
Opinión
Caso cerrado o gato encerrado
Cuando el país estaba atento a la lucha contra la narcoguerrilla en el ámbito político, ellos lograron con éxito permear la justicia.
Los colombianos que hemos seguido de cerca el juicio al expresidente Uribe, que afortunadamente ha sido público, estamos convencidos de su inocencia, aunque la Fiscalía siga pidiendo su condena.
Si hay algo claro en Colombia, además del desastroso Gobierno de Petro, es que se necesita una verdadera reforma a la justicia. Los números son contundentes. La impunidad ronda niveles del 95 %. Todos sabemos que un país sin justicia es un país sin futuro.
Desde la creación de la Fiscalía General de la Nación, en la Constitución del 1991, hemos cargado con mala suerte. La mayoría de los fiscales generales han sido funestos: unos aliados del narcotráfico, el delito que más se debe combatir, otros la han utilizado para perseguir enemigos políticos, y muchos más han estado involucrados en hechos de corrupción.
Hubo uno, hoy en boga como nuevo ministro de Justicia, que creó una universidad dentro de la Fiscalía que costó millones y de la cual queda nada. Y eso que aún no se ha profundizado en el caso de los contratos entregados a la señora Tocarruncho.
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Cuando el país estaba atento a la lucha contra la narcoguerrilla en el ámbito político, ellos lograron con éxito infiltrar la justicia. Son muchos los hechos y juicios relevantes donde la impunidad por estos delitos es inmensa. A mí me tocó, en alguna oportunidad, estar frente a un fiscal y a un congresista cercano a esa línea y su camaradería era perturbadora. Así es muy difícil impartir justicia real.
El caso de Uribe es muy revelador. La mayoría de los testimonios, inclusive los de la contraparte, han sido desvirtuados. La defensa del presidente Uribe ha podido desenmascarar a muchos de ellos por las contradicciones, la falta de coherencia, la carencia de fechas y de conocimiento real sobre Uribe, o por los beneficios obtenidos a cambio de sus declaraciones.
Es claro que hay una mano negra detrás de todo esto: el Foro de São Paulo, la izquierda internacional y otros entes de esa índole necesitan sacar a Uribe de la pugna política. Saben que, si él sigue vigente y defendiendo sus ideas, no tienen cómo ganarle. Lo que, al parecer, no han entendido es que, para muchos, Uribe es inocente y todo lo que ha pasado hasta hoy, en ese injusto juicio, solo lo ha fortalecido.
Desde la llegada de Luz Adriana Camargo como fiscal general, el ambiente se ha enrarecido para el juicio contra Uribe. De hecho, pasó de estar a punto de archivarse por falta de pruebas a lo que está sucediendo ahora. El cambio de fiscales y la clara animadversión de la fiscal del caso hacia Uribe resultan evidentes. Muy triste que los colombianos tengamos que ver en vivo la decadencia de la justicia.
Yo todavía tengo esperanza en que la verdad y la justicia prevalezcan. Que los verdaderos manipuladores y compradores de testigos caigan de una vez por todas. Que todas esas visitas a las cárceles y todos los beneficios entregados salgan a la luz y que podamos los colombianos volver a tener fe en la justicia colombiana.
Yo confío en la inocencia del presidente Uribe, como lo hace la mayoría de los colombianos.