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Reseña de la tercera temporada de ‘The Bear’: en esta receta y en esta cocina hay ansiedad, duelo, humor y vida
Con pulso frenético, gran música y alta intensidad emocional, la serie 23 veces nominada a los premios Emmy lanzó una tercera temporada en Disney+ que honra sus raíces tragicómicas y su tono. SEMANA escuchó a sus actores y vio los episodios para contarle qué esperar.
En la cocina y en la mesa pasa todo porque se habla de todo. Muchos de los momentos definitivos de la existencia rodean el hecho de preparar alimento y de alimentarse; los alegres, los duros y todo el resto. Por eso, además del acto de supervivencia que significan, la cocina y la comida son canales de catarsis. En una cocina de restaurante, vale decirlo, esa realidad se vive exaltada. Así como en las familias todo se revela en la mesa, en las cocinas y restaurantes todo sale a flote, sobre todo si va mal.
Sin duda, de esa observación y muchas otras más experiencias personales y cercanas se sirvió Christopher Storer para crear su serie The Bear en 2022, que nació sin expectativas, liberada creativamente por la casa FX. Hoy, Storer y su serie viven una realidad muy distinta, premiada (diez Emmy ganados y justo nominado a otros 23, un récord para la controvertida categoría de Comedia) y cargada de altas expectativas. Esta semana estrenó los diez capítulos de su tercera temporada en Disney+, que la ratifican como un fenómeno de masas capaz de marcar tendencias.
Esta realidad no evade su estrella principal y protagonista, Jeremy Allen White, quien aceptó en una rueda de prensa, de la que SEMANA formó parte, que luego de la temporada de premios sintió presión y ansiedad como nunca. Afortunadamente, contó, “luego de leer los guiones, sabía que teníamos otra gran oportunidad de hacer algo genial”. Y tras dos semanas de trabajar en un set que el actor y sus colegas consideran una gran familia, “todo volvió a su lugar y todo se volvió a sentir posible”. Y lo hicieron posible. Los nuevos capítulos son fieles a la naturaleza de esta familia y de este restaurante, intensos, arriesgados y cautivantes, mientras revelan más rincones de la familia Berzatto, de ese hermano fallecido y del pasado de los integrantes del restaurante, mientras aspiran colectivamente a una estrella Michelin.
No es un hecho menor que la serie genera conversaciones sobre temas diversos. Entre ellos, realidades como la ansiedad –que puso en el mapa antes que Intensa-mente 2–, el trauma, el duelo, el balance frágil entre la vida personal y la profesional cuando se tiene un talento que apasiona, pero consume. The Bear aborda de manera directa los límites del trato y del maltrato (disfrazado de intensidad), en un marco profesionalmente inclemente como el de un restaurante de alta exigencia. Y es liderado por un brillante chef obsesivo-compulsivo, consciente de lo que es. Porque lucha contra lo que lo marcó de sus jefes abusivos y trata de emular lo que le dejaron los buenos maestros, y no siempre lo logra. Y, como tantos, se sumerge en el trabajo para evitar abordar sus desequilibrios.
Obedeciendo a los múltiples niveles que toca, las charlas que dispara la serie trascienden la densidad y abordan otros aspectos notables como la culinaria (guiada en el show de manera impecable por Courtney Storer, hermana del creador). Se habla insistentemente de los platos y de la pastelería, los ingredientes, su preparación, su proceso y su presentación. El trabajo de arte es amplio y se esmera en transmitir la pulcritud de un plato de alta cocina y de un sándwich de calle por igual. Al respecto, Lionel Boyce, quien da vida al pastelero Marcus no se arriesgó a apostar por cuál plato se hará viral esta temporada (y jamás se imaginó que la torta de chocolate y la omelette lo fueran en las anteriores). Añade, eso sí, que su personaje sigue buscando caminos creativos a sus creaciones, y lidia con su propio duelo.
La serie se destaca también en sus montajes y detalles. Por ejemplo, con imágenes preciosas, le rinde tributo a todas las personas que desde tempranísimo y hasta tardísimo dedican su vida a alimentar a otras, a preparar alimentos de otras, a cargar estos alimentos, a transportarlos, en labores usualmente poco agradecidas. Aquí se les aplaude con retratos que emocionan y prueban que el ojo de este programa abarca muchas bases de manera sensible.
Sus múltiples y merecidos galardones nacen de su característica gritona, frentera, que tiene a Chicago como marco y protagonista (es una carta de amor a la ciudad y a su vibrante y diversa gama de personas y gastronomías). Y, así, presenta los traumas de sus personajes a flor de piel. Demuestra lo duro, lo casi insoportable, lo incómodo, pero también lo ligero que balancea las cargas, como en la vida.
Recapitulando, en ella, Carmy Berzatto es un chef joven, altamente talentoso, que debe regresar a su ciudad natal, a lidiar con el suicidio de su hermano y con su propio futuro. Carmy hereda el local de sándwiches que su hermano manejaba desordenadamente (y, a su vez, este había heredado de su padre). Carmy se propone, paso a paso, hacerlo un local de alta cocina. El duelo y la familia son conceptos claves, porque ese vacío toca a la familia de sangre y la familia laboral, y jamás se llena del todo. Mientras tanto, el restaurante en sí toma vida y ofrece el prisma desde el cual se narra.
La trama desarrolla personajes bien escritos y mejor actuados. Está su primo Richard (Ebon Moss-Bachrach), impetuoso, emocional, pero cada vez más enfocado en ser un empleado pulcro y un padre; está la gran Sydney (interpretada por Ayo Edebiri, quien además dirige un enorme episodio esta temporada). Sobre esta joven y talentosa chef que llega a este local por olfato existencial, para ser cada vez más importante, recae el voltaje de Carmy, de todos, y lo baja como puede mientras lidia con su perfeccionismo.
También seguimos a su hermana Natalie (Abby Elliott), que embarazada maneja las finanzas imposibles del restaurante, y lidia con la maternidad (de muy intensa manera); a la cocinera Tina Marrero (Liza Colón-Zayas) y al pastelero Marcus (Lionel Boyce), entre otros, cada uno con sus momentos de brillo. Y en una nota cómica, Neil y Theodore Fak, interpretados por Matty Matheson (único chef real) y Ricky Staffieri.
La música siempre ha sido un condimento poderoso en el alma del programa. La nueva temporada abre con los sonidos de Trent Reznor y suma luego otras sorpresas como The Rolling Stones. Y la cámara se mueve y camina con estos personajes y los mira de cerca, muy cerca, y transmite sus adentros. Los ojos azules (una curiosa constante en varios de sus personajes) de estas personas, que viven bajo la intensidad y la entrega de vivir su pasión.
No deja de impactar lo orgánica y dinámica que se siente la producción, llena de diálogos que agitan emociones. Ser espectador en primera fila de esta historia y de personajes que día a día tienen todo en juego, y en ese orden de ideas, gritan su estrés, pasión, inspiración, angustia y gloria, es una inyección de vida. Ser adulto no es un tema ligero, y The Bear lo retrata perfectamente desde las varias perspectivas que integra. Basta mirar al episodio seis, Napkins/Servilletas, que sigue la llegada de Tina Marrero al restaurante, y entender que, en la vida, no hay personaje pequeño.