Personaje
“No temo a cometer errores. Soy humano”: El maestro del piano Gergely Bogányi visita Colombia y habla con SEMANA
El virtuoso músico y compositor húngaro ofrecerá un recital ‘a la carta’ entre 108 piezas de Chopin, y compartirá con jóvenes pianistas en el marco del Concurso Nacional de Piano Federico Chopin Colombia 2024. Esto nos contó de la música y de la vida.
En su natal Vác, Hungría, por su entrega y talento excepcional, evidente al escucharlo y verlo tocar el piano, Gergely Bogányi (1974) es ciudadano ilustre desde los 22 años. Pero sus huellas son globales gracias a sus hipnóticas interpretaciones de obras de Chopin, Mozart, Liszt, Rachmaninov (y de su compositor favorito, que le revela a esta revista), entre otros. Para fortuna de Colombia, que lo acoge la semana que viene, el maestro sigue sorprendiendo audiencias gracias a sus grabaciones y sus retadores conciertos.
Dando muestras de modestia, claridad y humor ácido, Bogányi habló con SEMANA antes de pisar suelo bogotano, donde dará inicio a la ronda eliminatoria del Concurso Nacional de Piano Federico Chopin Colombia 2024. Lo hará a su estilo revolucionario, con un concierto en un formato cautivante. El 17 de julio, a las siete de la noche, en el Auditorio de Compensar de la avenida 68, el maestro le abrirá la cancha a la audiencia para que, entre 108 piezas de Federico Chopin, esta escoja el repertorio. Suena a locura, y lo es.
Después de deslumbrar a su público (lo hará), Bogányi integrará el jurado del mencionado concurso para jóvenes pianistas colombianos, cuyo ganador irá a Varsovia en 2025. El músico no promete desempeñar la tarea bajo leyes ortodoxas, porque si algo sabe es romper moldes y crear los propios (para la muestra, diseñó su propio piano, que esta vez no lo acompaña en su visita).
Como nos lo cuenta, el maestro nació prácticamente frente a las teclas blancas y negras, y jamás dudó de su destino. Formado bajo la tutela de grandes maestros, Gergely ha sido solista con numerosas orquestas de Europa y ha ofrecido recitales en los festivales y en las salas de concierto más famosas del planeta. Ahora visita este país para dejar una memoria espiritual. Al respecto, esto nos dijo.
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SEMANA: Para empezar, queremos preguntarle si hay algo de la tradición musical húngara, además de sus grandes compositores (entre ellos Liszt, Bartók, Ligeti), que debamos tener en cuenta...
GERGELY BOGÁNYI: Creo que hay una tradición musical húngara, pero, más aún, hay una tradición espiritual húngara que dialoga con su música y su cultura. Ese valor espiritual es quizá la esencia de lo que llamamos la cultura húngara. Y todos los compositores húngaros, creo, consciente o inconscientemente, se concentran en este valor espiritual.
SEMANA: ¿Hay alguna manera de describir ese valor espiritual?
G.B.: Hay una atmósfera especial que lo rodea. Así como todos tenemos almas, las naciones también tienen sus rasgos, y creo que la nuestra, la de los húngaros, es una aproximación única. Hay una particular forma de ser, y en ella lo más importante es que somos espirituales. El lenguaje también juega una parte, pero, en mi caso, experimento este valor espiritual por medio de la música. Y te puedo decir, sin duda alguna, que si no fuera húngaro, si no hubiera nacido donde nací, mi musicalidad nunca hubiera sido esta.
SEMANA: Maestro, ¿por qué tomó el camino del piano?
G.B.: Nací en una familia musical. Mis dos padres son músicos, y en casa mi padre tocaba el piano, siempre. Además, los integrantes de su coro, casi a diario, estaban en nuestra casa haciendo música (cantando, sobre todo). Por ende, la música y el piano se convirtieron para mí en una manera natural de respirar. Ha sido un regalo en el que nací.
SEMANA: ¿Nunca se planteó tocar otro instrumento?
G.B.: Absolutamente jamás. Las primeras memorias conscientes que tengo son estar sentado en el piano, tocándolo. Y eso también me dijeron mis padres varias veces. Así que desde el inicio me sentí conectado con el instrumento. No hubo ni dudas ni cuestionamientos al respecto.
SEMANA: En videos de su canal de YouTube se lo puede ver tocando un piano rojo flamante, salido de una película de Stanley Kubrick, ¿es su piano favorito? Cuéntenos por qué...
G.B.: Sin dudas, es mi piano favorito. Y lo es, sobre todo, por el sonido que consigue. En Hungría somos una nación revolucionaria y, en ese sentido, yo también lo soy. Nunca me complació el sonido de ningún piano tradicional, eso lo sentía incluso desde antes de poder decirlo conscientemente. Era algo profundo, que iba más allá que una excusa para simplemente idear algo nuevo. Pero sí sentí un deseo interno, y por eso la idea de armar un piano se convirtió en un proyecto muy serio.
Como músico, sentía que me hacía falta un poder y una claridad de sonido, y desde ahí empezamos a tomar pasos, a hacer pruebas, para aproximarnos al instrumento de una nueva manera. Así caímos en cuenta de que necesitábamos otro tipo de material, porque las cajas de resonancia de madera, inevitablemente, se rompían y no eran capaces de darme el sonido que deseaba. Al tomar esta dirección, totalmente opuesta a la ortodoxia, contra las reglas y las tradiciones, mucha gente expresó su escepticismo. Fuimos los únicos tratando de hacerlo funcionar. No fue fácil, pero en estos últimos 20 años hemos probado haber tomado la ruta correcta.
SEMANA: ¿Escucharemos ese piano en Bogotá?
G.B.: Desafortunadamente esta vez no será.
SEMANA: Fue considerado ciudadano ilustre de su país a los 22 años, ha dado conciertos con orquestas increíbles, viaja por el mundo. ¿Qué momentos lo enorgullecen más?, ¿cuáles lo han hecho feliz?
G.B.: Para mí, aspirar a una felicidad absoluta es un asunto secundario, porque soy un transmisor entre el compositor, la esencia de la música, el mensaje de la música, y el público. Y estoy tocando para el público más allá de si me siento bien o estoy indispuesto; toco así me duela la cabeza, el estómago se sienta revuelto, sienta jet lag o esté muy cansado (y más veces que no, lo estoy).
Me concentro mucho en la audiencia, claro, porque somos sus sirvientes. Y muchos en el arte, especialmente en estos días, confunden este rol: quieren ser el centro de la atención, el núcleo de la misión. Pero no lo somos. Somos intermediarios. Por eso mis mayores éxitos han venido de los momentos en los que he logrado transmitir el mensaje de la música a la audiencia, cuando percibo que, desde la música, la gente logró recibir un regalo espiritual. Estas son mis experiencias cumbre.
Muchos en el arte, especialmente en estos días, confunden su rol: quieren ser el centro de la atención, el núcleo de la misión. Pero no lo somos. Somos intermediarios entre el compositor, la esencia de la música, el mensaje de la música, y el público
SEMANA: ¿Cambia su percepción de la audiencia en distintas geografías?
G.B.: La gente reacciona de manera muy parecida. No importa si toco en Japón, en Estados Unidos o en Escandinavia, tiene los mismos sentimientos, los mismos deseos, las mismas necesidades. De lo que he vivido, diría que el mensaje suele llegar sin importar en qué país esté tocando, pero hay particularidades superficiales. En México, la audiencia tiene aplausos muy notorios al principio y luego se hacen más calmados. En el Reino Unido, la reacción es muy distinta a la que hay en Hungría, por decir algo. Pero en lo profundo se comparte, porque todos somos humanos.
SEMANA: El 17 de julio dará un concierto particular en Colombia, un Chopin à la Carte, con 108 piezas, entre las cuales la audiencia elegirá. ¿Ha hecho algo parecido antes? ¿Cómo le fue?
G.B.: Lo hice tres veces el año pasado, en Hungría, y fue una cosa totalmente loca. Después del primero, me dije “Jamás lo haré de nuevo”, y aquí estoy. Para mí, es una verdadera tortura por la tarea que implica. No tiene sentido, y no sé por qué me someto a esto, porque sería mucho más sencillo tocar un recital normal. Sin embargo, del otro lado, es un concepto muy nuevo e interesante que ha sido excepcional vivir. Ver cómo las personas participan es especial. Y no sé qué vaya a suceder en Colombia, pero presentaremos un condimento jamás antes presentado de esta forma.
No tiene sentido, y no sé por qué me someto a esto, porque sería mucho más sencillo tocar un recital normal. Sin embargo, es un concepto muy nuevo e interesante
SEMANA: ¿Ha cambiado su percepción de Federico Chopin con el tiempo?
G.B.: Me alegra decir que mi percepción de los trabajos de Chopin no ha cambiado. Recuerdo tocar la Balada n.º 2 cuando tenía 12 años y sentir que la música me tocaba muy profundamente. Y así me siento todavía. Ahí tocamos la cuestión de la edad del alma, para decir que el alma no tiene edad. Lo más interesante, para mí, desde lo que creo, es que un niño puede experimentar sentimientos muy profundos. Lo he vivido. Entonces, mi percepción de Chopin no ha cambiado, pero a ella se han sumado experiencias a lo largo del tiempo.
Esta pieza de Chopin (ejecutada en este video por Arthur Rubinstein) marcó al maestro de niño y aún lo impacta poderosamente
SEMANA: Tocará, pero también servirá como juez en el concurso de piano del Instituto Federico Chopin, ¿cómo ha sido su experiencia como tutor?
G.B.: Puede sorprenderlos esta respuesta, pero no asumiré esta misión de manera convencional, en absoluto. No soy un tutor y no aspiro a pasar como un ‘profesor inteligente’. No actúo desde una posición más alta que el resto, no pretendo que lo que digo se sienta influyente, grandilocuente, por venir de mí. Y, por eso, me estoy enfocando en la esencia de la música y en la gente. No hago esto a menudo. No tengo estudiantes, no enseño oficialmente, si bien sí superviso a algunas personas (dos en este momento), de vez en cuando. Desde esa perspectiva, esta experiencia también será única para mí, y conocer a los pianistas colombianos será gratificante. Solo les digo, ¡no esperen nada de mí! Aunque puedo asegurar que los atenderé personal y profundamente.
No asumiré esta misión de manera convencional, en absoluto. No soy un tutor y no aspiro a pasar como un ‘profesor inteligente’. No actúo desde una posición más alta que el resto
SEMANA: ¿Extraña algo de esos días en los que se formaba y la gente le daba consejos?
G.B.: No realmente, pero porque todavía recibo consejos. Me gusta, por ejemplo, que si algún colega escucha mi ensayo me dé su feedback. No me siento Supermán. Me gusta más esta aproximación. Como músico y artista, jamás me he sentido confiado de más y creo mejor abordarlo todo con cautela. Mi experiencia me dice que es mejor ser modesto. No me gustan las actitudes confiadas e “inteligentes”.
SEMANA: Asumimos que un gran maestro del piano que se expone a armar un repertorio entre 108 posibilidades, las domina todas, pero ¿les teme a algunas?
G.B.: Brillante pregunta, porque así pensé antes del primer concierto en este formato, el año pasado, en Budapest. Repasaba el repertorio y pensaba que ojalá no escogieran una u otra. Y, claro, las escogían. Pero ha cambiado mi actitud. Ahora espero que la gente pida las que quiera. No hay malas escogencias, todas son obras maestras, diferentes entre sí e increíbles. Ninguna me atemoriza porque las he estudiado todas intensivamente. Puedo decir que hay un Étude que es extremadamente incómodo, pero aun así tocarlo es un gran gozo antes que un deber. El factor del disfrute sobrelleva el factor del trabajo.
SEMANA: En este siglo XXI de redes sociales, ¿la tecnología ha impactado su vida en la música?
G.B.: No tanto. Aún prefiero leer la música en papel, en mis partituras originales, algunas de las cuales tienen anotaciones de mis profesores. Prefiero usar esas, aunque en estos días no estoy usando nada, porque estas son obras que debo conocer. Hace semanas que no consulto nada, porque todo debe estar en mi interior (y está en mi interior). Además, no tengo miedo a cometer ciertos errores. Soy un ser humano, como todos, y todos cometemos errores, y no importa. Lo que importa es el mensaje, la esencia de tocar música, y en eso me concentro. He tocado y practicado cientos de horas y he llegado a una posición en la que conozco las piezas. No necesito temer, y se siente muy bien.
SEMANA: Es producto del trabajo de una vida entera...
G.B.: Es correcto, es correcto.
SEMANA: Regresando a los consejos, que usted dijo seguiría recibiendo por siempre, ¿algún consejo que hubiera querido recibir?
G.B.: Otra gran pregunta. Creo que fui muy afortunado en poder escuchar esencias musicales y soluciones musicales desde muy joven. Me siento bendecido con este tipo de información, que recibí de distintos profesores. Eso me gustaría compartirlo tanto como me sea posible con mis colegas más jóvenes de Colombia.
SEMANA: ¿Tiene compositores favoritos? ¿Cuál es la playlist esencial de Gergely?
G.B.: ¡Son muchos! No me permito escoger solo uno si hay la posibilidad de tener dos, tres o más. Me gustaría experimentar y aprender el lenguaje de cada uno de los mejores. Y, por ejemplo, al principio me hubiera inclinado poco por las Sonatas de Beethoven porque, de hecho, no me gustaban. Pero habiendo tenido la posibilidad de entenderlas, a través de mis profesores, me alegra no haberlas descartado solo porque no me gustaban.
Los compositores geniales tienen su propio lenguaje, y si no lo encuentras solamente vas a ver las notas. Y está bien verlas, pero nunca es suficiente.
Hay que encontrar la clave a cada lenguaje. Los compositores geniales tienen su propio lenguaje, y si no lo encuentras solamente vas a ver las notas. Y está bien verlas, pero nunca es suficiente. Entonces, está Schubert, uno de los más increíbles. Están Mozart, Bartók y los húngaros, Bach y Liszt. Todos tienen su idioma secreto que hay que encontrar. Y para responderte más específicamente, mi favorito es Tchaikovski. Su música es simplemente aplastante.
SEMANA: ¿Escapa de la música?
G.B.: No puedo alejarme de ella, no del todo, y no me hace falta. Ahora, adoro el silencio, deseo el silencio, pero el que me aleja del ruido. Odio el ruido, pero adoro la música. Y lo nuevo en mi vida es que estoy componiendo. Esa es la nueva manera en la que me acerco a las notas.
SEMANA: ¿Algo que quiera decirle a su público de Colombia?
G.B.: Sin conocerlos ya los amo a todos. Espero que vayan. Visité Colombia una vez antes, en muy corto tiempo y hace mucho, así que se siente como una primera vez. Estoy muy emocionado y esperando con ansias ese momento.
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