Cultura y relaciones

Las pistas que ofrece la literatura sobre la infidelidad y el revuelo que provoca

La tradición literaria revela que la traición íntima nunca es realmente privada, al romper un contrato social; y también revela un inquietante desequilibrio de género.

Jason Wang * The Conversation
28 de julio de 2025, 7:15 p. m.
Coldplay
Chris Martin y Guy Berryman de Coldplay en el Glastonbury Festival 2021. | Foto: Anna Barclay for Glastonbury Fes

La escena en el estadio Gillette de Massachusetts el 16 de julio estaba llena de ironía.

Durante el segmento del concierto de Coldplay en el que las cámaras recorren el público, la pantalla gigante enfocó a Andy Byron, entonces director ejecutivo de la empresa de datos Astronomer, abrazando a Kristin Cabot, directora de recursos humanos de la empresa. Ambos están casados con otras personas.

El momento, capturado en vídeo y ampliamente difundido en las redes sociales, muestra a la pareja retrocediendo bruscamente cuando el cantante de Coldplay, Chris Martin, dice: “O están teniendo una aventura o son muy tímidos”.

El comentario de Martin, aparentemente ligero en ese momento, rápidamente adquirió un tono diferente cuando los detectives de Internet identificaron a la pareja y descubrieron sus funciones en la empresa y su estado civil. En cuestión de días, tanto Byron como Cabot han dimitido de sus puestos.

Este hecho plantea una pregunta más profunda: ¿por qué la infidelidad, especialmente entre los poderosos, provoca tal revuelo público? La tradición literaria ofrece algunas pistas: la traición íntima nunca es realmente privada. Rompe un contrato social implícito y exige el escrutinio de la comunidad para restaurar la confianza.

Cuando la confianza se desmorona públicamente

La noción de “identidad narrativa” del filósofo francés Paul Ricoeur sugiere que damos sentido a nuestras vidas percibiéndolas como si fueran historias. Las promesas que hacemos (y rompemos) se convierten en capítulos de nuestra identidad y en la base sobre la que los demás depositan su confianza. La traición rompe el marco que une los votos privados con los roles públicos; sin ese vínculo, la confianza se desmorona.

La exposición de Byron en el estadio convirtió un voto matrimonial en un símbolo de integridad profesional. La traición pública magnifica la indignación pública porque los líderes simbolizan la estabilidad; sus fallos personales se reflejan inevitablemente en sus instituciones.

Cuando la junta directiva de Astronomer declaró que “no había estado a la altura” del nivel esperado, lamentaba el colapso de la integridad narrativa de Byron y, por extensión, la de su empresa.

Esta idea, que la moralidad privada sustenta el orden público, no es nueva. En Las Leyes, el filósofo griego Platón describió el adulterio como un desorden que socava la familia y el Estado. El filósofo romano Séneca lo calificó de traición a la naturaleza, mientras que el estadista Cicerón advirtió que romper la fides (confianza) corroe los lazos cívicos.

El coste social de la infidelidad en la literatura

La literatura rara vez limita la infidelidad al dormitorio; sus ondas expansivas fracturan comunidades.

La idea de la “consciencia colectiva” sostiene que las normas morales compartidas crean “solidaridad social”. Como demuestra la literatura, las violaciones de estas normas socavan inevitablemente la confianza comunitaria.

Portada del libro Anna Karénina, de Lev Tolstói. Penguin Libros
Portada del libro Anna Karénina, de Lev Tolstói. | Foto: Penguin Libros

Anna Karénina, de León Tolstói (1875-77), dramatiza la fractura social que provoca la traición. La aventura de Anna con el conde Vronsky no solo desafía las convenciones morales, sino que desestabiliza las normas aristocráticas que antes sustentaban su estatus.

A medida que el escándalo la lleva al ostracismo, Anna llora la pérdida de su mundo, dándose cuenta demasiado tarde de que “la posición que disfrutaba en la sociedad… era muy valiosa para ella… [y] no podía ser más fuerte de lo que era”.

En Madame Bovary (1857), las aventuras extramatrimoniales de Emma Bovary desentrañan las redes de su pueblo provinciano, convirtiendo el anhelo privado de lujo y romance en un contagio público.

Nathaniel Hawthorne, en La letra escarlata (1850), lo deja claro: la “A” escarlata de su protagonista Hester Prynne convierte su pecado en un drama cívico. La humillación pública en el cadalso, sugiere la novela, delimita los límites morales y busca restaurar el orden social, un proceso que prefigura los actuales “censores digitales”, donde los momentos virales someten a los individuos al juicio masivo en línea y a la condena pública.

Migajas domésticas y patibulos digitales

Las narrativas contemporáneas cambian el escenario, pero mantienen el mismo principio: la traición devasta los rituales mundanos que construyen la confianza.

Portada de Se acabó el pastel, de Nora Ephron. Anagrama
Portada de Se acabó el pastel, de Nora Ephron. | Foto: Anagrama

La novela autobiográfica de Nora Ephron Se acabó el pastel (1983), basada en el fracaso de su propio matrimonio con el periodista de investigación Carl Bernstein, convierte la vida doméstica en un arma.

La protagonista de Se acabó el pastel, Rachel Samstat, expresa sus emociones a través de recetas: la “vinagreta”, como símbolo de intimidad y traición; el “estofado de Lillian Hellman”, como intento de alcanzar la estabilidad doméstica, y la “tarta de lima”, que lanza a su marido, se convierten en símbolos de una vida destrozada por la infidelidad pública.

La sátira de Ephron, posteriormente adaptada al cine, anticipa nuestra era digital de exposición, en la que el dolor privado alimenta el consumo y el juicio públicos.

Departamento de especulaciones, de Jenny Offill (2014), que se inspira en su propia vida, muestra otra perspectiva: la traición como una erosión silenciosa.

Portada de Departamento de especulaciones, de Jenny Offill. Libros del Asteroide
Portada de Departamento de especulaciones, de Jenny Offill. | Foto: Libros del Asteroide

Offill nunca describe la infidelidad de forma directa; en su lugar, las ausencias del marido, sus silencios y una referencia casual a “otra persona” crean un temor sofocante. Esta indirecta muestra que el poder de la traición reside en su potencial latente, que desmantela lentamente una vida construida sobre la confianza antes de que se produzca ningún acto manifiesto.

Ambas obras subrayan el impacto de la traición en la conciencia colectiva: una mentira fractura una familia tan profundamente como la indiscreción de un director ejecutivo erosiona la confianza institucional. El poder magnifica las consecuencias al convertir los fracasos privados en símbolos públicos de fragilidad. Incluso la traición oculta envenena los rituales compartidos que unen a cualquier grupo, haciendo insostenible la noción de “privado” mucho antes de que se revele públicamente.

Los límites del poder

La literatura reconoce el barniz protector del poder frente a las consecuencias, así como sus límites.

La Trilogía del deseo, de Theodore Dreiser, inspirada en el magnate Charles Yerkes durante la Edad Dorada de Estados Unidos, narra el ascenso del financiero Frank Cowperwood, cuyo poder lo protege… hasta que deja de hacerlo. Incluso su vasto imperio se muestra vulnerable cuando su adulterio sale a la luz. Las mismas redes que lo custodiaban comienzan a desconfiar de él.

Aunque muchos críticos de la élite están ellos mismos comprometidos moralmente en la trilogía, la transgresión de Cowperwood se convierte en un arma para desacreditarlo. Su breve exilio demuestra que el poder puede aplazar, pero no borrar, el precio de la traición. Una vez que se rompe la confianza, incluso los poderosos se convierten en un lastre. No caen con menos frecuencia, solo de forma más llamativa.

El género también influye en la configuración de estas narrativas. Los protagonistas masculinos como Cowperwood resurgen como trágicos antihéroes, y sus fallos morales se reconvierten en defectos de carácter. Por el contrario, las mujeres –pensemos en Emma Bovary, de Flaubert, o Hester Prynne, de Hawthorne– son tachadas de figuras aleccionadoras, y sus transgresiones son estigmatizadas en lugar de mitificadas.

Este desequilibrio en la asignación de consecuencias revela un juicio social más profundo: aunque la confianza rota exige reparación, el camino hacia la restauración suele depender del género del transgresor.

El ojo que todo lo ve

Desde los salones de Tolstói hasta el scroll de TikTok, la literatura no ofrece refugio alguno frente a las repercusiones de la traición. Cuando la confianza privada se fractura de forma visible, se activan los reflejos comunitarios.

Las letras escarlatas, el exilio o la dimisión de un director ejecutivo tienen como objetivo sanar la confianza colectiva. La pantalla gigante, como el cadalso de Hester, es el último instrumento de este antiguo teatro de la exposición.

Pantallas gigantes. Andamios. El mismo sistema operativo. La misma vergüenza.

*Postdoctoral Fellow, Modern Literature and Culture Research Centre, Toronto Metropolitan University.

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