Música
La Tadeo, escenario de la temporada de conciertos de música de cámara en Bogotá
Una temporada para llenar un vacío endémico de la vida musical. Por Emilio Sanmiguel.
Como ocurre siempre con estos asuntos, se trata de una quijotada. Es una iniciativa de dos músicos que por el camino se extraviaron, Mauricio Peña, que estudió canto en los Estados Unidos y terminó dirigiendo por años la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango; Sandra Meluk, que colgó el arco del violín, instrumento que estudió en la Universidad Javeriana, para dedicarse a la gestión en entidades como el Teatro Mayor, se les ha ocurrido organizar una temporada dedicada exclusivamente a la música de cámara, filón inagotable del repertorio que, para algunos, contiene la mayor cantidad de obras maestras de la historia.
Porque no hay que decirse mentiras, salvo la música sinfónica, que en el caso de Bogotá está satisfactoriamente cubierta por el sistema de la Filarmónica (mejor no insistir en la patética realidad de una orquesta sin el instrumento fundamental: una sede), lo demás anda a trancas y a mochas. Se hace ópera, pero, en el sentido profesional de la palabra, no hay temporada porque no hay compañía. Salvo el caso de Cali, con Incolballet, con el ballet pasa lo mismo. Y así sucesivamente.
La paradoja se da entre esta realidad y la de la profesionalización de la música en Colombia. Porque durante las últimas décadas, a los tradicionales conservatorios de Bogotá, Cali, Medellín e Ibagué, se han venido sumando la mayor parte de las universidades importantes del país, que han creado facultades y programas de música que cada seis meses gradúan cientos de músicos que enfrentan la realidad de un mercado laboral que no crece en la misma proporción.
A esos jóvenes, que se han empeñado en no abandonar su sueño de ejercer su arte, es que han enfilado sus baterías Meluk y Peña con esta iniciativa que, de entrada, cuenta ya con el apoyo decidido de la Fundación para el Desarrollo Universitario, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
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La Tadeo cuenta con el Auditorio Fabio Lozano Simonelli, que es el instrumento indispensable para acoger la quijotada: un auditorio para música de cámara, en el centro de Bogotá, equidistante entre el norte y el sur, con las facilidades de accesibilidad y confort que debería demandar el desarrollo de una temporada musical.
Música de cámara, programas y protagonistas
Originalmente, el término da camera se acuñó durante el renacimiento y los inicios del barroco para marcar una diferencia con la música para la iglesia y para el teatro. Sin entrar en pormenores, obras escritas para agrupaciones instrumentales que, por línea general, no superan los diez instrumentos. Para una historia corta, había dos vertientes, composiciones escritas para el disfrute de los compositores, con colegas o familiares, y la demandada por los aristócratas, que formaba parte del decorado de los salones, medio parecida a la “música de los consultorios”.
Con los antecedentes gloriosos de Corelli, Händel o Bach durante el barroco, el punto de inflexión se dio en la segunda mitad del siglo XVIII con Franz Joseph Haydn, porque su patrón, el príncipe Esterházy, adoraba la música y favoreció que su compositor personal dejara para la posteridad centenares de composiciones magistrales y, sobre todo, creara casi de la nada la joya de la corona, el cuarteto de cuerdas, alfa y omega de la música de cámara, máxima invención de solidaridad instrumental y vehículo único para que los grandes maestros, Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Brahms, Debussy o Ravel legaran obras maestras.
Si el cuarteto es la máxima expresión camerística, las posibilidades instrumentales son casi infinitas: dúos, tríos, cuartetos, quintetos para todas las combinaciones imaginables, un filón que los compositores no han dejado pasar inadvertido y que va de la mano con posibilidades insospechadas en materia de expresión: desde la íntima confesión de los últimos cuartetos de Beethoven, pasando por las obras de espíritu sinfónico de Robert Schumann hasta las de Ravel o Debussy, que son, en sí mismas, manifiestos de una manera de entender el quehacer artístico.
Los programas, siempre en viernes en la noche (el primero ya se desarrolló con éxito la noche del 10 de febrero), son producto de una elaborada filigrana que mezcla repertorio “clásico” con piezas novedosas, una importante cuota de compositores latinoamericanos y casi, sin excepción, la oportunidad de disfrutar, al menos de una obra colombiana.
Así, por ejemplo, el viernes 12 de mayo, el Bogotá Piano Trío ofrecerá una de las cumbres absolutas del género: el Trío n.º 2 op. 100, de Franz Schubert, mezclado con el Elegíaco, de Sergéi Rachmaninov, y el En si menor del cartagenero Adolfo Mejía.
El programa del 21 de abril es, en el buen sentido de la palabra, un salto al vacío protagonizado por el vibráfono de Eduardo Caicedo en repertorio contemporáneo: El trompo para vibráfono y cinta magnetofónica, de Gabriela Ortiz; Interzones para la misma combinación, de Bruce Hamilton, y An Economy of Means para vibráfono “preparado”, de Robert Honstein.
Que tamaña quijotada deje de serlo va a depender de dos factores. El primero, aparentemente, el más sencillo, la acogida del público. Sencillo, porque el de Bogotá suele ser un público bastante receptivo a las apuestas novedosas, como ya lo ha demostrado el Mambo-Filarmónico, la Filarmónica en el Museo de Arte Moderno los últimos domingos de cada mes con música contemporánea. El segundo es, quizá, el determinante: que la empresa privada apoye, aprovechando el atractivo fiscal del 160 por ciento de exención de impuestos; aquí el problema es la casi nula tradición de mecenazgo en Colombia.
De ello, a la final, dependerá que la música de cámara encuentre un nicho en la vida musical de Bogotá y que, con el tiempo, Meluk y Peña logren llevar su música a las ciudades del país que cuentan con la infraestructura de salas adecuadas.
Programación para el Auditorio Lozano Simonelli, de la Tadeo Lozano
Concierto 1, febrero 10 (ya realizado): Sergei Sichkov, piano.Obras de Rachmaninov, Escobar, Villalobos, Martinus.
Concierto 2, marzo 10: Tamás Balla, oboe · Beatriz Batista, piano. Obras de Rachmaninov, Atehortúa, Kalliwoda, Bartók, Parra, Saint-Saëns
Concierto 3, abril 21: Eduardo Caicedo, percusión. Obras de Ortiz, Hamilton, Honstein.
Concierto 4, mayo 12: Bogotá Piano Trío. Violín, violoncello, piano. Obras de Mejía, Rachmaninov, Schubert.
Concierto 5, julio 28: Eduardo Caicedo, percusión. Obras de Ortiz, Hamilton, Honstein.sala, Rachmaninov, Lutosławski, Inghelbrecht, Rachmaninov, Borne.
Concierto 6, agosto 11: Ana Ruge, soprano. Juan David Mora, piano.Obras de Puccini, Schubert, Debussy, Turina, Atehortúa, Guilardi, Villa-Lobos.
Concierto 7, septiembre 1: Cuarteto Q-Arte. Obras de Rachmaninov, Piazzolla, Noguera, Ginastera.
Concierto 8, septiembre 29: Dúo Villa-Lobos. Violoncello y guitarra. Obras de Tchaikovski, Rachmaninov, Ginastera, Zenamon, Ravel, Guevara, Atehortúa, Falla.
Concierto 9, octubre 27: La sociedad. Ensamble contemporáneo. Obras de López Marín, Delgado, Bertrán, Díaz, Copland.