SEMANA: Para empezar, hablemos del CDT Plan 33. ¿En qué consiste, cuáles son sus beneficios y qué pueden lograr las personas que adquieren este producto?
John Linares: Lo primero que hay que dejar claro es que este es un plan con triple impacto. El primer impacto es social: a través de la captación, las personas pueden apoyar a quienes más lo necesitan. Los recursos que generamos no solo buscan ofrecer una buena rentabilidad y tranquilidad a quien invierte, sino que también dejan huella, porque se destinan a fortalecer la colocación de crédito en personas con poco acceso al sistema financiero.
Con estos recursos financiamos a campesinos, microempresarios y personas vulnerables que históricamente no han tenido oportunidades dentro del sistema financiero formal, ayudando a cerrar esas brechas. Es decir, mientras una persona genera rentabilidad con su ahorro, también hace parte de un ecosistema que crea valor social.
El segundo impacto es ambiental. Estamos desarrollando líneas específicas para mitigar impactos ambientales y promover prácticas más sostenibles.
Y el tercer impacto tiene que ver con la liquidez y la confianza. Sabemos que muchas personas no invierten en CDTs de largo plazo por miedo a enfrentar una urgencia. Por eso, en caso de necesitar liquidez, ofrecemos un cupo de financiación de hasta el 70 % del valor del CDT, a una tasa muy económica. Así garantizamos acompañamiento, buena rentabilidad y acceso a liquidez cuando se necesite, fomentando el ahorro y la inversión con propósito.
SEMANA: Bancó Contactar se ha caracterizado por llegar a comunidades tradicionalmente excluidas del sistema financiero. Más allá del CDT Plan 33, ¿cuál es la visión y el propósito que guía este trabajo?
J.L.: Nosotros hemos entendido que somos un banco de nicho. No buscamos competir con grandes entidades bajo modelos tradicionales, sino enfocarnos en las comunidades. Nuestra misión es ir al territorio, entender las necesidades reales de las personas, asesorarlas correctamente y ofrecer productos hechos a la medida, siempre acompañados de capacitación.
Hoy, el 43 % de nuestras oficinas están ubicadas en zonas con conflictos de orden público. No queremos excluirnos de esas realidades, sino ser parte de la solución. Creemos firmemente en la construcción de territorio y en ser actores activos del desarrollo económico local.
Nuestros asesores van a las fincas, a las tiendas, entienden si alguien necesita inventario o capital de trabajo, y construyen relaciones de confianza. Esto permite que muchas personas entren por primera vez a un sistema financiero organizado y, además, ayuda a reducir prácticas como el “gota a gota”.
Aunque se habla de una bancarización del 95 % en el país, esa cifra se mide desde cuentas de ahorro o billeteras digitales. Pero si hablamos de crédito formal, hay más de 30 millones de personas sin acceso. Esa es la verdadera brecha que queremos cerrar. Para el próximo año seguiremos expandiéndonos a nuevas regiones, más allá de Nariño y Pasto, para llegar a más personas que realmente lo necesitan.
SEMANA: En ese trabajo cercano que hacen los asesores, ¿cuáles son los principales temores o preocupaciones que manifiestan las personas frente al sistema financiero y al acceso al crédito?
J.L.: Uno de los principales problemas del sistema financiero tradicional es que ofrece productos de manera muy fría. Nosotros, en cambio, priorizamos la confianza. Por eso invertimos tanto en educación financiera.
Además, nuestros asesores son personas de la misma comunidad. Son vecinos, familiares, personas que conocen la realidad del territorio: las cosechas, los riesgos, la movilidad, los productos que se venden y los que no. Eso los convierte en actores clave para generar cercanía y eliminar barreras de entrada.
También creemos en la educación financiera práctica. Por ejemplo, tenemos cuentas de ahorro para niños, a cero costo, que generan intereses desde un peso, con tasas entre el 8 % y el 9 %. Esto permite que padres e hijos vean en la práctica cómo el dinero puede generar valor.
Contamos con cartillas de educación financiera en español y en lenguas indígenas, que incluso hacen parte de programas educativos formales en las regiones. Todo esto ayuda a que las personas sientan que el sistema financiero no es algo lejano o exclusivo de las ciudades, sino una herramienta cercana para construir sus sueños.
SEMANA: Finalmente, pensando en el CDT Plan 33 y su enfoque de triple impacto, ¿cómo imaginas el país o estas comunidades dentro de 10 años si más personas deciden invertir con propósito?
J.L.: Invertir con propósito es una tendencia que seguirá creciendo. Hoy los jóvenes ya se preocupan por el impacto ambiental de lo que consumen, y lo mismo está empezando a pasar con las decisiones financieras.

Cada vez más personas entienden que pueden ganar rentabilidad y, al mismo tiempo, aportar a la sostenibilidad social y económica del país. Esto ya se ve en instrumentos como los bonos sociales y los bonos etiquetados, pero nosotros queremos ir más allá de las grandes compañías.
Nuestra apuesta es que cualquier persona, desde su ahorro, tenga la oportunidad de ayudar a otros. Esa sensibilidad siempre ha existido, pero ahora estamos creando los mecanismos para que se materialice. Si las personas pueden ganar y, además, generar impacto positivo, esta será una tendencia clave en los próximos años y un motor real de transformación para el país










