Durante décadas, miles de artistas en Colombia sostuvieron la vida cultural del país desde la experiencia, el trabajo comunitario y los territorios, pero sin un respaldo formal que acreditara sus competencias. Esa brecha empezó a cerrarse con un proceso que marca un precedente: más de 1.000 artistas, gestores y sabedores de 28 departamentos transformaron su trayectoria en títulos como técnicos laborales con el sistema de Reconocimiento de Aprendizajes Previos (RAP).

El RAP valida competencias adquiridas de manera empírica, laboral o mediante formación inconclusa, y permite que la trayectoria construida en escenarios, procesos culturales y oficios del día a día, se traduzca en un título técnico oficial.
La iniciativa fue liderada por el programa Artes para la Paz, de Minculturas, en alianza con el Tecnológico de Artes Débora Arango, y se desarrolló con 12 instituciones de Educación para el Trabajo y el Desarrollo Humano (ETDH) en 17 ciudades del país.

En el cierre nacional en Envigado (Antioquia), en el Tecnológico de Artes Débora Arango, 92 artistas recibieron su certificación como técnicos laborales por competencias en Ejecución Instrumental, Ilustración y Cine, Televisión y Artes escénicas.
En ese acto, la ministra de Culturas, Yannai Kadamani Fonrodona, destacó el alcance del modelo: “Cuando el Estado reconoce los saberes de sus artistas, no solo entrega un título: dignifica trayectorias, abre oportunidades reales y fortalece la cultura como base para la construcción de paz en los territorios”.


Los cierres regionales mostraron el impacto concreto del proceso. En Yumbo (Valle del Cauca), 40 creadores se graduaron como técnicos laborales en Ejecución Musical, y una de las participantes, Mildred Martínez, destacó que la certificación puede abrir camino “no solo en lo laboral sino también en lo económico”.
En Villavicencio, la ESAT realizó uno de los encuentros regionales y, en el marco del proceso, certificó en total a 460 personas provenientes de múltiples departamentos (81 participaron en el acto de graduación), incluyendo cuatro soldados del Ejército. Allí, Linda Rodríguez Herrera resumió el sentido del cambio: es “acceder a más ofertas laborales y demostrar de manera formal” la experiencia construida.

En Funza (Cundinamarca), 100 artistas y gestores recibieron títulos en Gestión Cultural, Teatro, Diseño y Arte Gráfico, y Diana Cáceres Aponte dijo que, para muchos, la experiencia “no [tenía] algo que la certifique”.
En Armenia (Quindío), 66 creadores se graduaron en Interpretación para la Danza, Interpretación para Ejecución Musical e Interpretación para Sala (Teatro). En Manizales, se certificaron 20 artistas y sabedores como técnicos laborales en Ejecución Musical.

El modelo también amplió el mapa de saberes reconocidos con instituciones aliadas que certificaron, entre otros, procesos en gestión comercial de la producción creativa, maquillaje artístico, gestión cultural, arte y cultura del carnaval e instructoría en danza folclórica colombiana, fortaleciendo la diversidad de oficios validados a nivel nacional.

Entre los testimonios, Itzel Marcano, migrante beneficiada, explicó que no tener título había sido un obstáculo para crecer artística y laboralmente, y que esta certificación abre posibilidades incluso más allá de Colombia.
Con la entrega de estos títulos técnicos, el país suma una ruta concreta para formalizar el oficio artístico en un sector históricamente atravesado por la informalidad: lo que antes no tenía título, hoy tiene nombre, respaldo institucional y valor oficial.









