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“Todo es delirante en esta serie”: sobre ‘Cien años de soledad’ de Netflix, una serie que se gana su oportunidad
Un antes y un después, eso marca para la televisión colombiana y para todos los involucrados la misión imposible de llevar a la pantalla la obra maestra de Gabriel García Márquez. SEMANA habló con sus guionistas y el equipo de arte sobre el titánico reto de adaptarla.
Aquí se está transgrediendo la decisión de Gabriel García Márquez, quien en vida se negó a una adaptación cinematográfica de su obra por considerarla imposible de contar en poco más de dos horas (sin sacrificar todo lo que la hace única). Lo saben bien todos los que forman parte de esta producción sin precedentes en la historia de nuestra televisión y nuestra industria audiovisual, que por eso se planteó de casi 16 horas, a lo largo de dos temporadas. Tiempo para desarrollarlo todo hay, y quizá Gabo no aprobaría de todas formas, pero eso jamás se sabrá… ahora importará lo que piense la audiencia.
Tomando en cuenta, además, que cada quien de sus millones de lectores, desde 1967, cuando se publicó la novela por primera vez, tiene su propio Macondo en la cabeza y que es imposible complacer a todo el mundo, quienes aportaron desde el arte y las letras a esta serie de absurdas dimensiones se propusieron ser fieles a lo que Gabo quería y en lo que se inspiró. Si iban a complacer a alguien, iba a ser Gabo. Con ese norte desencadenaron la investigación profunda, con apoyo de arqueología y de antropología y que iluminó muchísimas decisiones. Esta incluyó entrevistas y charlas con amigos, para tratar de seguir su inspiración y cosas que unían a Macondo con Aracataca, con Barranquilla y otros pueblos de la costa. La investigación fue un pilar fundamental.
Por otro lado, también obedecían a las condiciones establecidas por sus herederos Rodrigo y Gonzalo García Barcha (productores ejecutivos) y su esposa Mercedes Barcha. Fue ella, antes de morir, quien dio luz verde a esta serie, con la extensión suficiente para revelar ese universo de descubrimientos, construcciones, magia, plagas, guerra, ocasos y tragedias de los Buendía.
A Natalia Santa, guionista de la serie y directora en su propia ley, le preguntamos sobre la experiencia de sumarse a esta tarea imposible. “Claramente hay mucha expectativa”, asegura en charla con SEMANA, “y el peso enorme es enorme al saber que estamos tocando algo sagrado para los colombianos y para muchas más personas”. A nadie escapa que esta obra maestra de la literatura universal es deslumbrante para un genio como Salman Rushdie, así como para una sensible pop star como Dua Lipa.
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“Con el peso que Macondo, Cien años de soledad y García Márquez tienen en la gente y en la cultura, una y otra vez salía a la luz la decisión de Gabo de no adaptarla. Es importante saber que estamos transgrediendo la decisión del autor”, explica Santa. La transgresión, parece, marca esta ambiciosa serie, como quizá jamás se vuelva a hacer en el país (aunque hay señales de que puede no ser el caso).
Para cuando las invitaron a Santa y a Camila Brugés (quien también habló con SEMANA) a integrar el proyecto desde los guiones, ya llevaba años en desarrollo. En ese punto, la familia García Barcha había dado luz verde y había acordado con Netflix unos términos muy claros sobre cómo querían que se adaptara: se respetó que no sería una película; se exigió que fuera hecha en Colombia, hablada en español y hecha por un equipo colombiano (cosa que se cumplió parcialmente, pero en alto porcentaje).
Santa explica que “había tal cantidad de talento y experiencia, así como la decisión de hacer algo extraordinario y con rigor, que se hizo difícil para mí decir que no. Quería estar ahí, haciendo el mejor trabajo posible de la forma más responsable, con ese equipo maravilloso que ha llevado a buen puerto la serie”. Si bien muchos de los integrantes del equipo no regresarán a la segunda temporada, por las agotadoras condiciones (y el pago desigual con el crew extranjero), muchos de quienes aportaron a la serie sentían lo mismo: querían formar parte de la historia, de la producción que partirá en dos la televisión colombiana.
Le preguntamos a Camila sobre la escritura, y si ya está toda en página o se sigue creando. “Ha sido una serie inusual en cómo hemos trabajado colaborativamente los escritores con los directores y con los productores”, explica Brugés. Para ellas todo arrancó cuando tuvieron acceso a una carpeta de un adelanto increíble de parte del equipo de diseño de producción. “Nos pasaron los planos urbanos de Macondo y cómo avanzaba la construcción, y también unos dibujos al óleo de los sets. Todo es delirante en esta serie”, señala.
En ese orden de ideas, la primera vez que Camila y Natalia fueron a Macondo fue virtualmente, por medio de unos renders que podían navegar como videojuego. Y fue en ese primer tour que entendieron cómo moverse y crear. “Fue raro, pero nos dio la posibilidad de interactuar y tomar decisiones”, cuentan. “Que arte nos dijera: ‘Estamos construyendo la iglesia en tres etapas. Pero cuando llegue la guerra a Macondo no la pueden destruir como en la novela, porque no podemos reconstruirla’”. Les dieron, eso sí, luz verde para tumbar el campanario. En ese sentido, la escritura tomó en cuenta lo ya desarrollado y, en la doble vía, las guionistas hicieron que la producción repensara ciertos temas a los que no darían tanta importancia.
Toda adaptación toma atribuciones, y les preguntamos cuál es la mayor en este proyecto. Santa explica que hay cosas del lenguaje literario que no se pueden trasladar de ninguna forma al lenguaje audiovisual; son únicas e intransferibles. “Hay que entender eso, renunciar al intento de hacer la novela en serie porque no es posible. Hay una traducción, y en esa traducción hay cosas que se van a perder y otras que se ganan”, cuenta.
“Para nosotros se trataba de no hacer la versión pobre de la novela (no en un sentido económico). Queremos que sea un gran proyecto audiovisual que vive y se sostiene de manera independiente a la novela”. Partiendo de una estructura episódica clara, marcando dónde empezar y terminar, definieron lo que querían contar desde la construcción de esos personajes y sus arcos narrativos. “Hay cosas que tienes que reconstruir, o tomar de la novela, donde apenas están enunciadas, y convertirlas en un arco que se sostenga y que sea potente y poderoso audiovisualmente. Ahí hacemos nuestro aporte”, asegura Santa.
Para ambas, esta es una serie que tiene que enganchar. “Desde nuestro oficio, escribir para televisión, apuntamos a que Cien años de soledad no le debiera al libro, que fuera independiente, potente y poderosa, y alimentara estas tramas con una propuesta estética, visual, desde el diseño de producción y los sets, el vestuario, las actuaciones, todo en función de esta gran obra audiovisual”, sentencia Natalia.
SEMANA vio cuatro capítulos de la serie, y puede dar cuenta de su hechura cuidadosa y de sus actuaciones valiosas, así como de un trabajo de arte verdaderamente excepcional. A Camila le preguntamos qué le produjo ver el resultado. “Nos pasó lo mismo que, creo, le va a pasar a la audiencia, ante la dimensión enorme y el valor de producción. Es una serie que nunca antes se ha hecho en Colombia, con un estándar de calidad extraordinario, y ese nivel impresionante me sorprendió”.
En efecto, este gigantesco esfuerzo veía a miles, no cientos, miles de personas, desde el arte y la producción, luchar contra las inestables condiciones climáticas del Tolima, donde o parecía llover a cántaros e inundarlo todo, o tostarlos con sol inclemente. Allá tuvo lugar la mayoría del rodaje de esta primera temporada, en una producción histórica cuyo detrás de cámaras también parece salido de la imaginación impresionante de Gabo, con liderazgos megalómanos incluidos.
*La serie estrena su primera temporada el 11 de diciembre en Netflix.