. Por eso, parece no encajar en el mundo, ni en su familia, ni en este grupo, pero demuestra constantemente tener el corazón en el lugar correcto. Al personaje, interpretado por la comediante Sabrina Wu, la define su amor por la boyband coreana, y mucho de lo que su arco explora es si esa onda que propaga online, es retribuida. ¿Es capaz esa armada virtual de seguidores de BTS traducir el apoyo por fuera de las redes e internet? Joy Ride ofrece una respuesta.
Estas son las cuatro protagonistas de una comedia que tiene más corazón del que parece, que explora la cuestión de la identidad a varios niveles, que desde una perspectiva de Hollywood asiático le presenta a su audiencia a China con otros ojos muy distintos a los de la geopolítica. Porque nos lleva a una China profunda, tanto urbana como rural, de tradición y de sentido comunitario, sin tintes políticos. Y es refrescante ver esa representación.
También es valiosa la manera en la que pone de presente las paradojas sobre una mujer que en Estados Unidos es china, que en China es estadounidense, y que termina, por cuestiones del destino, descubriendo otra vuelta de tuerca más con respecto a su origen. Y solo cuando desenreda su propia ecuación desordenada, entiende qué camino seguir y qué aliadas son esenciales para caminarlo.
En lo que a la comedia remite, y sí que es una comedia, desde su llegada a China las cuatro ven cómo la rueda se descarrila, especialmente cuando aparece alcohol en el panorama. Las referencias a The Hangover son obligadas, porque sí hay episodios de fiesta, rumba, drogas, liberación sexual, y sí hay chistes que haría el más osado de su grupo de amigos, pero se separa de esa saga desde el corazón que demuestra y su exploración a la identidad y a la amistad, que se nutre de la locura de las situaciones.
Dirigida por la guionista de Crazy Rich Asians y de Raya and the Last Dragon, Adele Lim, recomendamos esta película que ofrece una alternativa distinta a Barbie y a Oppenheimer, que pone el foco en la importancia de resolver la identidad propia y, desde una aventura irrepetible y demente, rinde homenaje a las amistades, la imprescindible familia que se escoge.