CINE

Reseña de ‘Una batalla tras otra’: Paul Thomas Anderson da luz a la hija de la revolución en su genial montaña rusa

Con actores prolíficos y actrices que arrollan, uno de los directores notables del siglo XXI enhebra una genial obra de casi tres horas que vuela, mezclando insurgencia, supremacía blanca y paternidad con urgente irreverencia.

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Alejandro Pérez Echeverry
4 de octubre de 2025, 4:00 a. m.
La primera colaboración entre el director y Leonardo DiCaprio echa mano de las capacidades dramáticas del actor, pero también de su humor.
La primera colaboración entre el director y Leonardo DiCaprio echa mano de las capacidades dramáticas del actor, pero también de su humor. | Foto: Warner Bros.

Es difícil separarse de la enorme expectativa asociada a cualquier película de Paul Thomas Anderson (PTA), probablemente el mejor cineasta del siglo XXI (así Dennis Villeneuve y Christopher Nolan compitan, con méritos). Especialmente considerando las reacciones tan positivas que viene generando su más reciente entrega, One Battle After Another, protagonizada por Leonardo DiCaprio, Chase Infiniti, Benicio del Toro, Teyana Taylor, Regina Hall y Sean Penn. La trama se centra en los personajes de DiCaprio, Taylor, Chase y Penn, pero hay que mencionarlos a todos porque hacen de esta experiencia cinematográfica una para el recuerdo.

Desde ya, se sabe que la película jugará fuerte en los premios Óscar 2026. Y resulta muy diciente de la filmografía de Anderson que esta enorme producción, que hace de una película de casi tres horas algo supremamente ágil, sin apelar al frenesí constante, pero manteniendo una magistral dinámica, no es su trabajo cumbre.

Es diciente que semejante película no es su mejor película, pero le habla al caos presente como ninguna antes y se ha ganado al público.

Eso sí, es nada menos que excelente, y 2025 lo agradece. De paso, ratifica un año genial para ese estudio grande, Warner Brothers, que le apostó al cine original, no a las secuelas, precuelas o remakes, y triunfó. Lo prueban los estrenos como esta película, Sinners y Weapons, que agitaron la conversación.

'Una batalla tras otra' de Paul Thomas Anderson.
Teyana Taylor es Perfidia Beverly Hills en 'Una batalla tras otra'. | Foto: Warner Bros.

Trama insurgente

La semana pasada, en Cuba, falleció Assata Shakur, la “pantera negra” fugitiva, buscada y perseguida por años por el Gobierno de su país. Se refugió en la isla durante décadas y se despidió bajo las normas anormales de la revolución. El hecho conecta, sin querer queriendo, con la trama de esta historia, que en parte es una adaptación de Vineland, una novela de Thomas Pynchon (a quien Anderson adaptó más literalmente en Inherent Vice); pero que también hilvana tramas que el director venía marinando hace 20 años. La historia de irreverentes insurgencias les habla muy directamente al presente y también a un ‘mañana cercano’, porque se narra en dos líneas de tiempo separadas por 16 años que no alternan.

En su primer acto, la película se enfoca en una pareja (DiCaprio, Bob, y Taylor, Perfidia), parte del grupo subversivo The French 75. Él es experto en explosivos, ella es una revolucionaria de primera línea y armas tomar. En este tramo, luchan contra un gobierno como el que hoy rige los destinos del país que solía posar como un faro moral del mundo libre y hoy revive rituales nazis. La película no esconde esto, nos muestra los centros de detención de “ilegales” (se ven exactamente como hoy en las noticias), los objetivos de la limpieza social en marcha. El grupo logra dar golpes, liberando y rescatando a varios de estos detenidos. Pero en uno de esos operativos, Perfidia decide humillar a un mando a cargo, Lockjaw (Sean Penn, impresionante, para muchos se roba la cinta). El militar, obsesionado con la insurgente y la dinámica sexual extraña que le plantea desde ese primer encuentro, empieza a seguirle el rastro, obsesionado.

Retoño de insurgentes, Chase Infiniti entrega en Willa un papel poderoso y crucial. El reparto entero se gana los aplausos.
En cómo asumen ser padres se abre una grieta entre estos dos revolucionarios... | Foto: Warner Bros.

La vida sigue, y la pareja vive su revolución, pero también ve entrar en escena a Willa, la bebé a la que Perfidia da a luz. La chiquita cambia la dinámica, pues mientras a Bob le fluye cuidar a su hija, Perfidia sigue enfocada en la revolución. Para nadie es sorpresa que su instinto maternal no aflore. En una escena, que tiene ecos en el segundo acto, la vemos practicar tiro con metralleta en un embarazo avanzado.

Este primer acto termina cuando todo cambia radicalmente para la pareja, la bebé y Lockjaw. En otro golpe de la French 75, el militar obsesionado captura al fin a su objeto prohibido de deseo (no solo por ser su enemiga, su dominadora, sino también por ser una mujer negra). Perfidia sabe que Lockjaw la encuentra irresistible, usa esa dinámica como un arma para salvarse, ingresando al programa de protección de testigos. Pero algo tenía que darle al sistema, y revela la identidad de muchos de sus compañeros insurgentes. Cuando esto se hace evidente para el grupo, así como para su pareja, se ven obligados a salir despavoridos.

Retoño de insurgentes, Chase Infiniti entrega en Willa un papel poderoso y crucial. El reparto entero se gana los aplausos. | Foto: Warner Bros.

El segundo acto, de tremendo ritmo, se desenvuelve 16 años después y presenta un tejido entre el thriller de acción, búsqueda frenética, comedia revolucionaria y drama de persecución (con memorables secuencias de carretera). Este es dinamizado por Lockjaw y por un grupo de poderosos supremacistas blancos al que el militar quiere ingresar. Algo complica esa aspiración: el contacto que pudo haber tenido con una mujer de color, que lo rendiría impuro. Bob y Willa, quienes viven bajo otras identidades, se vuelven objetivos directos para borrar cualquier rastro.

Conocemos entonces a Willa, una adolescente sesuda, que no propiamente admira a su padre, dedicado a fumar marihuana y ver películas, pero que educó por fuera de la grilla (si bien va al colegio), dándole instrucciones de qué hacer en casos específicos de peligro. Y ese peligro toca la puerta. En este tramo, los personajes de Benicio del Toro (un senséi inesperado e inolvidable) y de Regina Hall (a quien ya habíamos visto como parte del French 75) se hacen esenciales; ella trata de ayudar a Willa a escapar de sus persecutores y el otro le da alas a Bob para poder encontrar a su hija cuando estos dan con ella.

Benicio del Toro interpreta el senséi que todos necesitamos en nuestras resistencias.
Benicio del Toro interpreta el senséi que todos necesitamos en nuestras resistencias. | Foto: Warner Bros.

En este viaje, Bob se choca con el drama de buscar a su hija y con el absurdo de tratar de reconectar con los códigos de la revolución para recibir apoyo. DiCaprio nos lleva con su personaje en una angustia que respira con momentos jocosos, en medio de la situación caótica que narra, muy en línea con los tiempos. Por su parte, Chase Infiniti entrega una Willa que se revela una fuerza impresionante en la pantalla, desde cómo se resiste a la amenaza inevitable. Y en cómo se cierra la trama entre ellos dos, aflora un mensaje sobre la paternidad que nunca sobra. Una montaña rusa que, sin dudas, y como sucede con el cine de PTA, vale la pena repetir.

Autor sin compromisos

Esta obra de alta reverberación llega después de la que fue una carta de amor a su juventud en los setenta californianos, Licorice Pizza (2021), que confundió a sus seguidores por su ligereza. El salto se explica como una ruptura radical, luego de una pieza retadora de época como Phantom Thread (2017). Esta retorcida narración sobre una enfermiza dinámica de pareja fue su última colaboración con el mejor actor de esta generación, Daniel Day Lewis (que, honestamente, no hubiera podido interpretar a Bob).

Nacido en 1970, Paul Thomas Anderson no necesita un Óscar, pero no se puede descartar que lo reciba en 2026 por esta joya.
Nacido en 1970, Paul Thomas Anderson no necesita un Óscar, pero no se puede descartar que lo reciba en 2026 por esta joya. | Foto: AFP

PTA tiene un tono y un ojo, y es supremamente versátil en desplegarlo. Conjura a la vez un cine analizable en la academia o experimentable desde su gozo. Y es cool, no siempre digerible, a veces desgarrador, a veces ligero, a veces cómico, a veces devastador, explorando muchos matices entre esas sensaciones.

En el siglo XX ya había cimentado su nombre entre los enormes, dirigiendo películas como Boogie Nights (1997), una mirada al cine porno en Los Ángeles, y el caleidoscopio humano que fue Magnolia (1999). En el siglo XXI hizo de Adam Sandler un actor aplaudido por Punch Drunk Love (2003) y luego desató su racha maestra. Partió las aguas agitando el séptimo arte con There Will Be Blood (2007), una exploración del espíritu capitalista desde Daniel Plainview (inolvidable rol de Day Lewis), una alimaña que supo aprovechar sus oportunidades para convertirse en un magnate petrolero despiadado. Siguió su racha gloriosa con The Master (2012), reuniendo a Philip Seymour Hoffman, Amy Adams y Joaquin Phoenix, con quien, dos años después, agitó la seriedad con Inherent Vice.

Ahora, en 2025, en la más tarantinesca de sus películas, Anderson enamora por primera vez al público masivo. Afortunadamente, para un maestro y el público que no le ha dado el chance, nunca es tarde.