EMPRESAS
Acoso sexual en la oficina, más común de lo que se cree
Contrario a lo que podría pensarse, estas prácticas provienen más de los compañeros de trabajo que de los jefes. En Colombia, el nivel de denuncia es menor que en otros países de la región, pues las víctimas temen ser señaladas en sus oficinas.
Entre septiembre de 2019 y el mismo mes de 2021, 29 % de los colombianos que están empleados vivieron al menos una experiencia típica de acoso sexual, la cual provino principalmente de sus pares y en segundo lugar de sus superiores jerárquicos. Si bien es un porcentaje significativo, es inferior al de vecinos como Perú y Bolivia.
Estos datos se desprenden del estudio ELSA (Espacios Laborales Sin Acoso) 2021, el cual fue realizado por la organización GenderLab y financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En Colombia participaron 25 organizaciones que emplean a 10.000 personas.
Marlene Molero, cofundadora y CEO de GenderLab, explica que ese 29 % que registra Colombia no indica que esté mejor que Perú y Bolivia por una menor incidencia del acoso sexual, sino que acá las víctimas denuncian menos por vergüenza o porque creen que su queja no tendrá solución.
De hecho, en el país, 8 de cada 10 víctimas prefieren evadir la situación, un dato superior al promedio regional. “Mi hipótesis es que los(as) colombianos(as) que han sufrido acoso sexual en su trabajo no quieren ser vistos como un problema en sus ambientes laborales y, por eso, prefieren callar”, sostiene.
Tendencias
Como el 35 % de los casos de acoso proviene de los compañeros de trabajo y en un segundo lugar de los jefes, el mayor temor no es una posible retaliación del superior, que también se da, sino de no encajar en el ambiente de la oficina o ser estigmatizado.
A eso se suma la normalización que se le ha dado en el país a muchas de las manifestaciones de acoso, las cuales incluyen, entre otras cosas, comentarios sobre la apariencia física, opiniones sexistas y miradas morbosas. “El acoso sexual no implica solo tocamientos no consensuados, son muchas prácticas que a veces son difíciles de identificar, pero que cuando ya se tienen claras se pueden evitar, denunciar y frenar la cultura de la tolerancia”, añade Molero.
Falta ley
En opinión de esta experta, Colombia necesita una ley que ayude a combatir el acoso sexual, tal como existe para el acoso laboral. Actualmente, estas malas prácticas se abordan en instancias internas de las empresas, en comités de convivencia que concilian, pero no sancionan y no hay un tema penal (solo en los casos en los que el acoso es muy grave). Esto es lo que lleva a que el silencio sea mayor.
“Además, en Colombia no hay una política de prevención. Solo 35 % de los trabajadores sabe que existe protección y canales para denunciar el acoso sexual, frente a un promedio regional de 50 % que tiene claridad sobre el tema”, dice Molero y agrega que esa falta de conciencia sobre cómo denunciar evidencia una triste realidad y es que entre más rápido hablan las víctimas, más rápido pueden terminar la situación de acoso.
Si bien las mujeres suelen ser las más afectadas por el acoso sexual, las personas LGBT también lo sufren con frecuencia, en especial por comentarios o bromas sobre su orientación sexual. Si bien esto no es solo un tema de las culturas organizacionales, sino en general de la cultura como país, el reto de las empresas radica en que los afectados sientan confianza para denunciar o manifestar su inconformidad.
“Cuando se entrenan los equipos de recursos humanos para saber cómo responder a estas situaciones, se crean normativas internas y se montan canales de comunicación y suben las denuncias, no porque haya más acoso, sino porque los trabajadores adquieren más conocimiento sobre lo que es y no es acoso”, reitera la experta de GenderLab.
Cómo se identifica
En concepto de Molero, la clave para identificar el acoso sexual radica en acciones no deseadas por parte de quien las recibe, que le generan algo de humillación y malestar. Aclara que por una sola vez que ocurra no implica acoso, solo cuando la conducta se repite. “Una cosa es la tocada de hombro o un abrazo afectuoso y otra un masaje no pedido, que la víctima se agache a recoger algo y el victimario se ponga atrás. El acoso tiene un proceso: normalmente comienza con mucha atención del victimario hacia su víctima y pasa de mandarle chats en horas hábiles a escribirle a cualquier hora y sobre cualquier tema, ya no solo por temas laborales”, aclara.
Esta experta agrega que por lo general las denuncias, cuando se presentan, se hacen de manera tardía y el victimario suele mostrarse sorprendido porque todo a su alrededor le indicaba que lo que estaba haciendo era permitido y, más que evaluar la forma como respondió la víctima, lo que se debe evaluar es la conducta en sí misma.
Igualmente, recomienda que el tema sea transversal en las empresas, tanto de los compañeros que se dan cuenta y no dicen nada, como de los que les aconsejan a las víctimas no hablar y seguir su vida. “Lo correcto sería acompañarlos a denunciar, pues esas son las acciones que cambian la cultura frente al acoso sexual laboral”, puntualiza.