La candela sigue viva, la vida de Totó la Momposina

Este año que cierra, Colombia testifica la despedida, inevitable como todas, de su chamana mayor, su gloria en la globalización y sabia de la tribu. El escenario del Festival Petronio Álvarez, dedicado por lo general a la exposición de propuestas sonoras del Pacífico, supo que, si no iba a ser ahora, no sería nunca. Y ahí estuvo doña Sonia Bazanta Vides, del brazo de dos de sus alumnas más avezadas, demostrando cómo la voz, el arte y la tradición le pueden ganar a la enfermedad.

Entre esa y su presentación en el Cordillera Fest, la familia Bazanta Vides anunció de manera escueta en redes sociales, acaso porque no habrá suficientes palabras para hacer menos certero al destino, que para Totó la Momposina había llegado “el momento de retirarse de los escenarios después de su larga carrera artística”.

Larga y, añadiríamos, ejemplar. Larga como el camino que separa a su natal Talaigua Nuevo de su patio de crianza en el barrio Restrepo en Bogotá. Ejemplar como su perfeccionamiento en los bailes cantados al regresar por aquellos territorios, ya adolescente, y lo que habría de venir después. La joven hija de doña Livia Vides, quien iniciara cantando temas de la tradición infantil latinoamericana en la Radio Nacional de Colombia, transitó regiones, luego países, hasta convertirse en nuestra representante en el universo de la world music y en una suerte de presencia tutelar del sonido colombiano por más de medio siglo.

Así la describe Patricia Iriarte en su celebrado libro Totó, nuestra diva descalza, cuya segunda edición, corregida y aumentada, se publicó este año, en conjunción con el corte de coleta de la artista: “Esta mujer de rostro esculpido en el mestizaje, de fuertes pómulos, ojos rasgados, fulgurante risa y una frondosa mata de cabello que no se deja someter por el turbante, viene equipada desde hace muchas vidas para hacer vibrar el mundo con su voz”.

Los discos, los videos, la lectura de su libro biográfico pero, sobre todo, el aura matriarcal que deja como legado postrero de su paso por el mundo, harán menos dolorosa la ausencia.