Literatura
“Los libros son grandes sobrevivientes”: habla en SEMANA Irene Vallejo, una de las grandes invitadas a la FILBo 2024
La española conversó con SEMANA sobre el estupor que aún le genera haberse convertido en una de las autoras más leídas del mundo y por qué cree que los libros están lejos de llegar a su última página.
SEMANA: ¿Qué impresión se llevó de su visita al Chocó?
Irene Vallejo: Fue una experiencia impresionante. Llegué por invitación de la escritora Velia Vidal para conocer un trabajo comunitario que hacen con mediadores de lectura de esa región y que transforman vidas, pues a través de los libros los niños pueden soñar, se imaginan estudiando en la universidad o con otras alternativas. Es un proyecto que necesita hacerse visible en Europa para seguir mostrando el poder de los libros. Es una gran enseñanza del Chocó para el mundo.
SEMANA: Su gran pasión han sido los libros, que se refleja bien en su aclamada obra El infinito en un junco. ¿Le gusta leer en otros formatos?
I.V.: Tengo dispositivos para libros que son difíciles de conseguir en físico. En ese sentido, me parece maravilloso el Kindle, que permite acceso también a libros descatalogados o para cuando viajas y no puedes llevar el libro físico, o para quienes tienen problemas de escucha cuentan con la opción de los audiolibros. Pero cuando lees en esos formatos se pierde esa magia del olor, de acariciar las hojas, de las dedicatorias, el placer de pedirle a un autor una firma, o preservar un libro antiguo que nuestra familia ha conservado por generaciones. En mi caso, guardo libros de mis abuelos, que fueron maestros rurales. Por eso, un libro de papel siempre me parecerá más hermoso. Y los científicos han demostrado que cuando leemos en papel retenemos más la información.
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SEMANA: ¿Qué opina de esos profetas que vaticinan el fin de los libros físicos?
I.V.: Lo curioso es que es un pronóstico que se viene escuchando desde hace siglos. Pero la realidad es que los libros son grandes sobrevivientes, pese a que desde hace siglos se les quiere expedir el certificado de defunción, pero nadie resucita mejor que ellos. En los momentos históricos en los que hay una gran revolución tecnológica, como la llegada de internet, es cuando aparecen más vaticinios de este tipo. Hay que tomarse a esos profetas con prudencia, porque, pese a la fragilidad de los libros, siempre habrá lectores que los busquen, que los compren, y personas que los censuren, no quieran que accedamos a ellos y quieran ver arder hogueras de libros.
SEMANA: ¿Le asusta la inteligencia artificial con su capacidad asombrosa de producir textos?
I.V.: En medio de todo soy optimista. Siempre las innovaciones tecnológicas nos asustarán, pero hay que dejar que esas tecnologías se decanten y se regulen. Lo que me parece preocupante de la IA es que se estén descargando textos sin respeto a los derechos de autor. Porque eso es lo que hace la IA: plagiar textos para luego poder plagiar la información y el estilo de alguien más. Son reelaboraciones de textos ya existentes y eso no les da mucho futuro para que puedan ser el origen de obras literarias. Eso urge regularlo. Son textos sin alma, sin innovación, no son fiables. Y por eso nunca podrán sustituir a un escritor, a un periodista, a un traductor. Una herramienta que no es fiable no podrá ser útil.
SEMANA: ¿Le ha pasado?
I.V.: Todo el tiempo. Veo contenidos de la IA citando libros que no he escrito, que me ponen en lugares que nunca he visitado. Es una herramienta que te atribuye hasta posiciones políticas y discursos que tú no tienes. Y eso es peligroso porque puede dañar una reputación.
SEMANA: A Bogotá llegó para presentar Alguien habló de nosotros, su más reciente libro, sobre el que había mucha expectativa después de su best seller mundial, El infinito en un junco.
I.V.: Siempre será grata la respuesta de los lectores. Porque cuando publicas un nuevo libro no sabes en realidad qué va a pasar. Te lo digo yo que durante una década, antes de El infinito en un junco, que aún se sigue publicando, publiqué otros libros en editoriales independientes de España que llegaban a un público reducido en Aragón y los alrededores de mi ciudad, Zaragoza. Conozco lo que es tener pocos lectores. Entonces, que alguien se tome el trabajo de leer lo que escribes es un regalo de la vida.
SEMANA: Es que ni al más ingenioso de los guionistas se le hubiera ocurrido que un ensayo sobre la historia de los libros se convirtiera en un fenómeno mundial.
I.V.: Aún me genera perplejidad. El infinito en un junco lleva 40 ediciones solo en España. Lo que se cuenta en el libro parecían temas que poco le interesaban a la gente: la historia del libro, las humanidades. Temas que durante años gente a mi alrededor me decía que le parecía una rareza que les diera tanto valor. Me decían que eso no le interesaba a nadie. Yo pensaba que era una rara, interesada en un tema que solo me importaba a mí y otros cuatro nerds más. Entonces, cuando se publicó en España, el libro tuvo un proceso lento, poco a poco iba encontrando sus lectores. Y la editorial Siruela lo publicó por el puro gusto de tenerlo en su catálogo en 2019, pero sin imaginar que fuera un best seller. Luego de que llegó el confinamiento por el covid-19, mi editor me dijo que con las librerías cerradas sería aún más difícil que se vendiera. Íbamos por una tercera edición y dijimos: “Hasta aquí llegamos”. Pero pasó lo contrario: en pandemia muchos se dedicaron a leer y fueron recomendando el libro en redes, y esa simpatía fue creciendo hasta volverse en uno de los más leídos en España. Finalmente, este libro hablaba de la resistencia de los libros y de las bibliotecas en los peores tiempos.
SEMANA: ¿Y cómo acaba convertido en un fenómeno mundial?
I.V.: Cuando lo publiqué, ni siquiera tenía un agente literario. Era una madre dedicada por completo al cuidado de mi hijo, que desde su nacimiento tiene problemas de salud por una enfermedad rara. Pero una agencia de Barcelona se interesó por el libro y desde ese momento el libro viajó por el mundo. Y después de cinco años aún aparecen traducciones, ediciones de bolsillo, audiolibros. Van 100 ediciones solo en español y hasta hace unos meses vimos que se habían vendido más de un millón de libros. De hecho, en la Filbo vamos a presentar la versión de novela gráfica.
SEMANA: Es sorprendente cómo logró una obra tan enorme en medio de la complejidad de esa situación familiar, con su niño enfermo.
I.V.: Cuando nació mi hijo, pensaba que para mí se acababa la literatura y la posibilidad de dedicarme al quehacer literario, porque su enfermedad es demandante. Pero que un libro como este se convirtiera en fenómeno nos demuestra que aún hay mucha más gente que ama los libros y la literatura de la que creíamos. Y que frente a ese pesimismo constante hay libros que nos devuelven la esperanza. Este libro lo logré gracias a una red familiar que me apoyó mucho, así como el sistema de salud español. Estaba tan abrumada con esa situación familiar que este libro fue una vía para salir de esa realidad. Fue un ejercicio terapéutico, y más en los momentos más críticos, cuando tuve a mi hijo en un hospital. Cuatro años de escritura me sirvieron para paliar esa situación. Y la temática que abordo en estas páginas ya la había investigado por más de diez años. Cuando comencé, tenía claro que quería contar una historia que le llegara a todo el mundo, no que se quedara solo entre académicos, y eso lo aprendí del periodismo para divulgar temas complejos.
SEMANA: Un consejo para padres en apuros: ¿cómo lograr que los niños lean?
I.V.: Primero, el ejemplo: que en casa vean que los papás leen. Llevarlos desde pequeños a la biblioteca para que ellos experimenten el placer de escoger sus propias lecturas. No imponerles libros, como si la lectura fuera un deber o una obligación. Y leer junto a ellos, hablar sobre el libro. Que los libros sean regalos, para que entiendan su valor. Sirve también permitirles conocer a sus autores favoritos o involucrarlos con clubes de lectura. Esa experiencia, sin duda, los marcará.
SEMANA: ¿Qué autores colombianos tiene en su mesa de noche?
I.V.: En Chocó descubrí a Arnoldo Palacios, Las estrellas son negras. Me llama la atención que fue un niño enfermo de polio, me recuerda a mi hijo, y pese a ello lograr brillo internacional. También, Álvaro Mutis, Piedad Bonnett, Héctor Abad, Juan Gabriel Vásquez, Pilar Quintana, William Ospina. De Colombia me llevo una lista de libros grande.