Cine
‘Misión Imposible: La Sentencia Final’: Tom Cruise le da un cierre acorde a una saga de proporciones épicas
Se puede o no estar de acuerdo con su religión, pero no se puede discutir que el actor y productor se juega todo por hacer películas cautivantes. Eso demostró siempre, y la conclusión de su más famosa saga no es la excepción.

Misión Imposible: La Sentencia Final es una película de casi tres horas que se toma su tiempo en despegar. Pero se le comprende, y no aburre en el proceso, claro, si se es seguidor de la saga, si se sabe cómo estalla y qué pretende. Y se sabe que su misión es cerrar una saga de ocho películas, y que esto exige atar más de un cabo antes de dar paso a la locura. Y locura hay, y eso siempre paga la boleta.
Sin recurrir a spoilers, en esta película final resulta tan acertada como inevitable esa decisión de volver, en un punto crucial de la trama, a la película que lo inició todo, en 1996, Misión Imposible, dirigida por Brian de Palma, con Emmanuelle Béart, Jon Voight, Jean Reno y Ving Rhames. Capítulo aparte para este último actor, que dio vida al eterno Luther, maestro de los sistemas. Rhames entregó ese rol tan bien que se hizo necesario (y si bien no es tan culturalmente profundo como Marsellus Wallace, en Pulp Fiction, seguramente fue más lucrativo y resonante en nuevas generaciones).

Así pues, casi treinta años después, Tom Cruise, sus guionistas y su director Cristopher McQuarrie conjugaron un regreso a la escena más icónica de la saga, uniendo a sus protagonistas de manera insospechada. Y funciona bien, muy bien, por su nostalgia bien aplicada.
En esta, como en las siete anteriores, con distintos grados, se le tiene que abonar a Tom Cruise su sacrificio. Si bien en este rodaje sí recurrió a efectos un par de ocasiones, protagonizó la mayoría de sus escenas de acción, para efectos sorprendentes.
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En ese sentido, Cruise es una estrella de cine sacrificada a su legado, a dejar la piel ahí y que se note, entregándose entero, aprendiendo lo que le toque aprender en tiempo récord para filmarlo mejor. Mucho se le puede criticar de su vida personal (es portavoz de una “religión aplicada” de enorme poder y oscuras maneras), pero nadie, absolutamente nadie puede reducir su aporte al séptimo arte.

Crea lo que crea, esta estrella global primero cree en el cine, y esa devoción se traduce en escenas asombrosas y dementes. Además, y no es menor, en nombre de la escena, y sucede varias veces en este cierre, Cruise se permite lucir horrible, con viento en la cara, con el rostro deformado, lo que exija para hacerla más creíble y cautive más al público. Lo Logra.
Después de su necesaria exposición, en la que nos conecta con esta entidad de inteligencia artificial que está a punto de tomarse el mundo, esta película empieza de verdad. Primero nos sumerge en los océanos, en una experiencia submarina densa e intensa, muy bien lograda y visualmente impactante.
¿Cómo se entrenó? Realizó inmersiones de hasta 75 minutos en un tanque de 9 millones de litros de agua. Durante meses se entrenó para afrontar la hipoxia y la acumulación de dióxido de carbono en una máscara que le proporcionaba solo el 65 por ciento del oxígeno normal. Según comparte Paramount, “participó en el diseño de equipos especiales, incluyendo una máscara con iluminación. Además, tuvo que desplazarse por un submarino a escala real bajo el agua, enfrentando escenarios técnicos y físicos extremos, como cambios de presión entre compartimentos”. Lo que toque...

Después, nos lleva a los aires, como sugiere su afiche mismo, en una de esas secuencias en el aire, que implica una caza absurda de dos avionetas. El tipo caminó sobre el ala de un biplano Stearman a 10 mil pies de altura, sin casco, mientras el avión volaba. Cruise “eligió este robusto biplano por su capacidad para soportar las exigencias del vuelo acrobático. Para lograrlo, Cruise se entrenó meticulosamente, aprendiendo a mantenerse firme en el ala durante complejas maniobras como loops y rolls, incluso bajo condiciones de cero gravedad”.

Así pues, se entiende por qué la saga ha recaudado más de 3.5 mil millones de dólares con sus siete películas previas (una de las franquicias más rentables del cine). Es una de las pocas sagas que ha o mantenido o superado su rendimiento comercial en entregas sucesivas, sin reinicios ni cambios de actor principal. Esto, quizá, por un simple hecho: su figura jamás traicionó el completo sacrificio que le implica hacerla.

