Cine
Nominado al Óscar por ‘Emilia Pérez’, Jacques Audiard habla con SEMANA: “Hay que apelar a formas distintas de discurso”
El director del musical que arrasó con 13 nominaciones en los Premios Óscar y que agita debates en Latinoamérica por los temas que toca, charló con nosotros de su película, sus motivaciones y las polémicas que arrastra.
“¿Me van a reprochar no olvidar?”, pregunta Jacques Audiard un sábado de ambivalente mañana en Bogotá, en la que dentro de la Cinemateca está helado, pero el sol calcina a quien se atreva a ponerle cara. El cineasta francés lo pregunta, con respeto, respecto a los desaparecidos de la violencia tristemente familiar en México, Colombia y Latinoamérica, y encapsulada en episodios terroríficos como la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, en 2014. Ese episodio, vale decir, no absuelve ni culpa al Estado o a la violencia narco, en su trágica y normalizada oscuridad.
De una u otra forma, Audiard iba a hablar sobre los desaparecidos, porque lo de Ayotzinapa lo indignó, le revolvió las entrañas. También porque, según explica, ese horror, en Francia y en la mayoría de Europa, dio —por mucho— “para dos notas periodísticas”. A nadie le importó. Nadie dimensionó la escala, y quizá la recepción cálida de la película en ese continente hace eco de eso (así como en Estados Unidos, donde viene de recibir trece nominaciones a los Premios Óscar y ya se llevó importantes Globos de Oro). De este lado del océano, las cosas son más complejas. En México, donde viven las familias de las víctimas, la indignación está a la orden del día. Muchos se preguntan cómo este viejo francés se atrevió a tocar el tema todavía tan presente, y encima a manera de musical, tomando prestada la estética mexicana a la ligera y ¡despreocupándose de los acentos! Lo cierto es que, como artista que es, Audiard se atrevió, atribuyéndose la cualidad de ciudadano del mundo que le permite indignarse por atropellos y circunstancias, así pasen en su país, en Vietnam o en México.
En su película, a la que llama su ‘pequeña ópera’ (no le gusta decirle musical; en su radar no ha entrado Lin-Manuel Miranda, pero tiene muy presentes musicales con trasfondo histórico como Los paraguas de Cherbourg, sobre la guerra de Argelia, y Cabaret, sobre el ascenso del nazismo), Audiard hace protagonista a una mujer trans en el marco del mundo narco. Un capo, Manitas (Karla Sofía Gascón), quiere ser la mujer que siempre sintió ser, y lo logra con la ayuda de una abogada (Rita, interpretada por Zoe Saldaña), a la cual apela para moverse en la superficie, donde él no puede.
Así nace Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón), una mujer que en esta nueva identidad encuentra una causa de vida en dar clausura a las familias de los desaparecidos, por medio de una fundación. Para fortuna de la historia, el arco de redención de Emilia no es tan blanco y negro como parece.
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Audiard comparte que la premisa de la narco trans, que no se puede negar, es fascinante, vino de un libro de Boris Razon. Y como su amigo escritor no la desarrolló, le pidió permiso para hacerlo él, a manera de ópera. Audiard y su llave musical, Clément Ducol, se pusieron a escribir canciones, partiendo de unos retratos de personajes arquetípicos, sin saber si esto iría a parar a las tablas o en una pantalla. La pandemia y el hecho de que a Ducol le hubiera tocado componer dos horas más de temas los hicieron definirse por el cine. Pero Emilia Pérez nace de una ópera de 35 páginas. El hecho influyó en la decisión de filmarla en su mayoría en estudio, en Francia, para aprovechar la plasticidad y la estilización de escenarios de la ópera.
La identidad trans es un tema clave en la película, más relevante aún que cuando se rodó, pues los poderes políticos y tecnológicos que ascienden en el mundo estos días declaran guerra abierta a estas personas, negándoles ser quienes son en paz y con derechos. Es un tema espinoso de tocar para un hombre blanco y viejo como Jacques. Por eso, además de investigar, lo navegó junto con su protagonista, la española Karla Sofía Gascón. Ante cualquier inquietud, Audiard consultaba y Karla respondía.
Algunas figuras de la comunidad trans, como Paul B. Preciado, han criticado el retrato, llamándolo caricaturesco. Al respecto, Jacques asegura que “gracias a Karla Sofía entendí que es muy difícil hablar de todas las experiencias en una. Todas son diferentes. Y bueno, Paul B. Preciado tiende a ‘privatizar’ el tema. He recibido cartas supremamente emotivas de mujeres trans en sus 50, agradeciendo la visibilidad. Y si le preguntas a Karla Sofía, verás lo radical que es”.
Pero ¿cómo se atreve un viejo como Audiard a tocar estos dos temas tan sensibles que no habita? Lo cierto es que lo hizo, para efectos interesantes. Emilia Pérez no es perfecta, pero es una experiencia artística que va moviéndose al ritmo de la historia, de la música y de las coreografías, de las buenas actuaciones e incluso de las muy criticadas. La película atrapa y mueve, si se le permite, más allá de la indignación. La manera de Audiard no es la manera en la que mucha gente de estas partes del mundo hubiera expresado estos temas. Y ese es el chiste.
Con respecto al idioma, al español en su película, a los acentos (mucho se le critica a Selena Gómez no hablar español, si bien poco se anota que su personaje no es mexicano), Audiard nos aclara que ha hecho varios filmes en lenguas que no comprende. Eso se da “porque establezco un lazo con la musicalidad de la lengua. No tengo necesidad del sentido preciso. Para mí, los diálogos son como melodía”. Sobre Dheepan, la película que en 2015 le mereció su primera Palma de Oro en Cannes, dice: “La rodé en tamil. Y hay una gestualidad en ellos, al hablar, totalmente distinta a la nuestra, ¡y eso me hacía comprender aún menos! Pero me gustaba mucho. Era música”.
Es interesante anotar que toda esta indignación que hoy experimenta la película (amplificada por las redes) pudo ser colombiana. Porque una cosa es que Disney use el realismo mágico para darle color a Encanto y otra que un francés se atreva a hablar de nuestros desaparecidos.
Audiard nos cuenta que doce años atrás, en la televisión de su país, confesó que tenía la idea de rodar un musical narco en Colombia. De este país, lo tiene muy claro, es Gabriel García Márquez. Para Audiard, quien se considera más lector amante de Proust y Faulkner antes que cinéfilo, ese es un hecho “aplastante”.
A veces hay que apelar a formas distintas de discurso para ser comprendido. Una cosa es informar lo que sucede y entenderlo, pero, ¿cómo transmitir el sentimiento del drama y de la tragedia? A mí me parece que el canto ayuda en esto
Sobre la polémica que se ha desatado en México (donde Eugenio Derbez grita “irrespeto” y Guillermo del Toro aplaude la visión externa), dijo a SEMANA: “El lío es este. Puedes hacer todos los documentales que quieras, y los hay, los he visto, sobre los desaparecidos, sobre los narcos, sobre la identidad trans. Pero yo me planteé hacer una película sobre los crímenes en México, un horror que está muy documentado. Y, a mi manera de ver, a veces hay que apelar a formas distintas de discurso para ser comprendido. Una cosa es informar lo que sucede y entenderlo, pero ¿cómo transmitir el sentimiento del drama y de la tragedia? A mí me parece que el canto ayuda en esto, así como una novela”.
Por último, habló sobre un cineasta que recién partió, David Lynch, y sobre si su cine le debe algo al de Lynch. En el tema, Audiard dice que podría quedarse dos días. “Para mí, fue el más grande cineasta desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. ¿Por qué? Fue el primero en ubicarse en un espacio que unía el cine y el arte contemporáneos. Era un artista plástico, y es posible dividir su obra, pues se renovó mucho”, explica. Y conecta con el lugar que pronto visitará para los Premios Óscar, donde, con trece nominaciones, es gran favorita: “Lynch encontró las formas simbólicas más pertinentes para hablar de Hollywood, con Mulholland Drive o Lost Highway. Es un cine de formas muy frías, pero capaces de sacarme lágrimas”, explica. Y para ilustrarlo todo, comparte que el primer plano de Emilia Pérez, con mariachis, lo hizo pensando en él.
Si a la gente que ve la película algo le queda sobre la tragedia mexicana, sobre la identidad trans y sobre la tolerancia, me parece que estará bien
¿Algo por añadir? “Si a la gente que ve la película algo le queda sobre la tragedia mexicana, sobre la identidad trans y sobre la tolerancia, me parece que estará bien”.
Extended Play
Sobre el casting de Karla Sofía Gascón y Zoe Saldaña: “Fue encontrándome con Karla Sofía, en París, que me di cuenta de que me había equivocado con el personaje de Manitas y Emilia todo este tiempo. Porque en el guion, el personaje de Manitas tenía 30 años, el de Rita tenía 25 y el de Epifanía tenía 17. Y alguien sin madurez y sin historia difícilmente tiene drama. Cuando di con Karla Sofía, que tenía 50 años en esa época, encontré a alguien que tenía un verdadero drama. ¿Qué pasó antes de su transición?, ¿cómo vivió esa precuela de su vida? Y eso se siente.
Y con respecto a Zoe, la conocí vía Zoom. Y sucedió lo mismo que me sucedió con Karla Sofía. Supe que me había equivocado absolutamente con la edad de su personaje. Zoe interpreta a una mujer mestiza de más de 40 años, sepultada en un bufete de abogados llevado por hombres, que no tiene mayor futuro. Y las estrellas se alinearon para que trabajáramos. Y si bien pensé mucho en que tuviera un aire mexicano, también incorporé la diversidad que se ve en las calles de estas grandes ciudades”.
Sobre la película que creía que hacía mientras la hacía y la película que resultó: “Cuando haces una película, me pasa mucho, no sé bien qué hago, porque va tomando forma sobre la marcha. A veces la gente con la que trabajas te dice ‘la película es esto’, y quizás estás de acuerdo. Pero cuando sale a la luz es otra cosa. Y sobre eso me viene un recuerdo muy particular, en el Festival de Cannes, en la gran sala, que para mí siempre representa una prueba de fuego. Y esta vez fue una especie de prueba doble, porque ninguna de las actrices había visto la película. La verían ahí por primera vez, y tenía mucha intriga sobre cómo les impactaría. Hacia el final, me volteé y vi a Zoe con lágrimas en los ojos, y entendí que ninguna de ellas me sacaría los ojos”.