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‘¡Ugh! Un relato del Pleistoceno’: el nacimiento de las historias tallado en piedra y lápiz en este épico libro ilustrado
En este excepcional trabajo, uno de los libros destacados por la Lista Arcadia 2022, el ilustrador Rafael Yockteng y el escritor Jairo Buitrago ofrecen un viaje de nómadas prehistóricos, lleno de gestas de supervivencia que, como la vida misma, tenían que narrarse.
Si usted le pregunta si sus libros son para niños, Rafael Yockteng le dirá que no necesariamente. Y, más allá de la apariencia y de los géneros en los que se enmarca su obra, tiene razón. En sus trabajos, muchos premiados internacionalmente, muchos creados en dupla con Jairo Buitrago y catalogados en la categoría infantil, el peruano ha ilustrado situaciones que jóvenes, niños y adultos enfrentan hoy y han enfrentado siempre. Por eso, desde un recorrido de creación y una sensibilidad compartida, ilustrador y escritor han dejado huella abordando temas como el duelo, el abandono, la migración forzada, y propagando así un mensaje sobre aceptar lo distinto, descubrir lo que se es y abrazarlo.
El trazo de Yockteng, un hombre nacido en Lima en 1976, que desde niño llama casa a Bogotá, es reconocible. Su calidez humana determina en parte la expresión gráfica con la que interpreta las historias de Buitrago, quien, como el punto de partida en estas colaboraciones, entrega un texto “lo más terminado posible”. Así lo hicieron en libros mundialmente reconocidos como Eloísa y los bichos y Camino a casa, entre otros. Y así pusieron a andar su libro más reciente y ambicioso: ¡Ugh! Un relato del Pleistoceno, que empezó como los demás, pero terminó en una categoría única.
Buitrago planteó un relato sobre una tribu nómada que se desplaza buscando una cueva para el invierno en la Prehistoria. En ese trayecto, que los ve atravesar vastos paisajes, llanuras, montes, ríos, los integrantes de este grupo enfrentan peligros por cuenta de los elementos y las bestias amenazantes que se topan en el camino.
La tribu caza, huye, triunfa, sufre, subsiste hasta dar con la cueva del oso, una bestia que no cederá su espacio voluntariamente. Y, de todo ese épico recorrido en el que la supervivencia se demuestra una gesta asombrosa, una joven mujer es la testigo que tiene el chispazo brillante de narrarlo. Es ella, la hija del clan, quien deja constancia de lo que pasó, quien registra para la posteridad lo que su gente experimentó al consignarlo en las paredes milenarias. Es ella quien crea las historias. “Ella supo cómo acercarse a la piedra, al corazón de la piedra. Hacer marcas indelebles, acariciar su superficie. Ella supo antes que todos que los pigmentos en la roca eran como las huellas que dejan las manadas”, escribe Buitrago sobre el personaje crucial.
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Ella supo cómo acercarse a la piedra, al corazón de la piedra. Hacer marcas indelebles, acariciar su superficie. Ella supo antes que todos que los pigmentos en la roca eran como las huellas que dejan las manadas
El excepcional trabajo fue publicado en abril de este año por Babel Libros y guiado en su largo y minucioso proceso por la editora María Osorio, reconocida internacionalmente por su osadía creativa. Maestra y compañera de aventura para estos dos creadores, Osorio es a la vez la alcahueta y el ojo crítico, esa presencia que los aterriza o les da alas dependiendo de lo que el trabajo pida.
Para los tres, que por años –juntos y separados– han creado obras editoriales que han impactado gente en Colombia, Latinoamérica y países como Canadá, Estados Unidos y Corea, este trabajo marca un punto inédito. En primer lugar, porque el color, constante en sus pasadas colaboraciones, dio pie al blanco y negro, y a una nueva técnica, el lápiz. En segundo lugar, porque es una entrega atípica en la que el texto le cede a la imagen su poderosa responsabilidad narrativa, un hecho que se justifica de sobra desde su virtuosa y dedicada hechura. Y es que al percibir el nivel de detalle se entiende por qué la obra tomó cuatro años en completarse (y, en justo rigor, otro poco más en proyectarse). Durante ese periodo, la historia de la tribu que Buitrago planteó no se modificó, sí la forma de contársela al público.
El libro marca una producción inédita para las colaboraciones entre el ilustrador Rafael Yockteng, el escritor Jairo Buitrago y la editora María Osorio. “No hay nada que se le parezca”, asegura ella.
Según revelaron Osorio y Buitrago en el lanzamiento del libro, la imagen preponderante y la economía de palabras se cimentaron irreversiblemente con la primera ilustración de Yockteng. Esta los dejó boquiabiertos y no pudieron más que animarlo a seguir explorando un camino en el que maravilló con cada nueva entrega. Cuando en honor al rigor intentaron el color por no quedar con la duda de qué hubiera sido, solo ratificaron que el blanco y el negro era la ruta. El libro, visual antes que escrito, deja sus dedicatorias para el centro y sus inspiradas palabras para el final, y sirven como un epílogo de esa historia relatada en ilustraciones.
De tapa a tapa, el libro consta de 29 obras, escenas, episodios, o como se los quiera llamar, que parecen trascender el papel. Yockteng los abordó en un formato más grande que el habitual y en materiales y técnicas que no había utilizado antes: usó lápices Staedtler 8B, otros H y otros 6B, y algo de pintura blanca sobre papel Canson lila 104. Antes de lanzarse completó unos cinco storyboards. Y entonces, a lo largo de mañanas, tardes, noches y madrugadas, definió los aspectos más macros de la imagen para luego dedicarles horas a sus detalles mínimos y texturas, que terminan por hacer una diferencia.
La preparación se manifestó. Los bocetos que concibió originalmente llegaron perfeccionados al libro. Completar cada escena le tomó entre dos y cuatro semanas, dependiendo de una complejidad que fluctuaba entre difícil y casi imposible. Y, como a falta de texto se hacía necesario ilustrar más, se añadieron escenas que robustecieron al relato y respondían a preguntas desprevenidas de quienes observaban el trabajo: “¿De dónde vienen estos bisontes?”. Ah, de una estampida…
Por un tiempo, el ilustrador siguió preguntando a su editora dónde dejar espacio para el texto en sus imágenes, pero Osorio solo lo impulsaba a seguir dibujando. Yockteng siempre apreció el texto original y no le fue tan sencillo dejarlo ir; pero, una vez entendió que no había revés y sus imágenes hablarían por sí solas, se propuso hacer de esta nueva apuesta el triunfo inevitable.
Una vez Yockteng entendió que no había revés y sus imágenes hablarían por sí solas, se propuso hacer de esta nueva apuesta el triunfo inevitable
Esta le exigió, claro está, una dedicación extrema durante decenas de meses, atravesados por los vaivenes emocionales de la creación y por una pandemia que trajo traspiés y golpes fuertes. En primer lugar, una inesperada carencia de papel, que tenía que ser el mismo en todas las obras para evitar sorpresas a la hora de escanear, afectó el ritmo del trabajo y los obligó a detener la marcha. En cuanto a lo humano, mucho más profundo, el covid-19 impactó al ilustrador personalmente arrebatándole a su padre, Víctor. Por eso le dedicó el libro a su memoria, la del líder de su tribu familiar, y al resto de sus integrantes (madre, hermanas, sobrinos), que aún lo acompañan incondicionalmente en el camino. Buitrago, por su lado, dedicó la obra a su sobrina recién nacida. La vida y la muerte, en homenaje.
“Todo es ficción”, dice Yockteng sobre el libro, que entrega una versión amplia, atmosférica y poética de una inclemente época en la historia de la raza; aun así, sus proporciones partieron de inquietudes reales y de investigación. Yockteng, un declarado amante del reino animal, se sumergió en información sobre los mamíferos de la época, que terminan siendo tan protagonistas como la tribu. Y para retratarlos no consideró jamás desechar la verosimilitud.
¡Ugh! Un relato del Pleistoceno es un libro de pasta dura y gran formato que logra los impactos atmosféricos de una película de 70 milímetros. Por esa sensación, quizá, es que Osorio asegura que no hay nada que se le parezca. Este “libro silente” no solo ha recibido comentarios muy positivos de la industria editorial y forma parte de la Lista Arcadia 2022, también fue celebrado con una muestra que hasta hace pocos días tuvo lugar en el Centro Cultural García Márquez, del FCE. En esta, que entre varios detalles desplegó las obras originales y algunas ampliadas, se reveló también el maravilloso proceso creativo y de perfeccionamiento de las imágenes. Así se amplificó la virtud de uno de los mejores trabajos ilustrados de la década, ese que cuenta la historia del nacimiento de la historia.