MÚSICA
Sónar 2018: ¿todo tiempo pasado fue mejor?
No fue memorable, pero la noche entregó dj sets contundentes. Vitalic llenó el gran escenario, Hvob dejó la vara alta y Laurent Garnier remató una noche de bailes y añoranzas.
No es que la Carpa sea un mal escenario, ni que los artistas que nutrieron Sónar Bogotá 2018 hayan estado por debajo del reto. Fue una muy buena noche.
La carpa grande cumplió, a pesar de su curiosa disposición a lo ancho y no a lo largo, y de su sonido por momentos desigual. La mediana, la más cercana a la tecnología desde la pantalla y visual, sonó contundente. Eso sí, apretada -como solo en Colombia sabemos apretarnos- en toques de alta expectativa como Hvob y Hercules and Love Affair. Y la más pequeña, que sufrió mientras hubo lluvia, se justificó una vez dejó de caer el agua. Por suerte dejó de caer el agua.
Cerrero integra trompeta y la llevó a su set en el Sonar Village, un escenario que sin lluvia se activó. Foto: Santiago García
El público y los artistas también cumplieron. Miles bailaron y gozaron. La calidad estuvo. Quizás el set más sostenido por lo alto lo trajeron los austriacos de Hvob, que en su ‘Clubset’ integraron la voz hermosa de esa mujer llamada Anna Müller y un trasfondo genuino y cautivante de beats y atmósferas.
A muchos sorprendió que Hercules and Love Affair trajera su dj set. Muchos estaban al tanto, muchos esperaban otra cosa. Más allá de ese detalle, los dos entregaron un set cargado de grandes beats y voces ausentes de una Nueva York discotequera y atractiva y traída a este milenio. Sonó bastante bien. Si bien alejado del espíritu neo-disco de la banda entera, supo evocarlo en clave de fiesta moderna.
Vitalic entregó el set más concurrido y con mayores clímax para la audiencia. Laurent Garnier entregó un cierre de onda sostenida en el que, con todo y matices y virtudes, caía en lo plano. En las horas tempranas Julio Victoria abrió la carpa grande con su Live y la italiana Giorgia Angiuli dejó su buena marca.
¡Manos al aire! No fue una edición marcada por los grandes actos visuales pero sí por el baile. Foto: Santiago García
Quizás por la expectativa que genera un festival de rica historia en el mundo y en Colombia, es fácil caer en el recuerdo de noches con actos indiscutibles como Chemical Brothers y New Order en Corferias (se extrañó, especialmente por su amplia oferta de baños que evitaban las largas filas), y Sigur Ros. Sin quitar méritos donde se merecen, porque hacer festivales es una apuesta complicada y Páramo armó la mejor noche que pudo, Sonar 2018 no fue memorable. Pero como nadie le quita lo bailado a la gente ni lo tocado a los dj’s se debe anotar que, como fiesta electrónica, fue plenamente disfrutable.
¿Vale la pena un Sónar ajustado a presupuestos más aterrizados? Se empezó en Corferias, se pasó a la Carpa, y ya se mencionó el tema de los actos incontestables de ediciones anteriores. La respuesta es, a todas luces, sí. Ojalá siga existiendo, porque incluso en una noche ajustada, y así haya que dejar ciertas expectativas de lado, ofrece una gran experiencia.