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“Las historias muestran cómo se transforma el mundo”: Jaime E. Manrique, padre de Bogoshorts y señor de los cortos
Con motivo de la edición 22 de Bogoshorts - Festival de Cortos de Bogotá, que entre el 3 y el 10 de diciembre se desata en la capital, bombardeamos con preguntas al director del evento, una figura fundamental para el cortometraje en Colombia. Esta es su visión del festival, del formato y del cine colombiano.
Siempre es un momento especial, cuando se acerca Bogoshorts, por la amplia mirada que propone, por la perseverancia y la curaduría jugada que lo han hecho el festival más importante de cortos a nivel latinoamericano y el sexto a nivel mundial (que no es poco, todo lo contrario). Para celebrar la edición 22 de su historia, charlamos con Jaime E. Manrique, el señor de los cortos y padre de este magno evento que desde la Cinemateca de Bogotá y otros espacios capitalinos estalla durante una semana como ninguna. Esto nos dijo.
SEMANA: Háblenos de lo fundamental que es el corto para el séptimo arte...
Jaime E. Manrique: El cortometraje es la base de cualquier cinematografía, porque a diferencia de las otras artes, el cine tiene unas implicaciones de costos a niveles técnicos e industriales que hace que sea demasiado complejo económicamente que todos hagan películas. Los cortometrajes se vuelven la pista de pruebas en muchos sentidos. Y hay que entender también al formato corto como formato autónomo. No solo es el camino para llegar hacia un largo o para trabajar en una serie, tiene un fin y un sentido. Desde esa perspectiva, desde la necesidad industrial que se requiere, para que crezcan los realizadores, para que puedan comprobar su capacidad autoral, para que entren a las lógicas de un mercado (que es muy agresivo), los cortos se vuelven la posibilidad. Y al mismo tiempo les revela elementos sobre cómo funciona toda esa industria, todo ese ejercicio.
Los cortometrajes tienen una flexibilidad para seguir conectando a la gente con historias del mundo
Otro elemento que hace fundamental a los cortos es que en un mundo que cada vez consume audiovisuales más rápido, donde la gente tiene menos tiempo, donde hay una multiplicidad de pantallas para el consumo y la gente decide en qué tipo de dispositivos ve, si va a una sala de cine o si ve en su computadora, en el televisor de su casa o en el celular, los cortometrajes tienen una flexibilidad para seguir conectando a la gente con historias del mundo. Se vuelven además un poco un menú de degustación de sabores para que la gente no vea siempre lo mismo: el corto le abre la perspectiva a la audiencia sobre cómo acercarse a un consumo cinematográfico más diverso.
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SEMANA: ¿Cómo han cambiado estos 22 años de festival su manera de ver el cine y cómo ha cambiado su manera de ver el cine al festival?
J.M.: En estos 22 años, el festival ha comprendido el valor de los realizadores emergentes y entendido que la forma más pura de acercamiento al cine se encuentra en aquellos que están todavía en un proceso de enamoramiento real y no solamente angustiados por sus egos y por sus deseos de éxito (qué es lo que pasa a medida que los realizadores van avanzando en sus carreras y en sus procesos). Esto ha hecho darme cuenta de que tiene todo el sentido del mundo enfocar todas las energías en darles el mayor foco de atención posible a las semillas, digamos, al sembrado de una cinematografía.
Al mismo tiempo, ese es un cambio que se retroalimenta: como encuentro más importancia en el corto entonces expando más caminos para poder potenciarlo, conectarlo internacionalmente, entregar más herramientas, y a medida que eso sucede mi visión misma del cine también se va transformando. Sobre todo en la medida en que me interesan más los procesos primigenios, los procesos de arranque. Creo que lo que ha sucedido en estos 22 años, en las dos vías, es una retroalimentación continua a partir de las miradas, si se quiere más jóvenes, que se van teniendo sobre el cine y que me van manteniendo un arte completamente vivo. Lo que me pasa a mí, a medida que sigo viendo y viendo cortos, es darme cuenta del valor inagotable de todo el universo audiovisual y de cómo existen todavía muchísimas perspectivas para explorar. Y cómo, además, en una cinematografía como la nuestra en Colombia, tenemos un camino gigantesco por desarrollar.
SEMANA: Se le percibe jugado, zafado, vanguardista. ¿Cómo describiría usted el evento en 2024?
J.M.: Lo definiría como un evento con tres aristas: pensado, comprometido y entretenido. Es pensado porque cada uno de los elementos que nosotros sumamos al festival no son aleatorios, desde el momento en que decidimos las fechas del evento donde se encuentra en la semana en donde se celebra la Santa Lucía en el mundo, que es del símbolo del festival, desde que se abre la convocatoria y se cierra en fechas que son fundamentales para Bogotá, el 9 de abril del bogotazo y el 6 de agosto del cumpleaños de Bogotá; desde cómo pensamos la narrativa detrás de todo el ejercicio y el storytelling de lo que el evento tiene. Comprometido en la medida en que cree en un cine posible para Colombia y para Latinoamérica, que tenga capacidad de competencia mundial, y ese compromiso hace que enfoquemos muchos esfuerzos, que deberían ser incluso más, en alimentar la producción, la distribución y los diferentes elementos de la cadena. Entretenido porque cada vez que hacemos la selección pensamos en el público, pensamos en que pueda venir a pasar un buen momento, entendiendo que el cortometraje no es ese trabajo de estudiantes de mala calidad que le suelen vender con la idea del cortometraje, sino que son obras absolutamente profesionales de muchos rincones del mundo pero que además le abren la perspectiva a pensar nuevas cosas, y creemos que pensar es entretenido Entonces eso serían los tres elementos de la personalidad del evento.
SEMANA: 22 Bogoshorts, ¿qué hará distinta esta edición de las anteriores?
J.M.: Creo que en los festivales de cine todas las ediciones son absolutamente diferentes, cuando nosotros vemos la competencia, o las secciones paralelas, o los especiales, nos damos cuenta de que el mundo cambió y que esos cambios se ven reflejados en las historias que la gente está contando alrededor del planeta. Y eso lo refleja la selección de Bogoshorts. Mirando en elementos muy particulares de la programación, creería que hay dos puntos claves: reforzamos el ejercicio de la formación, de la pedagogía, y abrimos toda una categoría con cuatro laboratorios llamada WorkShorts, es decir, los workshops de Bogoshorts, en los que abordamos temas como la crítica cinematográfica, la adaptación literaria, la creación de cine de animación, y los convertimos en talleres profundos de más de 20 horas de trabajo durante el festival, con una perspectiva teórico-práctica, y eso va a ser un punto que llega para quedarse en el festival, pero que es una novedad este año. Adicionalmente, tomamos una decisión importante, hacer un foco en Palestina. Creemos que en la Franja de Gaza está sucediendo un genocidio. No nos ponemos de ninguno de los dos lados particulares, sino desde la perspectiva humana, esto no debería estar sucediendo. No nos importa ninguna mirada desde una lógica política, nos importa hacer una reflexión sobre la locura humana, y la guerra es una de esas condiciones complejas de la humanidad que nos revela la locura y lo que somos capaces de hacer por nuestras historias que nos contamos y nuestros egos, y esas historias implican religiones, territorios, países, muchas cosas. Y creo que hacer un foco allí es importante para el festival y para invitar al público a una reflexión más profunda..
SEMANA: Cortos imperdibles e invitados a tener en cuenta (son muchos, lo sabemos)...
J.M.: Es muy, muy difícil, pero voy a ir de forma muy concreta con más bien un corto en dos secciones. Un día de mayo, es un cortometraje que pasó por la Incubadora de Bogoshorts, que es uno de los componentes del mercado de cortos; se finalizó este año y tiene uno de los resultados más especiales dentro de lo mucho que se hace en el corto colombiano. Forma parte de la competencia, y con eso los invito a ver toda la Competencia Nacional. También está Los juegos de Korinco, un cortometraje que hacemos en coproducción entre Bogoshorts (Bogotá), el festival Minikino en Indonesia (Bali) y el festival SESIFF de Corea (Seúl), donde tres grupos de niños de esos tres diferentes países producen un cortometraje animado. Hicimos una primera versión el año pasado y llega la segunda versión y se presenta en la sección Chiquishorts.
Y amo nuestra sección Colecciones, porque permite que exista una conexión a partir de diferentes temas, con unos agrupamientos particulares de cortos. Este año retomamos una colección que habíamos hecho hace algunos años, y viene este año muy fuerte: es una colección desde el fútbol. Todo el entorno del fútbol que tiene tantas aristas para explorar, lo veremos desde muchos ángulos en esa colección de cortos.
SEMANA: ¿Cómo dimensiona el impacto de Bogoshorts como plataforma de la escena cinematográfica nacional y latinoamericana?
J.M.: Cuando nosotros comenzamos a pensar este festival, y a medida que ha ido evolucionando, el norte de dignificar el formato corto nos guía todo el tiempo. Los cortos no son los hijos menores del largo, de las series, o de otros formatos. El cine nace a través del corto, las primeras obras son cortometrajes y del desarrollo del lenguaje se da a partir de los cortos. Sin cortos no existiría todo lo que vemos en el espectro audiovisual. Hemos logrado que el cortometraje se ponga en la agenda de los medios, que el cortometraje entre en el diálogo cultural, que el corto colombiano circule en los más grandes escenarios del cine del mundo. Construimos un movimiento a lo largo de todo el año y creo que eso esencialmente produce una mayor conexión con las audiencias. Y la gente que está comenzando con sus cortos siente que tiene un evento que la respalda, donde puede evolucionar sus procesos. Eso definitivamente cambia, modifica y fortalece la escena cinematográfica de Colombia. En la escena latinoamericana e incluso iberoamericana hemos logrado que nuestro mercado se vuelva una apuesta, porque vamos más allá de la cercanía del territorio, sino en la cercanía lingüística.
SEMANA: Bogoshorts es más que proyección de cortometrajes. ¿Qué otras aristas lo hacen único?
J.M.: Uno de los puntos más fuertes de Bogoshorts es que no es solamente un festival de cine: es un festival en el que el cine es una excusa para conectarse con las otras artes. Bogoshorts, más que proyección de cortometrajes, tiene además un mercado del corto (el BFM, Bogoshorts Film Market), el único en América Latina, y eso ya hace una gran diferencia. Pero a eso se le suma que para nosotros es importante, por ejemplo, la literatura, y entonces tenemos una noche que celebra la existencia de una obra tan poderosa como Frankenstein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley. Y cuando cumplió su centenario, hace ocho años, armamos ‘La noche Frankenstein’ en la Media Torta, para conectar cortos de terror y suspenso con una banda musical, entonces esa relación se expande a la música. Tenemos un trabajo con la gastronomía desde hace varios años, una serie de chefs leen los cortometrajes en formato de comida para que la gente pueda ir a una función especial a saborear los cortos. A eso se le suman ejercicios en los que tenemos exposiciones, que este año están muy centradas en diseño gráfico relacionado con el cine y la creación o la creatividad, pero que en otros años ha sumado la fotografía o el arte plástico. Y creemos que eso es lo que tiene que hacer un evento sin importar cuál sea su carácter particular, extender lazos de diálogo con otros puntos del arte.
SEMANA: ¿Dialoga el festival con temáticas específicas como la llegada inteligencia artificial u otras temáticas de actual importancia?
J.M.: A medida que van pasando los años, el festival tiene claro que se tiene que convertir en un pulso constante de lo que está pasando en el mundo. Ya hablé del caso de Palestina; es decir tenemos una guerra sucediendo en este momento y tenemos unos cortos que se refieren a esa guerra. En el caso de la Inteligencia artificial creemos que ha habido acercamientos demasiado limitados, por no decir en otros casos mediocres, de parte de otros festivales y eventos audiovisuales, al tema de la Inteligencia artificial. Nosotros queremos hacerlo desde una perspectiva pedagógica, y es cómo entregamos herramientas a los realizadores audiovisuales para que usen la Inteligencia artificial a su favor, y las ignorancias que se construyen a partir del miedo y del desconocimiento no nos alejen de una serie de avances posibilidades y oportunidades que nos deberían hacer sencillamente evolucionar más rápido, y en ese sentido vamos a trabajar un laboratorio específicamente en esa dirección.
SEMANA: Siempre se dice que el cine se va a acabar… lo cierto es que, como mínimo, sí se transforma. ¿Hacia dónde va el cine?
J.M.: Yo creo que el cine nunca se va a acabar. El cine no es solamente el acto de ir a ver una película en una sala durante dos horas, el cine es una cosa muchísimo más amplia. El cine es un ejercicio de pensamiento desde las imágenes. Es como quien dijera que la música se va a acabar porque se pararon los conciertos. ¡No! Se para una forma de consumo, se transforma una forma de acercamiento de parte de las audiencias, pero no se acaba el cine. Al contrario, lo que le está sucediendo al cine es que evoluciona en su lenguaje, evoluciona en sus técnicas y evoluciona en sus posibilidades a través de la tecnología y lo que vamos a ver, esencialmente sin poder definir con exactitud hacia dónde va el consumo cinematográfico, es que va a ser un consumo cinematográfico que se transforma. Y quienes trabajamos desde el lado del cine tenemos que ser suficientemente flexibles para no creer que dependemos solamente de la exhibición en sala oscura para que el cine exista. Tenemos que entender que, en la medida en que haya una transformación cultural, una transformación de consumos, una transformación de formas de socialización de las audiencias, también habrá una transformación de todo lo que el cine implica. Pero seguirá existiendo, cada vez más fuerte.
SEMANA: ¿Qué peligros y oportunidades siente en los cambios recientes de las convocatorias del FDC?
J.M.: Es claro que una cinematografía regional que sigue consolidando una audiencia que no es solamente para el entretenimiento de la gente sino también para la construcción de memoria, es una cinematografía que tiene una dependencia de los mecanismos que construye el estado para hacerla posible. En esa medida siempre que esos mecanismos sean debilitados, ya sea porque no existe el dinero, porque los gobiernos no entienden su importancia, porque no existen los gestores idóneos, será siempre un peligro. Sin embargo creo que lo que está sucediendo en el FDC, al respecto de la reducción del recaudo de la cuota parafiscal, que es la que sostiene los estímulos, es un llamado de atención. Es un peligro evidentemente, pero es un llamado de atención que se vuelve una oportunidad para tomar medidas radicales sobre la forma en que ese fondo debe estar financiado, y cómo requiere de otras fuentes adicionales.
Una perspectiva nos ha limitado mucho, creer que el corto solamente son esas obras que van a los festivales en las secciones de los grandes eventos cinematográficos. Hay cortometraje en Realidad Virtual hay videoclips, hay cortometraje periodístico, hay cortometraje de entretenimiento, informativo...
Y en ese camino tiene que entenderse que el cortometraje además debe volverse una industria y que desde el FDC tiene que haber un impulso cada vez más contundente para que lo pensemos como industria. Si es un fondo para el desarrollo cinematográfico desarrollar el cine, implica pensar en sembrar primero antes de recoger y el lugar donde se siembra en una cinematografía es en el corto. Pero además, creo que una perspectiva que nos ha limitado mucho es creer que el corto solamente son esas obras que van a los festivales en las secciones de los grandes eventos cinematográficos. Hay cortometraje en Realidad Virtual hay videoclips, hay cortometraje periodístico, hay cortometraje de entretenimiento, informativo, lo que consumimos en las redes todo el tiempo son cortos, seguramente no todos desde la perspectiva del lenguaje cinematográfico pero todos hacen parte de las Industrias del corto y tenemos que entender eso desde una dimensión macro para que podamos seguir construyendo una industria que sea cada vez más sólida y que incluso le traiga beneficios al mismo fondo que la alimenta y la hace posible.
SEMANA: ¿Cómo siente la salud de la industria del cine nacional?
J.M.: El cine colombiano es un cine frágil, es un cine que está en un proceso de crecimiento. Dentro de su camino histórico este es uno de los momentos en donde ha venido más fuerte por la existencia de los instrumentos legales que han permitido la creación del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC), o la fortaleza de la política pública del Ministerio de Cultura y, sobre todo, la continuidad de Proimágenes; y, en ese sentido, creo que tenemos una estructura institucional sólida. Sin embargo, esa estructura institucional tiene que entrar en un diálogo de actualización también con las formas de consumo, y creo que ahí es donde hay una ligera fractura que es posible solucionar.
Y seguramente, en medio de que siempre estamos frágiles, estamos en uno de los momentos más sólidos de esa fragilidad; históricamente, en la última década o dos décadas. Pero tenemos que encontrar los mecanismos para poder generar mayores conexiones con la audiencia y creo que ahí es necesario una reflexión de parte de los cineastas al respecto de sus historias: no es una responsabilidad del público, es una responsabilidad de quienes desde la condición de autores deben entender también cómo establecen un diálogo coherente y de interés.