EMPRESAS
El enigma de las aseguradoras en las finanzas sostenibles: ¿inactivas o precisas en los negocios?
Por: Danilo Gurdos, Fred Seifert y Guilherme Teixeira.

En el campo de las finanzas sostenibles, muchas veces se considera que las aseguradoras están rezagadas en relación con otras instituciones financieras en la gestión de cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza (ASG). De hecho, evaluaciones indican que las entidades de seguros poseen prácticas menos consolidadas que los bancos y las gestoras de fondos. Sin embargo, no es correcto considerar que esta industria con larga trayectoria no posee las mejores capacidades para enfrentar desafíos climáticos y sociales.
Investigaciones recientes apuntan que las compañías aseguradoras están entre las instituciones financieras con menos comités directivos dedicados al clima¹ y con políticas y prácticas poco consistentes². Estos análisis se vuelven especialmente duros cuando los resultados se comparan con los de bancos y gestoras de fondos.
Entre las razones señaladas para este aparente distanciamiento de otros segmentos del sector financiero en esta agenda, está el menor nivel de regulación ASG específica para esta industria; el número limitado de iniciativas de mercado que discuten sus desafíos idiosincráticos –algo abundante para bancos, por ejemplo–; y la resistencia en alterar modelos “tradicionales” de riesgo en un sector sensible al contexto económico complejo de los últimos años.
Por otro lado, las aseguradoras parecen ser menos susceptibles al error conceptual de tratar riesgos ligados a temas ASG, en especial clima, como una categoría de riesgo per se o como riesgos “no financieros”. Por mucho tiempo, esta fue la tónica de las normas, como ejemplifica el nombre de la Directiva de Reporte No Financiero (NFDR, 2014) de la Unión Europea (UE).
Se explica: los asuntos ambientales, sociales y climáticos no poseen mecanismos intrínsecos de transmisión de riesgos para el negocio que difieran de riesgos de otra naturaleza. En realidad, estos asuntos son direccionadores de riesgos que se concretan a través de los mecanismos de riesgos “tradicionales”.
Por ejemplo, el aumento de la siniestralidad por eventos climáticos extremos puede llevar a un riesgo de liquidez para la aseguradora. A su vez, la incapacidad de su cliente en cumplir con normativas ambientales y sociales en su negocio puede elevar su riesgo de default frente al contrato que posee con la compañía aseguradora.
La regulación más reciente ha sido corregida en ese sentido en varias geografías. La propia UE actualizó la NFDR con la llegada de la Directiva de Reporte de Sostenibilidad Corporativa (CSRD, 2022), con requisitos más precisos y detallados para el reporte de cuestiones ASG por parte de las empresas. Además de eliminar el “no financiero” del nombre, también es más específica en la identificación de los mecanismos de concreción de los riesgos.
El marco regulatorio de la región recibió también el refuerzo de la Regulación de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR, 2019), que tiene el objetivo de integrar la sostenibilidad en las decisiones y productos de inversión. Este último punto es una parte del negocio en lo cual están aún escasas regulaciones e iniciativas específicas para seguros han tratado cada vez más: el desarrollo de soluciones en seguros que incorporen aspectos ASG.
En Brasil, la Superintendencia de Seguros Privados, después de haber lanzado una norma en 2022 sobre la gestión y transparencia de riesgos de sostenibilidad, estableció directrices para que los productos de seguros y previsión puedan ser categorizados como “sostenibles” (Resolución 473/2024). Algo similar pasó en México, a través de la Circular Modificatoria 2/24 de la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas, que busca, entre otras cosas, alinear las iniciativas de las aseguradoras con la Taxonomía Sostenible del país.
El enfoque de las normas de estos últimos ejemplos es menos prudencial que aquellas centradas en la incorporación de variables ASG en el proceso de suscripción, pero igualmente importante para la integridad del mercado, al establecer medidas para evitar el greenwashing.
De esta manera, las aseguradoras, sus clientes y otras partes interesadas pueden discutir los beneficios ambientales, sociales y/o climáticos de sus productos y coberturas en “un mismo idioma”.
Asimismo, las innovaciones en productos de seguros que incorporan temas de sostenibilidad no se dan únicamente en relación con los activos o sectores cubiertos, sino también en su forma y estructura, que pueden facilitar la nueva dinámica de una economía en transición. Los seguros paramétricos son un ejemplo: en un escenario en el que los siniestros climáticos deben ser cada vez más intensos y frecuentes, la predefinición de parámetros para activar indemnizaciones, sin necesidad de evaluación física, amplía la eficiencia y da más seguridad operativa.
Considerando todo lo anterior, las aseguradoras, en general, no suelen crear grandes estructuras, políticas y prácticas específicas para la gestión de riesgos y oportunidades ambientales, sociales y climáticas. Por otro lado, ser más low profile en su gobernanza para los temas ASG no les impide estar atentas a tendencias. Es así como acaban por incorporar las cuestiones ASG con el pragmatismo que les es característico, aunque existan barreras.
De hecho, a medida que estos temas continúan convirtiéndose en cuestiones prácticas del negocio –como el aumento del nivel del mar que amplía la exposición de activos costeros a catástrofes–, la experiencia de las aseguradoras para lidiar con estos impactos es, en promedio, superior a la de otros segmentos. Por otro lado, sus modelos no son tan flexibles, dificultando la incorporación de nuevos temas de manera adecuada: se basan en un número limitado de aspectos ASG y, en general, consideran datos históricos, mientras algunas de estas cuestiones –notablemente el clima– no son adecuadamente incorporadas si miramos solo al pasado.
En otras palabras, aunque no cuenten con políticas y prácticas ASG reconocidas como referentes en el mercado, pocas instituciones financieras poseen la capacidad de utilizar y aplicar datos climáticos, entre otros temas ASG, como lo hacen las aseguradoras. Un próximo paso, sin embargo, debe ocurrir.
Tanto para cumplir aspectos regulatorios y alinearse con mejores prácticas de mercado, como para aprovechar oportunidades, se requiere una revisión de modelos y metodologías y la formalización de políticas y prácticas ASG y climáticas dentro de las aseguradoras.
Adicionalmente, por tratarse de una agenda dinámica y riesgos con alto grado de incertidumbre en cuanto a su magnitud y materialización, es necesaria una atención constante que solo puede existir con una gobernanza bien definida.
De cualquier forma, desde ya, queda la recomendación: Incluso si tu aseguradora no dice nada sobre el clima, si esta ha dejado de ofrecer las pólizas tradicionales y no vende sus nuevos productos en la región donde tú vives, quizás sea la hora de considerar un cambio de dirección.
¹- Fathom, IFI Global (2024).
² -ShareAction (2024).