Billonarios
Así vive la mujer más rica del mundo y no es entre glamur y lujos exagerados
Ocupa el puesto 14 en la lista de las personas más adineradas del planeta. No le gustan los reflectores ni dar entrevistas. Toca piano y es una escritora consumada
El hombre más rico del mundo es el francés Bernard Arnault, dueño de LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton y de una fortuna de 211.400 millones de dólares, según el ranking de la revista Forbes. El Top 10 lo completan billonarios estadounidenses y solo hasta el puesto 14 aparece una paisana de Arnault, quien además es la primera mujer del ranking.
Se trata de Francoise Bettencourt Meyers, heredera del emporio L’Oréal, quien además fue la primera mujer en amasar un patrimonio de 100.000 millones de dólares, aunque con los movimientos de la bolsa, al corte del 2 de febrero de 2024, eran 97.800 millones.
Francoise, hoy de 70 años, heredó la fortuna de su madre Liliane Bettencourt, quien murió en 2017 a los 94 años, y, anteriormente, de su abuelo materno Eugène Schueller, químico francés de origen alemán, quien fundó L’Oréal, al crear en 1907 un tinte para el pelo que no era tóxico.
Liliane se casó con el político André Bettencourt y solo tuvieron una hija, Francoise, quien hoy junto con su familia (está casada y tiene dos hijos), poseen alrededor del 33 % de las acciones de L’Oréal.
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Pese a que su fortuna proviene del mundo de la moda, la belleza y el maquillaje, Francoise es una mujer que casi no se arregla y que les huye a las cámaras y a las entrevistas. Estudió Bellas Artes y aprendió a tocar el piano. Así mismo, le encanta la escritura y ya es autora de varios libros.
Desde pequeña se opuso al estereotipo de niña rica y quizás su mayor acto de rebeldía fue haberse casado con un judío, teniendo en cuenta que su abuelo Eugène Schueller donó plata a movimientos pronazis y fue investigado por eso tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Su padre, André Bettencourt, también solía hacer discursos antisemitas.
Tras su matrimonio, Francoise no solo decidió educar a sus dos hijos, Jean-Victor y Nicolas, en la religión judía, sino que dedicó sus libros e investigaciones a las relaciones entre judíos y cristianos.
Mientras sus padres vivían en un palacete en uno de los sectores más exclusivos de París, al que visitaban celebridades y toda clase de poderosos, ella vive en un apartamento de dos plantas, relativamente discreto.
“Sé que soy una privilegiada, pero, como puedes ver, no vivo en una mansión. No somos grandes coleccionistas de cuadros y, como puedes ver, no uso joyas”, contó cuando recibió en su casa a la revista Le M Magazine del diario Le Monde.
Intelectual y el affaire Bettencourt
En lugar de ser una persona de la alta sociedad, Francoise eligió un perfil más intelectual y artístico, pues todos los días toca piano y lee. Sin embargo, su estilo de vida se vio interrumpido en 2007, cuando su padre murió y ella decidió demandar al fotógrafo François-Marie Banier, íntimo amigo de su madre desde hacía 20 años, quien en su concepto se estaba aprovechando de Liliane, para quitarle el dinero.
Banier, 40 años menor que la madre, quien para ese momento tenía 87, recibía suntuosos regalos de ella, valorados en 1.300 millones de euros, entre ellos un Picasso, un Matisse o un Mondrian, y varias pólizas de vida. De hecho, Francoise intervino cuando los empleados de la casa de sus padres le contaron que el fotógrafo estaba buscando que su madre lo adoptara “como el hijo hombre que nunca tuvo”.
El proceso legal fue escandaloso y se conoció como el affaire Bettencourt, en el que no solo se trató el abuso del fotógrafo sobre la madre de Francoise, sino que se descubrieron problemas de fraude fiscal, que acabaron salpicando al presidente Nicolas Sarkozy. Este fue absuelto, pero el proceso llevó a la renuncia de su ministro de Trabajo, Eric Woerth. Tras 10 años de juicio, el fotógrafo fue condenado a devolver 150 millones de euros y a pagar una multa, al tiempo que se estableció que Liliane padecía demencia, quedando bajo la tutela legal de su hija y sus dos nietos.
Francoise ha formado parte de la junta directiva de L’Oréal desde 1997 y es presidenta de la holding familiar y de la fundación filantrópica de su familia, la cual promueve el progreso francés en las ciencias y las artes. Además, L’Oréal y la familia Bettencourt Meyers acordaron donar 226 millones de dólares para la reparación de la Catedral de Notre Dame, después del incendio de abril de 2019.