SEGURIDAD
La dura temporada que les espera a los empresarios turísticos del Cabo de la Vela
Una caída considerable en las reservas hoteleras y en la venta de paquetes turísticos con miras a la Semana Santa hacen mella en la precaria economía de la región.
La Guajira, en ocasiones, parece la suma de todos los males. El segundo departamento más pobre del país (después de Chocó), pese a sus inmensas riquezas naturales representadas en carbón, gas, sal y unos majestuosos paisajes, padece en muchas zonas de hambre y de sed, afectando a sus mayores pobladores: los indígenas wayú y a sus niños, que perviven en medio de una corrupción rampante y una compleja inestabilidad política y administrativa.
En medio de la sabana desértica del norte guajiro, en territorio del municipio de Uribia —el más extenso del Caribe colombiano— los habitantes del Cabo de la Vela y uno que otro forastero han logrado lo que francamente es un milagro: convertir a un exótico y hermoso lugar en un destino turístico, donde no hay vías, los servicios públicos son precarios, pues es una proeza que lleguen agua y alimentos.
En contexto: Los temibles Pingüinos, la banda que impone el miedo en La Guajira
Aún así, las azuladas aguas que lamen las playas de arena anaranjada al noroccidente de la península se han vuelto de las más apetecidas en Suramérica y para muchos turistas del interior del país y del extranjero representa toda una aventura llegar a través de las sufridas trochas que llegan desde Riohacha. Una peripecia que, a principios de este año, terminó fatalmente para tres turistas bogotanos que resultaron muertos luego de que intentaran atracarlos de forma violentan en dos episodios aislados.
Si bien las autoridades en un principio actuaron e implementaron estrategias de acompañamiento a los turistas e, incluso, realizaron arrestos entre los lugareños acusándolos de haber cometido los crímenes, todavía no se conoce de un golpe certero a las bandas que históricamente han aprovechado para asaltar a los visitantes por cuenta de la soledad del desierto y de peajes ilegales en los que niños en la miseria son puestos a mendigar monedas, agua o comida.
Más información: Gobernar, un verbo imposible en La Guajira
Todo esto ha redundado para que, fuera de la tragedia humanitaria que aún afecta a la región —y que los gobiernos nacional y departamental han intentado atender—, las pocas fuentes de sustento como el turismo se estén marchitando. Los cálculos de los empresarios del sector señalan que las reservas han caído un 40% para la Semana Santa, lo que los ha obligado a hacer promociones y reducir margines de ganancia para intentar salvar la temporada.
Las otras víctimas
Un operador de turismo local que pidió no revelar su nombre por la implicaciones que podría traerle, manifestó que “el flujo de turistas se ha reducido entre un 40% y un 50%. A principio de año lo alcanzamos a percibir y la gente le tomo mucho miedo a los robos y a los casos de asesinato que se presentaron en ese entonces. Dios quiera que en Semana Santa la gente venga más confiada”.
Pero no solo los dueños de hospedajes son los afectados, toda la estructura económica de los alrededores también se ve seriamente comprometida, lo que incluye a los operadores turísticos, restaurantes, transportadores y los guías. Ello, sin contar con los comercios y los artesanos de Uribia.
Le puede interesar: El pueblo de La Guajira que tuvo que caminar kilómetros para protestar contra su alcalde
La crítica situación se vive también un poco mas arriba, en Punta Gallinas, el extremo norte del país, donde una empresaria hotelera que para la época de Semana Santa se prepara para recibir a decenas de extranjeros que se congregan en esta época para aprovechar el oleaje, propicio para practicar deportes como el kitesurf. “El indicador es negativo para los próximos meses por la cancelación de 30% de las reservas por físico miedo”, manifestó al aceptar dar declaraciones sin dar su nombre.
“Nosotros traemos a los extranjeros y gracias ello generamos divisas al país, al departamento y al municipio donde operemos. Somos generadores de riqueza y nos tienen muy abandonados los entres territoriales y la fuerza pública”, se quejó
Aunque las reservas de los foráneos se realizaron, penden de un hilo, pues los organizadores advirtieron que de presentarse cualquier hecho de orden púbico, procederían a cancelarlas y difícilmente regresarían.
Puede interesarle: El ‘diablo’ de la corrupción no da tregua en La Guajira
Más turistas
No es un turismo especialmente económico para los locales y por ello suelen ser clientes quienes vienen del interior del país o del extranjero. El pésimo estado de las vías y las largas distancias hacen costoso desde el transporte hasta los suministros.
Un vehículo para cinco personas puede costar 400.000 pesos el día. Un plato de comida, con base en pescados y langostas, puede alcanzar los 30.000 pesos. El alojamiento, sin tener ninguna comodidad, puede costar 20.000 pesos al día.
Wilson Rojas Vanegas, gobernador encargado de La Guajira, manifestó el pasado 8 de febrero en una reunión en el Cabo de la Vela ante el recién creado frente de seguridad entre los palabreros wayú y el gremio turístico de la zona, que debe haber unión “para cuidar este paraíso de La Guajira, para convencer de nuevo a Colombia y al mundo de que regresen a este espacio mágico”.
De su interés: Urumita, intranquila por pasquines que acusan a ‘cachonas’
La Guajira está entre los departamentos más visitados por el presidente Iván Duque a lo largo de su mandato. Una de sus promesas, que pasó de agache ante la magnitud de las inundaciones en el departamento en agosto de 2018, fue la de la construcción y rehabilitación de la vía Uribia-Cabo de la Vela-Puerto Bolívar-Puerto Libertador. De darse sería casi que la panacea para muchos de los males del norte del departamento, incluyendo a los piratas que atacan a los turistas en la región.