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‘El estudio’ de Apple TV+, serie recomendada de la semana: el jefe quiere quedar bien con todos y falla con ganas
La comedia puede ofrecer refugio estos días grises, sobre todo cuando se basa en la pena ajena. La producción de diez episodios enfrenta a un director de estudio a situaciones tragicómicas del universo audiovisual. El reparto es nada menos que increíble.

En un principio tuvimos recelo, pensamos que The Studio/El estudio se podía tratar de una serie demasiado parecida a The Franchise, una valiosa producción de gran reparto que pasó desapercibida (pero aún se puede ver en HBO Max).
Lo cierto es que, más que replicarse, estas series se complementan. Ambas abordan temas y circunstancias tragicómicas de la industria audiovisual, pero lo hacen desde perspectivas distintas. The Franchise narra desde un asistente de dirección, un mando medio, si se quiere, de los más triturados por el sistema (de los que recibe órdenes contradictorias todo el tiempo); El estudio narra desde el director de un estudio, que es jefe, un productor poderoso, pero también es el empleado de alguien.
El canadiense Seth Rogen protagoniza la producción interpretando a Matt Remick, el nuevo director de Continental Studios, un estudio cinematográfico en crisis. Matt adora el cine, eso dice, y ese es su motor y es su condena. Los diez episodios de esta primera temporada (ya se emitió toda, puede maratonearla si así le nace) enmarcan un momento en que el cine lucha por mantenerse “relevante” (con producciones que apuntan al Óscar o taquilleras películas basadas en juguetes o tendencias virales).
En ese escenario hollywoodense, entre la posibilidad mágica y la crisis, entre la idea brillante que nadie quiere hacer en serio y la idea estúpida que siempre funciona, Matt y su equipo de ejecutivos batallan con sus propias inseguridades mientras lidian con un absoluto arsenal de artistas, por un lado, y directivos del otro.
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Lo atractivo del tema, si bien no es nuevo (ya lo hicieron series como Curb Your Enthusiasm o Extras, entre otras), es que estas estrellas juegan con sus propias imágenes en la vida real. Por eso vemos aparecer a directores enormes como Martin Scorsese (salió en Curb, de hecho, le fascina), como Ron Howard, como Sarah Polley; también a actrices como Greta Lee, Olivia Wilde, Zöe Kravitz o Rebecca Hall. La gracia viene de que estos creadores suelen ser narcisistas, o como mínimo, quieren algo del productor y se comportan como alguien que quiere algo de alguien más.

Esas son las estrellas; los dueños y productores opositores son peores; todos despiadados en la lucha constante por hacer la próxima gran producción, o, al menos, de verdad, películas que cuadren la caja. Actores de la talla de Bryan Cranston ofrecen su peso desde este lado del espectro, así como la gigante Catherine O’Hara.


Volviendo a es personaje principal, Rogen lo saca adelante de gran manera. Detrás de su fachada de poder transmite perfectamente el constante pánico en el que vive. Eso le representa esa delgada línea entre ser el hombre a cargo y también el que se sabe superado por la situación.
Así, cada fiesta, visita al set, sesión de casting, reunión de marketing y ceremonia de entrega de premios le representa a él (y a su equipo de apoyo, interpretado genialmente por Ike Barinholtz, Kathryn Hahn y Chase Sui Wonders) una posible catástrofe que podría acabar con sus carreras, o, con algo de suerte, quizá un éxito.