ANÁLISIS
“Estados Unidos ya no es la gran potencia de hace algunos años”
David Castrillón, docente experto en Estados Unidos y China, habló con SEMANA sobre las tensiones comerciales entre las dos potencias. Además, le puso la lupa al manejo de la pandemia en el gigante asiático y a las alertas de algunos senadores norteamericanos frente a la pérdida del poder económico y comercial de su país.
Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China están cada vez más lejos de culminar. La semana pasada, la representante comercial de EE. UU. (USTR), Katherine Tai, anunció que el país debería poner como una de sus banderas principales la independencia económica frente al gigante asiático.
Sumado a lo anterior, la jefe de comercio del presidente Joe Biden reconoció que la estrategia de imponer aranceles masivos a Pekín, iniciada por el expresidente Donald Trump, ha tenido poco efecto y no ha incentivado a China a cambiar sus prácticas comerciales, como lo expresó la AFP. Como si fuera poco, Washington lanzó fuertes críticas y acusó al país asiático de subvencionar sus exportaciones y acabar con industrias tanto en Estados Unidos como en Europa.
Por eso, David Castrillón, docente e investigador de Estados Unidos y China en la Universidad Externado de Colombia, conversó con SEMANA sobre el panorama comercial entre Washington y Pekín, los aranceles de la administración Trump, el manejo del comercio chino durante la pandemia y la incertidumbre de los políticos norteamericanos frente al nuevo escenario comercial del gigante asiático.
SEMANA: Teniendo en cuenta lo que dijo la representante comercial de Estados Unidos, ¿por qué el país quiere buscar la independencia económica de China?
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David Castrillón (D.C): Este es un discurso que venía de la administración Trump, el intento de desvincular la economía estadounidense de la China no es nuevo. La razón detrás de esto es porque Estados Unidos se ha dado cuenta de que ya no es la gran potencia que era hace unos años; hoy más que nunca existe una relación de codependencia entre China y Estados Unidos que, desde el punto de vista de seguridad estadounidense, representa una amenaza nacional.
La expectativa de una potencia es que debería poder valerse de sí misma para estar bien, desarrollarse y existir; y lo que se encuentra hoy en día es que esto no es así. Por ejemplo, financieramente, sabemos que China es el primer o segundo comprador de deuda estadounidense; Estados Unidos depende de China para poder financiar su presupuesto y su existencia en ese sentido. También, lo vemos desde el punto de vista comercial y tecnológico, un Estados Unidos que sobre todo importa productos de alto valor agregado de China y exporta commodities a ese país, en una especie de relación de dependencia no muy distinta de la de América Latina y Estados Unidos. Al final, entonces, lo que vemos es un Estados Unidos que se ve pequeño en el mundo, segundo a una China emergente. Debido a ese cambio, intenta responder para cortarle las alas a China.
SEMANA: Estados Unidos dijo que China tiene prácticas comerciales desleales. ¿A qué se refieren con esto?
D.C: Posiblemente a lo que se refieren es al apoyo y dirección que da el Estado para el desarrollo económico del país. La economía China sigue siendo guiada por planes quinquenales con metas económicas y sociales, y sigue siendo un país en el que el Estado tiene un importante rol. Por ejemplo, en sectores como el financiero, las más grandes empresas son estatales. Entonces, Estados Unidos habla de esto porque ve la importante mano del Estado chino detrás de la economía.
Sin embargo, está desconociendo el rol de su propio gobierno en la economía. El gobierno estadounidense cumple un importante papel en el desarrollo de nuevas tecnologías o nuevos sectores, y nada lo demuestra más que recientes proyectos de ley que buscan competir contra China con el apoyo gubernamental.
SEMANA: ¿Qué ha pasado con los aranceles que comenzaron desde la administración Trump?
D.C: La guerra comercial iniciada por la administración Trump ha continuado bajo la administración Biden. No ha visto mayores modificaciones y se mantienen los aranceles inicialmente impuestos por Trump. Lo irónico de esto es que estudios realizados por la Reserva Federal, por instituciones académicas respetadas y por gremios empresariales, demuestran que quien más ha pagado el costo de esta guerra comercial han sido los consumidores y productores estadounidenses. Se esperaba que la guerra comercial llevara a un éxodo de empresas estadounidenses de China a otros países. Pero lo que se ha visto es la reafirmación de las empresas en su deseo de quedarse en China; lo ven como un importante mercado para la producción y venta.
SEMANA: Vimos, por ejemplo, que el senador republicano Marco Rubio ha alertado que China se está convirtiendo en la cabeza de negocios de muchos países en América Latina. ¿Por qué este anuncio? ¿Cómo Estados Unidos se dejó tomar ventaja?
D.C: Es cierto que China ya es el más importante socio comercial para la mayor parte del mundo. En el caso de América Latina, China ya es el segundo socio comercial de la región; es el primer prestamista (en algunos años), el segundo socio comercial y el tercer más grande inversor. Cuando vemos país por país, vemos que China es el mayor socio comercial para grandes potencias regionales como Brasil, Chile, Argentina o Perú.
Esto ya es un hecho desde hace varios años y eso responde a dos cosas. Primero, que Estados Unidos desaprovechó su relación con América Latina. Sean republicanos o sean demócratas el discurso que vemos por parte de presidentes estadounidenses es uno en el que ven a la región como una fuente de problemas, más que una fuente de oportunidades. Por eso, sea Trump o sea Biden, vemos temas como el de migración, el de drogas o el de amenazas socialistas. Esto es muy distinto de China, pues ve a la región como un importante socio estratégico desde la seguridad alimentaria, la seguridad energética, la lucha conjunta contra el cambio climático, entre otros temas.
En segundo lugar, vemos a un Estados Unidos que, con senadores como Marco Rubio, intenta “securitizar” su relación con América Latina, ver la relación de la región con otros como una fuente de inseguridad, y de esa manera perpetúa ese discurso de una fuente de problemas, más que una de oportunidades.
SEMANA: ¿Y este panorama comercial entre los dos países se ha podido acrecentar con las tensiones actuales con Rusia?
D.C: Desde la administración Trump, hemos visto una estrategia estadounidense que identifica a Rusia y a China como Estados que buscan cambiar la estructura del orden internacional y hacerla a su imagen. Entonces, es como si el orden internacional dejara de ser liberal y empezara a tomar la forma de China y de Rusia. Por eso, vemos que Estados Unidos ha advertido de una interferencia extrahemisférica por parte de estos dos países.
SEMANA: Con la pandemia hemos sido testigos de que China bloquea y cierra ciudades tras encontrar algún caso positivo de coronavirus. ¿Cómo es posible que logre posicionarse comercialmente en medio de esos cierres?
D.C: Hay varias razones. Por un lado, estos cierres son muy localizados, usualmente se hacen barrio a barrio. En segundo lugar, la política de “cero-covid” ha sido exitosa al limitar los peores efectos y la gran volatilidad que ha causado la pandemia en otros países. El hecho de que tan pocos chinos se hayan infectado o hayan muerto, y una gran mayoría se haya vacunado, ha sido parte de la misma estrategia económica que permite que el país siga con normalidad. En tercer lugar, China tiene hoy una importante infraestructura tecnológica que permite que la economía siga en marcha a pesar de algunos cierres limitados. El nivel de tecnificación y digitalización es muy alto. Por último, está el hecho de que China es una economía de renta media-alta que puede depender de su propio consumo doméstico para crecer; el hecho de que 1.400 millones de chinos continúen comprando, le da fortaleza a la economía de una forma distinta a lo que puede ocurrir en economías más pequeñas. Vemos, al final, un país que de manera exitosa ha combatido la pandemia y que es de las grandes economías que más creció el año pasado.