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Creciendo como la levadura, esta compañía llegó a su primer billón de pesos en ventas
Levapan es una multilatina colombiana que opera en seis países y que, cada vez, apuesta más por la biotecnología. Esta es su historia.
La historia de la taquillera película Encanto, en la que una familia desplazada adquiere dones que les permiten fundar y ayudar al progreso de un pueblo podría asemejarse a la de la familia tulueña Ponce de León, cuyo patriarca, Guillermo, se vio forzado a salir de su pueblo, y la mejor opción que encontró fue cambiar la estación de servicio que tenía en ese momento por una vieja fábrica de levadura en Funza.
En la década de los 50, Guillermo Ponce de León solo sabía que la levadura servía para hacer pan, pero poco a poco fue aprendiendo de ese ingrediente, que es un ser vivo del reino de los hongos. Se trata de un organismo unicelular con propiedades milenarias en la alimentación, pues facilita la digestión de la comida.
Aprendiendo del negocio se asoció con la firma estadounidense Red Star, y juntos comenzaron a invertir para hacer crecer a Levapan, que en ese momento solo se dedicaba a producir levadura fresca. Abrieron plantas en Colombia, Ecuador, Venezuela, República Dominicana, Panamá y Paraguay (aunque esa operación la vendieron recientemente), y atienden a Perú con exportaciones.
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Carlos Armando Mejía, presidente de Levapan, afirma que a pesar de las dificultades, han mantenido la operación en Venezuela, donde tienen una planta hace 40 años. Explica que se deben a sus clientes del vecino país, donde mantienen una posición importante.
Los socios de Red Star se retiraron, dejando a Guillermo al frente de la empresa. Decidió entonces formar alianzas con familias locales en cada país para impulsar su expansión, lo que permitió que Levapan se convirtiera en la empresa líder en participación de mercado de levadura fresca en cada una de esas economías.
Mejía explica que actualmente operan con cuatro marcas: Levapan, en la vertical de panadería, y San Jorge, Gel’hada y Respin, en consumo masivo.
En panadería están concentrados en ofrecer a los panaderos (atienden a unos 40.000 en la región) productos que necesitan para su labor, con excepción de harina y azúcar. Es decir, además de levaduras, les venden esencias, polvos para hornear, azúcar micropulverizada, arequipe, chocolate, guayaba y leche condensada, entre otros insumos de panadería y pastelería.
Aunque atienden a productores industriales, la mayoría de sus clientes son panaderos de barrio.
En consumo masivo producen alimentos en siete categorías: salsas, sazonadoras, conservas, mermeladas, comida para bebés, gelatinas y postres en polvo.
A este negocio llegaron por dos vías: la primera, relacionada con el portafolio de panadería, y en este, los polvos para hornear. Estos son unas premezclas, cuya tecnología les abrió paso al mundo de gelatinas, con su marca Gel’hada, una de las más reconocidas del país y que fue la primera en poner su nombre en una estación de Transmilenio, bautizada Héroes Gel’hada.
La segunda vía al consumo masivo fue la compra, hacia el año 2010, de Panamericana de Alimentos, Panal, que producía las líneas de conservas de San Jorge.
Oferta en nutrición
Además de panadería y consumo masivo, Levapan tiene una tercera vertical, que es un poco menos conocida: la biotecnología. “Ahí tenemos negocios en tres dimensiones. La primera es la nutrición humana, pues somos proveedores de bioingredientes para la industria de alimentos global. Son bioingredientes que salen de fragmentar la levadura y que tienen diferentes usos, como potenciar el sabor. Eso se ve, por ejemplo, en los caldos de gallina. La segunda es la nutrición animal, y para ello tenemos la compañía Nutritec. Lo que hacemos ahí es suplementación animal. Y la tercera, es la nutrición vegetal a partir de la levadura y algunos derivados del proceso de su fermentación. Con ello producimos abonos orgánicos que hoy principalmente vendemos a los arroceros”, explica el presidente de la compañía.
Adicionalmente, tienen una alianza con varios jugadores para fabricar productos para el cuidado de la piel basados en levadura.
Al ver el desarrollo y potencial del negocio, el fundador de Levapan decidió regresar a Tuluá y montar allí una planta mucho más moderna, que se convirtió en el centro de sus operaciones. Esta vino acompañada de un colegio que colinda con la fábrica y que no solo sirve a los hijos de los empleados, sino a la comunidad circundante. El colegio Guillermo Ponce de León tiene 65 años de operaciones, hoy es bilingüe y tiene alumnos de todos los estratos.
El regreso a Tuluá también estuvo motivado por el hecho de que la miel de caña es el alimento que hace crecer la levadura, por eso su producción suele estar cerca de la industria azucarera.
Mejía confiesa que llegaron al billón de pesos en ventas no necesariamente porque lo estuvieran persiguiendo, sino como parte de su proceso de continuar sirviendo a sus clientes. “Nuestra preocupación el año pasado estaba mucho más enfocada en ver cómo les ayudábamos a los panaderos, quienes pasaban por un momento difícil, y para eso creamos la iniciativa del pan con fe, una receta en la que nos unimos con toda la industria para dinamizar el mercado”, comenta.
Así como la familia Madrigal usó sus dones para mantener el Encanto de su pueblo, en Levapan están convencidos de que la forma de impulsar al país es haciendo empresa.