Religión y pensamiento
SEMANA comparte un diálogo entre Pablo d’Ors y una mujer a quien le cambió la vida: “La conciencia trasciende la razón”
En el marco de la Filbo 2024, SEMANA facilitó un encuentro entre el narrador, sacerdote, meditador, predicador del silencio y fenómeno de ventas, y una seguidora que en sus postulados ha encontrado refugio y validación existencial.
En el ámbito de una masiva Feria del Libro 2024, como ya lo hizo entre ilustres ilustradores, SEMANA planteó un diálogo imperdible que reproduce en sus páginas. Esta vez, una conversación entre Pablo d’Ors (Madrid, 1963), el sacerdote, meditador y exitoso ensayista y novelista español, y Guiomar Echeverry (Bogotá, 1948), una mujer jubilada que, en sus medianos setenta, luego de una vida de luchas y agites emocionales, se topó con las charlas de D’Ors por feliz accidente y en sus postulados ha encontrado un refugio invaluable.
En el Hilton de Corferias, antes de ponerlos a dialogar, a manera de saludo, en su voz serena, Pablo compartió que para él es un honor estar en Bogotá, y “una alegría que me hayan traído la palabra y el silencio, que son dos caras de la misma moneda”. Así como la palabra y el silencio se complementan, explicó que su trabajo literario no se puede entender sin su trabajo espiritual. “En mi caso, van de la mano la poética y la mística, la literatura y la espiritualidad”.
Durante la Filbo tuvo encuentros con la gente. El primero, en un colegio rural para niños de 12 años, en una iniciación a la meditación que describió como preciosa. “Me impresionó que 70 niños fueron capaces de estar en quietud uno o dos minutos, muy pautados, siguiendo las consignas que yo les daba”, apuntó. Y añadió que los maestros estaban sorprendidos. Con pautas concretas, dijo, “somos mucho más capaces de la aventura interior de lo que nos imaginamos”. Eso logró también en su otro encuentro clave, una meditación masiva que sirvió como iniciación a la práctica meditativa en los adultos que llenaron la sala José Asunción Silva. Pablo condujo dos pequeños ejercicios de silencio, en lo que sabía sería un bonito desafío y terminó rompiendo moldes en la feria.
Le mencionamos su más reciente trabajo, Los contemplativos, que mucha gente aplaude y en el que una parte de su fanaticada parece no reconocerlo. Pablo aclaró que él es más narrador que ensayista. “Disfruto más de la ficción que del ensayo, pero mis ensayos son los más reconocidos por el público. Sobre todo Biografía del silencio, pero también Biografía de la luz. Muchos lectores no conocen al Pablo d’Ors escritor de ficción, novelista y narrador, y creen que solo está el autor de espiritualidad que plasman estos ensayos. Pero, si lo leen con profundidad, descubrirán que yo soy siempre el mismo. Este libro habla sobre la aventura interior, como todos mis libros, y esa aventura siempre sorprende. Lo que nos encontramos no es lo que esperamos encontrar”.
Un diálogo profundo entre Pablo d’Ors y una seguidora
En este punto, invitamos a Guiomar a la conversación. La bogotana de 75 años saluda a Pablo diciéndole que sus postulados basados en una religión no tan confesional, basada en la vivencia, la han inspirado.
Guiomar Echeverry: Para mí has sido una inspiración muy grande, porque la propuesta tuya es la de una religión que deseaba para mí. no tan confesional, que no depende tanto de las formas y sí de la vivencia profunda... Eso me ha llenado de gratitud...
P.D.: Quiero decir que mi propuesta es profundamente respetuosa con el cristianismo y el catolicismo tradicional, que yo lo incluyo, pero también intento trascenderlo, trato de ir más allá. Porque los que hemos recibido una educación cristiana, que es la inmensa mayoría de este país y del mío, hemos recibido una educación de carácter doctrinal y de carácter moral. Y está bien, pero hay algo más fundamental que lo doctrinal y que lo moral, y es lo espiritual.
Entonces, mi lectura del evangelio es desde esa clave. No me meto con los dogmas ni con la moral, sino que intento alumbrar y poner el foco en Cristo como faro de la humanidad y en el Yo profundo de cada uno de nosotros. Creo que esta relectura no estaba hecha, en nuestros tiempos, y era necesaria. Porque muchas personas se están alejando de la religión, y en ese alejarse están perdiendo una fuente espiritual de primer orden, que puede ser el cristianismo, puede ser la tradición occidental cristiana. Y bueno, en Biografía de la luz, sobre todo, pero también en El olvido de sí, Sendino se muere y en otros de mis títulos intento recuperar esto desde otra vertiente más integradora, menos excluyente, que respeta todas las demás tradiciones. Creo que era necesario.
Mis libros y mis conferencias buscan, no siempre lo consiguen, pero buscan esta visión más sapiencial de la vida, no solamente intelectual.
G.E.: Es muy interesante cómo logras conjugar esas otras creencias, unirlas como una sola...
P.D.: Cómo has apuntado, busco transformar la creencia en experiencia. Busco que no se trate solo de formular postulados o afirmaciones teóricas y sostenerlas, porque así le han dicho que son las cosas; busco que uno lo experimente, que se transforme la creencia en sabiduría.
Yo estoy convencido de que pasamos por tres etapas, estadios, en el mejor de los casos: primero, la inocencia, cuando somos niños; luego, la ignorancia, que tantas veces es fruto de la cultura y de una formación errónea; y, por último, la sabiduría. Mis libros y mis conferencias buscan, no siempre lo consiguen, pero buscan esta visión más sapiencial de la vida, no solamente intelectual.
G.E.: Me asombra tu propuesta desde lo auténtico, desde la autenticidad...
P.D.: Yo suelo diferenciar entre sinceridad y autenticidad. La sinceridad es decir lo que uno piensa y la autenticidad es vivir como uno cree. Realmente, en contra de lo que parece, no es tan fácil ser auténtico, ser uno mismo vivir en coherencia con lo que se piensa y lo que se hace. Hay una gran presión social para ser de una determinada manera. Y cuando uno se sale del molde, pues produce una cierta incomodidad. Tantas personas tienen el molde de lo que tiene que ser un sacerdote. Entonces, como yo no me ajusto a ese molde, pues dicen “este no es un verdadero sacerdote”, porque no encajo en ese modelo.
En contra de lo que parece, no es tan fácil ser auténtico, ser uno mismo vivir en coherencia con lo que se piensa y lo que se hace. Hay una gran presión social para ser de una determinada manera. Y cuando uno se sale del molde, pues produce una cierta incomodidad
Yo creo que la principal palabra que Dios nos da somos nosotros mismos. Se trata de escuchar lo que somos y desplegarlo, y ese es un gran desafío. Hay un gran gregarismo, incluso en la literatura. Porque en la narrativa impera, en general, el realismo sucio; que viene un poco importado de Norteamérica, de autores como Cormac McCarthy y otros; y todo lo que sea salirse de eso parece sorprendente. Mi literatura nunca se ha movido en esa estela. Yo he vivido de leer a los autores centroeuropeos, Kafka, Kundera, entre otros, y mi literatura es como una actualización de ese espíritu centroeuropeo de los años veinte, treinta.
G.E.: ¿Ha sido muy difícil que la Iglesia entienda tus posturas?
P.D.: Hace un par de semanas recibí un reconocimiento eclesial, un premio que se llama Confer, de la Conferencia Episcopal de Religiosos Españoles, a mi trayectoria como escritor, en particular a Biografía de la luz y El olvido de sí, que son mis libros más expresamente cristianos. Hasta ahora, salvo el papa, que había aplaudido alguno de mis libros en alguna ocasión, la Iglesia no había dicho nada. Pero ahora también me reconoce.
G.E.: No siempre fue así, hubo etapas en las que te sentiste excluido...
P.D.: Sí, y hoy todavía hay buena parte de la Iglesia española que no comparte mi visión o mi propuesta. Y yo creo que está muy bien que haya pluralidad. El asunto es cuando nos dedicamos a condenar a los demás porque no son como creemos que tiene que ser. Que cada uno haga su camino y no moleste a los demás. Sí tengo muchos enemigos, esa es la pura verdad.
G.E.: Hablas de la espiritualidad desde el amor, desde el respeto, la convivencia, incluso dentro de familias con grietas duras...
P.D.: La gran propuesta que yo hago, que viene de siempre con el cristianismo y con cualquier tradición religiosa que sea respetable, es la contemplación. Y esta implica ir al fondo de las cosas, no quedarse en la superficie. En el fondo de las cosas todos somos iguales. Jesús de Nazareth miraba igual a una prostituta que a un cobrador de impuestos, que a un centurión roman, que a un pescador. A todos los miraba igual, porque él no se quedaba en si eran hombres o mujeres, judíos o paganos, blancos o negros: él iba al fondo. En el fondo nos encontramos todos. Y la espiritualidad debe servir para ir al fondo de las cuestiones. Ese sí es un territorio donde la tolerancia es un hecho, donde la paz es una consecuencia y donde hay amor.
Y el amor no es otra cosa que la comprensión espiritual, saber que el otro está donde está, aceptar que es así y ayudarle si te pide ayuda. También respetarle si tiene que vivir su proceso y no intervenir si no lo pide. A mí me ha costado mucho llegar a esto, no es una cosa improvisada. Y esto me hace muy comprensivo con la naturaleza humana y conmigo mismo y me hace profundamente feliz.
G.E.: Habiendo superado todas las resistencias hacia las cosas...
P.D.: No sé si todas, pero creo que casi todas. Puedo decir que casi nada me hace perder la paz.
G.E.: Me impactó el énfasis que haces en desarrollar la conciencia y en dedicarle atención a las cosas…
P.D.: La atención es lo mismo que el amor. Esto lo dijo Simone Veil, pensadora francesa de origen judío, que decía que “amamos a lo que estamos atentos”, y si queremos saber qué amamos debemos preguntarnos a qué estamos atentos. El camino espiritual es sobre todo un ejercicio de atención, de estar aquí y ahora, en el presente. Por ejemplo, si estamos en esta conversación, pues estamos aquí, no en lo que hemos hecho o en lo que haremos después. Y eso da mucha calidad de presencia. Y cuando realmente estás de corazón con alguien, pues la persona se siente esponjada, se siente bien, porque le damos lo mejor que tenemos, que es nuestro ser.
Y, en lo que tiene que ver con la conciencia, es el tema de nuestro tiempo. Si hay una palabra que resume hacia dónde nos encaminamos, para mí esa palabra es conciencia. Hoy, el paradigma que reina es la razón, pero el paradigma hacia el que tendemos, es la conciencia. La conciencia incluye la razón pero trasciende. No se agota todo en lo racional.
La conciencia, es el tema de nuestro tiempo. Si hay una palabra que resume hacia dónde nos encaminamos, para mí esa palabra es conciencia. Hoy, el paradigma que reina es la razón, pero el paradigma hacia el que tendemos, es la conciencia. La conciencia incluye la razón pero trasciende. No se agota todo en lo racional
Y por eso aquí entra algo importante de entender, algo que ya se dijo hace décadas, pero que no está asumido: la humanidad está llamada a subir el nivel de conciencia. Igual que un niño no ve el misterio de la vida igual que cuando es joven, o adulto, porque uno va evolucionando, eso que pasa a título personal también pasa a título global. La humanidad cada vez tiene una comprensión de la vida y de sí mismo y del misterio de Dios más grande. Hoy, conocemos el misterio del universo mejor que nuestros abuelos. Y dentro de un tiempo, quienes vienen lo conocerán mejor que nosotros.
G.E.: Ya no tenemos la fe del carbonero...
P.D.: Sí, y dentro de 50 años o un siglo, seguramente nuestra manera de entender el mundo les parecerá muy precaria. ¿Por qué? Porque hay una evolución. El mejor servicio que podemos hacer a la humanidad es subir nosotros el nivel de conciencia. Trabajarnos para realmente hacer esa diferencia. Porque solo cuando uno sube el nivel de conciencia sucede lo que estamos hablando, la paz, la tolerancia, el amor el respeto.
En ese sentido, tengo mucha esperanza para la humanidad. Hay todavía mucha violencia, muchas guerras, pero son menos que hace un siglo. Cada vez se respetan más los derechos de los animales, los derechos de la muerte digna, tantas cosas en las que vamos creciendo, en los servicios sociales. Todo va en progresión y eso nos hace tener confianza. Pero es bueno estimular, y mi trabajo va un poco en esa línea, en dar instrumentos concretos para poder crecer.
G.E.: Entiendo que creciste en un hogar católico, pero no muy creyente. ¿Por qué te interesaste por lo religioso?
P.D.: Yo era un niño muy religioso. Me gustaba mucho ir a la iglesia a rezar. Y luego fui un adolescente muy fascinado por el orientalismo, por la meditación por el Tíbet, por la aventura interior. Y entonces, a los 19 años tuve una experiencia mística. No fue más que un sentimiento de presencia de Dios, que irrumpió…
G.E.: Como escogiéndote...
P.D.: Yo así lo sentí...
G.E.: ¿En ese entorno familiar eras una oveja negra?
P.D.: Nadie creía que yo iba a ser capaz de mantenerme en esta vocación. Pero siempre he tenido mucho amor propio y mucha tenacidad. Y es que la voluntad es fundamental. Desde joven fui muy tenaz y determinado. Y ha sido un camino largo, han sido más de 40 años de camino espiritual. Y en el camino interior también, porque desde los 14 años escribía. En el colegio donde estudiaba, gané un premio de relato.
G.E.: Hay algo en escucharte que me hace sentir que viví la meditación del día...
P.D.: Hay algo misterioso, como una sintonía que se crea entre el autor, escritor, orador y el oyente o el lector. Creo que más allá de las palabras o los contenidos, hay algo energético que se transmite. Por medio de las palabras pero más allá de ellas también. Por ejemplo, y esto es muy raro, pero hay libros que, aunque no los lea (porque ya los he leído, u otra razón), me gusta tenerlos cerca. Tenerles cerca me inspira, aunque no les esté leyendo, solo con la cercanía física. Es misterioso, pero creo que los libros y las personas tenemos nuestra energía. Y si estamos aquí en silencio, aunque no digamos nada, nos estamos influyendo...
En este punto, abrimos la charla a una pregunta más, de una señora mayor. Desde su perspectiva, le pregunta Pablo…
¿Por qué nuestra religión católica está en crisis? Vivo en Estados Unidos, la gente no sale conforme de misa. Y escucho que el papa está haciendo demasiados cambios, dejando que parejas de hombre con hombre se casen. La gente no está de acuerdo. Yo he leído la Biblia, leo muchísimo, leo más de lo que viajo… ¿Por qué este cambio en nuestra Iglesia?
P.D.: Yo tengo que decir que soy un hombre del papa Francisco. Me parece una gran persona. He estado con él personalmente y sé que es un hombre de Dios. Luego, también los hombres de Dios pueden equivocarse, y seguramente no todas las decisiones que está tomando serán correctas, aunque a mí me parece que dada la presión que tiene, de todo tipo, está manteniendo el timón bastante bien. Esa es mi opinión, y cada uno tiene la suya.
Creo que hay cosas en la tradición religiosa espiritual que deben mantenerse, porque son sustanciales, y hay otras que son más anecdóticas y, a lo mejor, no es importante mantenerlas. Se pueden cambiar, son más culturales, no son tan esenciales, no son tan de fondo. Y ya, de ahí, cada uno estará de acuerdo con unas o con otras. Entender a Jesús como mesías o como profeta, hijo de Dios, me parece muy sustancial. En cambio, que los sacerdotes llevemos un distintivo o no lo llevemos, me parece más anecdótico. Hay que distinguir lo decisivo de lo más superficial. Y ahí puede haber diversidad de opiniones, claro. El asunto es que estemos unidos en lo esencial.