Cultura
Para la reconstrucción del techo de Notre Dame, la modernidad cede el paso a la madera trabajada a lo medieval
Se creía imposible reconstruir el techo de Notre Dame con las características que lo vieron maravillar por ocho siglos. Pero los trabajadores entrenados en el castillo de Guédelon prueban lo contrario al aportar su saber medieval al proceso (y sus críticas al afán de su Gobierno).
¿Quién lo hubiera pensado? Guédelon es un sueño quijotesco en pleno siglo XXI que basa su existencia en recrear los métodos de construcción de un castillo, tal y como tenía lugar en el siglo XIII. Ubicado en Burgundy, Francia, a pocas horas de la capital francesa, está en medio de recuperar el techo de la mítica Notre Dame, Patrimonio de la Humanidad, consumido parcialmente por el fuego. Se demoró en dar con ellos, pero pueden reconstruirlo tal y como brilló desde 1300.
Poco después de sucedida la tragedia que tuvo al mundo en vilo en 2019, mientras esta construcción ardía y disipaba en el cielo una luz aterradora por un fuego cuyas causas aún no son claras, lo primero que se consideró fue lo moderno y lo vanguardista. Fue claro desde el principio que, en honor a la verdad estética, estas opciones no servían, pues ni resultaban atractivas en renders y parecían alejar el ícono arquitectónico global de lo que había representado por tantos años. Por esta razón se descartaron. Y ante esa realidad incontestable existe una solución real que se ha mirado de reojo: apelar a los saberes antiguos.
Este método, tan obvio en su impulso de replicar lo increíble como anacrónico en su potencial dificultad, hará de Notre Dame lo que fue. Y si es posible es por cuenta de los carpinteros que se han entrenado haciendo sus labores en el castillo de Guédelon. Ese en el que se vive y se construye como si fuera 1253 (Notre Dame, vale aclarar, se empezó a construir en 1163, en 1260 estaba casi completa y se terminó en 1345).Ahora, si hay debate no es por cuenta del cómo, sino de qué tan rápido entregarlo. La presión gubernamental nace de una promesa del presidente francés, Emmanuel Macron, quien postuló entregar la catedral reconstruida para marcar por lo alto el inicio de los Juegos Olímpicos de París 2024. Más allá del entendible afán por titulares vendedores y festejos redondos, quienes aportan su experiencia para hacer de Notre Dame la gloria artesanal de siempre aseguran que del afán y de los titulares rimbombantes puede quedar poco más que la buena intención. Apurar los procedimientos va en contravía con los parámetros que la obra exige para quedar perfecta. Los recursos están, el tiempo no, y en el aire ronda la pregunta sobre si primará el afán o el rigor.
Palabra de carpintero
Como le dijo al periódico The Observer el especialista en maderas medievales Frédéric Épaud, “Luego del fuego, mucha gente aseguraba que tomaría miles de árboles y que no teníamos el tipo de árbol necesario. Además, que la madera tendría que ser secada durante años y que nadie sabía cómo producir vigas como se producían en la Edad Media”. En últimas, se ensañaban en que era imposible para pujar por soluciones modernas. Pero recalca Épaud: “Nosotros sabíamos que era posible porque en Guédelon vienen haciéndolo por años”.
Tendencias
Cuando menciona a Guédelon, se refiere a un ejercicio de arqueología experimental con proyección turística llamado proyecto Guédelon. Nacido en 1997, como idea del restaurador Michel Guyot, se propone construir un castillo medieval con las técnicas y procedimientos que se usaban en el siglo XIII. A finales del siglo XX a Guyot lo llamaron loco, pero un cuarto de siglo después la idea de ese loco y el trabajo de su equipo de colaboradores y muchos voluntarios han hecho de este proyecto una solución a un problema actual que lo moderno no puede resolver.
En principio, Guyot consiguió el terreno óptimo, con acceso a materiales claves como piedra, madera, agua y arena. Luego, con el apoyo de Maryline Martin, quien hoy dirige Guédelon, puso la primera piedra. En el lugar trabajan unas 70 personas que transforman y transportan materiales, y construyen al más alto nivel de detalle con total devoción. Anualmente, alrededor de 650 voluntarios suman su mano de obra a esta experiencia. No por nada, más de 5 millones de visitantes han quedado maravillados con el lugar y la obra, entre ellos un millón de estudiantes.
Más importante en este contexto de la recuperación de Notre Dame, Guédelon ha creado una verdadera escuela de carpinteros, hoy esenciales en reponer ese famoso techo de madera de la catedral, conocido como La Forêt (el bosque). Del mismo, Épaud destaca su sofisticación impresionante y el uso en la construcción de técnicas avanzadas para los siglos XII y XIII. Por esa razón, muchas de las firmas que pujan por finalizar esa construcción ya han contratado a estos artesanos de la madera. Y el asunto es ese. En el fondo, se trata de si hacerlo como se hizo en la época, viga a viga, trabajando a mano, o si acudir a un aserradero que, en este caso, representaría traicionar la tradición y el método.
El diario británico cita a uno de ellos, Stéphane Boudy, un panadero de formación, de 51 años, que desde 1999 encontró su llamado en la carpintería al estilo Guédelon. Boudy y sus colegas creen firmemente que se debe respetar el corazón de la madera verde para hacerla fuerte y resistente. Y respetarla exige tallar a mano una viga de un árbol. El aserradero, pues, es un irrespeto que se paga en la durabilidad de siglos que se pretende. Para Boudy no se trata de una nostalgia fantasiosa y señala que es la razón por la cual el techo duró 800 años. “Llevamos 25 años tallando a mano, y si hay gente afuera que puede hacerlo es porque pasó por aquí. Si no existiéramos, seguramente los expertos hubieran dicho que rehacer el techo de madera era imposible. Y hemos demostrado que es posible”. Estos carpinteros siguen en su labor y en la de enseñarla a otros.
Por su parte, la cofundadora y hoy cabeza del proyecto, Maryline Martin, añade que se le ha encargado al herrero de Guédelon la misión de forjar las hachas que cortarán esta madera. El hecho no es menor para un proyecto del que muchos se burlaban. Martin saca pecho en sus declaraciones: “Nos resulta honroso que muchos de quienes reconstruyen Notre Dame hayan aprendido en Guédelon. Somos una empresa privada perdida en nuestro bosque y trabajamos con algunos entes investigadores, pero no recibimos dinero público. Mucha gente nos redujo a parque de diversiones”. Martin sabe que son los únicos que entienden el cómo y el qué se debe hacer, y concluye: “El mundo descubrió que esto se debe a que no vendimos nuestra alma al diablo. Nuestra gente trabajará en la reconstrucción de Notre Dame, pero aquí seguiremos nuestro trabajo sobre el siglo XIII”.