ANÁLISIS
Crisis de cuidados: el impacto de la pandemia en el trabajo de las mujeres
Más de un millón de mujeres que salieron de la fuerza de trabajo en 2020 frente a 2019 se dedicaron a realizar oficios del hogar sin recibir ningún pago.
Las actividades de cuidado no se han detenido en ningún momento, ni siquiera cuando todo se suspendió por la pandemia, pues son esenciales para la vida. Todos necesitamos comer, una casa aseada y ropa limpia. Los niños, las personas con discapacidad y los adultos mayores requieren atención y apoyo para realizar las actividades cotidianas.
Con el cierre de colegios y guarderías y la suspensión de muchas de estas actividades por el aislamiento obligatorio, se presentó un aumento en las cargas de trabajo doméstico y de cuidado en los hogares. Este incremento fue asumido principalmente por las mujeres.
Muchas de ellas dejaron de trabajar o de buscar trabajo para dedicarse a las labores de cuidado en el hogar de forma no remunerada. Más de un millón de mujeres que salieron de la fuerza de trabajo en 2020 frente a 2019 se dedicaron a realizar oficios del hogar sin recibir ningún pago. En total, el Dane registró 10,6 millones de mujeres “inactivas” el año pasado, de las cuales más de seis millones y medio tuvieron como actividad principal los trabajos del hogar.
Las mujeres jóvenes también han sufrido este impacto. En 2019, el 33% de las mujeres entre 14 y 28 años se dedicaba a realizar oficios del hogar. Este porcentaje aumentó a 40% en 2020. El 51% de las mujeres entre 23 y 28 años en 2020 tuvo como actividad principal los oficios del hogar. Los hombres jóvenes dedicados a esta misma labor pasaron de ser el 4% en 2019 a ser el 7% en 2020.
La crisis económica generada por la covid-19 en Colombia ha impactado más las condiciones laborales de las mujeres que las de los hombres. La caída de la ocupación femenina ha sido mayor que la masculina y la recuperación del empleo de las mujeres ha sido más lenta e inestable. La brecha de género en la tasa de desempleo se ha ampliado, llegando a máximos históricos como el de julio de 2020, cuando alcanzó 10 puntos porcentuales por primera vez desde 2003. El panorama del empleo femenino en Colombia es alarmante y no habrá una recuperación efectiva si no se formulan políticas con enfoque de género.
Sin embargo, esta situación no es nueva. En Colombia, las mujeres siempre han tenido menores tasas de participación y mayores tasas de desempleo. Las brechas de género en el mercado laboral han sido persistentes en el tiempo. La pandemia ha profundizado y ha visibilizado estas desigualdades, pero también ha mostrado lo que por mucho tiempo economistas feministas han indicado como la principal causa de estas diferencias: el trabajo de cuidado no remunerado que recae desproporcionadamente sobre las mujeres genera una fuerte barrera para acceder al mercado laboral.
Además del incremento en las cargas domésticas no remuneradas, la crisis del cuidado tiene otra cara: el impacto en las actividades económicas del cuidado remunerado. Los servicios con los que se proveen cuidados en el mercado —como el servicio doméstico, los jardines infantiles, los servicios de salud y los educativos— se vieron fuertemente golpeados por la crisis, con caídas en la ocupación grandísimas, en especial para las mujeres. Según el informe que realizamos con el Dane, en el segundo trimestre de 2020 (periodo con mayores restricciones de movilidad por la pandemia), en comparación con el mismo periodo de 2019, de los 2,5 millones de empleos de mujeres que se perdieron, cerca de un millón (aprox. 40%) fueron en el sector del cuidado remunerado, que agrupa estas actividades relacionadas con los cuidados.
En este sector trabajan cerca de 30% de las mujeres y 6% de los hombres ocupados. El sector es altamente feminizado: 75% de los trabajadores son mujeres. El servicio doméstico fue una de las actividades más afectadas del sector de cuidado remunerado, con una disminución de 332 mil empleos de mujeres. La mitad de las trabajadoras domésticas que había en el segundo trimestre de 2019 dejó de estar ocupada en el mismo periodo de 2020.
De igual forma, las tres ramas económicas con mayor disminución de la ocupación de las mujeres en 2020 vs. 2019 incluyen actividades de cuidado remunerado, como servicio doméstico, educación y salud. Estas cifras reafirman la grave afectación de los trabajos de cuidado remunerado en todo el año.
Las mujeres son las más perjudicadas por la crisis del cuidado. El aumento en las cargas de cuidado no remunerado y la disminución de la ocupación en el sector económico del cuidado remunerado han recaído casi por completo en las mujeres y han generado, directa o indirectamente, que muchas mujeres en Colombia dejen de trabajar o no puedan conseguir un empleo. Entre las posibles consecuencias de esta crisis están la pérdida de autonomía económica de las mujeres, el aumento de la feminización de la pobreza y el retroceso en los pocos logros alcanzados en términos de equidad de género en más de una década, como lo ha alertado la CEPAL.
En este sentido, para enfrentar los efectos de la pandemia en las mujeres, son necesarias políticas públicas que destinen recursos para reactivar el sector del cuidado remunerado y que permitan que los servicios de cuidado sean accesibles para todos, a través del mercado, las comunidades y el Estado. Un estudio realizado por el Women’s Budget Group del Reino Unido encuentra que invertir en cuidado puede generar “2,7 veces más puestos de trabajo que la misma inversión en construcción: 6,3 veces más para mujeres y un 10% más para hombres”.
Una mirada rápida, con enfoque de género, al CONPES 4023 para la reactivación de la economía, aprobado en febrero, muestra que tres sectores con muy baja proporción de mujeres ocupadas se llevan una gran parte del presupuesto: 75,9% está destinado a transporte (42,4%), minas y energía (26,3%) y construcción (7,2%). En estos tres sectores trabajaban en 2019 el 3% de las mujeres ocupadas. Difícilmente se podrá aumentar de manera efectiva en el corto plazo la participación femenina en estas actividades. En el sector de educación, por el contrario, se invertirá un porcentaje mucho menor: 3,9% de los recursos. Además, en el documento no encontramos líneas de acción específicas para redistribuir el cuidado ni para mejorar la participación laboral de las mujeres.
La política pública debería apuntar a un nuevo compromiso con el cuidado, en el cual se valoren las actividades remuneradas y no remuneradas. El cuidado debe ser visto como una inversión y no como un gasto. Como lo hemos dicho varias veces, promover la reactivación de los servicios de cuidado tendría efectos positivos para las mujeres en dos vías: aumentaría el empleo de las mujeres en estas actividades y permitiría que las mujeres que han dejado de trabajar o de buscar trabajo, por el aumento en las cargas de cuidado, puedan volver a participar en el mercado laboral.
Nota: este artículo fue elaborado con base en documentos y materiales creados por el proyecto Quanta - Cuidado y Género desarrollado por la Universidad Javeriana en asocio con la Universidad de los Andes y el DANE https://cuidadoygenero.org
*Helena María Hernández Bonilla, coordinadora proyecto Quanta - Cuidado y Género y estudiante de maestría en economía, Universidad Javeriana.
Paula Herrera Idárraga, profesora asociada del departamento de economía, Universidad Javeriana.