Crisis social
¿Y el hambre cero para cuándo? El flagelo no da plazo, pero la inseguridad alimentaria bajó poco y subió en regiones impensables
San Andrés registró un incremento preocupante de la inseguridad alimentaria grave que no es más que física hambre. En el campo, la situación es dramática. La prevalencia de este flagelo aumentó entre beneficiarios de subsidios.

Si el ritmo de reducción de la inseguridad alimentaria en Colombia se mantuviera constante y la prevalencia fuera igual a la que identificó el Dane para 2024, se necesitarían 42 años a fin de que se pudiera hablar de hambre cero.
La inseguridad alimentaria nacional, que se mide a partir de ocho preguntas específicas en la Encuesta de calidad de vida, acecha a los hogares colombianos. Solo bajó 0,6 puntos entre 2023 y 2024, al pasar de 26,1 a 25,5 por ciento, con lo cual, en términos de población neta, hay 14,4 millones de personas con dificultades para acceder a la comida.
De ellas, 2,7 millones padecen física hambre, lo que técnicamente se conoce como inseguridad alimentaria grave. Algo como eso, que, además, desvanece la dignidad humana, ocurre cuando una persona siente un hueco en el estómago que sabe que no hay cómo llenarlo, dijo una mujer consultada por el Dane acerca de la forma en la que percibe lo que es hambre.
El fenómeno de la inseguridad alimentaria es mundial, pero cada nación busca sus caminos para deshacerse del fracaso –para un Estado– que implica tener a buena parte de su población sin el acceso adecuado y suficiente a los alimentos.
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En el entorno global, hay 860 millones de personas sin el acceso frecuente a un mendrugo de pan, lo que es igual a 16 veces el tamaño de la población de Colombia; el pronóstico de producción del trigo, insumo con el que se elabora ese alimento básico, es de 795 millones de toneladas para 2025, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación).
Es decir, habría suficiente para todos y hasta sobraría para alimentar a los animales, que, entre otras cosas, es lo que tiene creciendo las previsiones de uso de cereales, en especial el maíz (para ser utilizado como alimento de pollos y cerdos).
Precisamente, la ONU proyecta como uno de los más importantes Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) la meta de llegar a hambre cero en 2030, lo que sería más factible de conseguir en América Latina y el Caribe, según el representante de ese organismo en Colombia, Agustín Zimmermann.
Colombia, además, incluyó la alimentación como un derecho humano en el Plan Nacional de Desarrollo 2023-2026, y a las entidades públicas de corte social les entregó la misión de incrementar el acceso físico y económico a los alimentos, tanto en calidad como en cantidad.
Es decir, en línea con los ODS, implica que Colombia no solo se propuso acabar o al menos reducir drásticamente el hambre, sino la malnutrición.

En vez de bajar, aumentó
Lejos de esas metas, los hallazgos del Dane muestran que, por el contrario, el problema del hambre se agudizó en las zonas rurales, donde se esperaría que existiera una mayor oportunidad de conseguir con qué engañar los rugidos del estómago.
No obstante, en esas zonas está quedando concentrada la población mayor y vulnerable, en parte por los desplazamientos que promueve el conflicto armado, sin dejar a un lado que la crisis climática también impacta la oportunidad de las cosechas, según lo manifestó la directora del Dane, Piedad Urdinola.
Con subsidio y sin comer
En abril de 2025, el Departamento de Prosperidad Social volvió a hacer sonar el lanzamiento de la estrategia Hambre Cero para llegar directo a la cocina de los hogares vulnerables con comida o con bonos canjeables por alimentos. Se mencionó una inversión de 39.500 millones de pesos, priorizados en 12 departamentos.
En general, se habla de billones cuando se trata de subsidios para materializar los programas sociales del Gobierno.
No obstante, el informe de inseguridad alimentaria del Dane muestra que la prevalencia del hambre aumentó entre las familias con ayudas estatales (no solo las de Hambre Cero), al pasar de 39,1 por ciento a 40,9 por ciento de un año a otro.

En el campo también la situación empeoró. Si en 2023 la inseguridad alimentaria moderada o grave afectaba al 36,8 por ciento de los hogares, ahora se extendió al 41,8 por ciento.
El hambre tiene congruencia con la pobreza monetaria, pero también con otras características de los hogares. Así, cuantas más personas integran una familia, mayor es el riesgo de no poder alimentarlas y de salir de la condición de tenerlas en inseguridad alimentaria, como lo muestra el informe del Dane en 2023. En ese tipo de hogares, la prevalencia del problema era de 35,5 por ciento y prácticamente se quedó ahí en 2024, con 35,2 por ciento.

Drama en las regiones
Si bien el país ha conocido las persistentes dificultades de regiones como Chocó, en donde la situación de inseguridad alimentaria es dramática, pues registró el crecimiento más alto entre los 18 departamentos que aumentaron el indicador (pasó de 18,9 a 36,3 por ciento de un año a otro), llama la atención un caso como el de San Andrés.
La isla en el pasado vivía del turismo y el comercio como actividad económica principal y daba señales de ofrecer prosperidad para sus pobladores. En ese pedazo de Colombia no solo subió la inseguridad alimentaria, ahora es catalogada como grave. Eso significa que la gente está padeciendo hambre aguda. Mientras que en 2023 el indicador era de 2,9 por ciento, en 2024 se subió de manera alarmante a 12,3 por ciento.

Sin casa es más difícil
Las mujeres jefas de hogar están siendo más afectadas por la dificultad de acceder a la comida. También son más proclives a la angustia de tener hambre. Se encontró que las personas que no pueden comer por falta de alimentos también forman parte de esa gruesa masa de población en déficit habitacional.
Entre ellas, si la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave era de 35,2 por ciento en el año anterior a la medición, ahora pasó a 39,5 por ciento.
Los datos son para actuar
La edad y el nivel educativo también tienen que ver con la triste historia de quedarse atrapado en la trampa del hambre o caer en ella. De los hogares afectados por inseguridad alimentaria, el 42,9 por ciento no tenía ningún grado académico en 2023 y la cifra pasó a 47,4 por ciento en 2024.
La radiografía del hambre en Colombia tiene muchas estadísticas que deben motivar acciones contundentes, porque, como lo señaló Zimmermann, no se trata solo de números. “Cada dato puede significar una historia, una familia que necesita ser alimentada, una vida que requiere ser mejorada”. Por ello, es imperativo “contar, pero para actuar”, dijo el vocero de la FAO.
