
Opinión
El mejor ser humano
Conceptualmente, todo suena fascinante, y aunque no sea lograble, al menos pareciera obligación hacerlo o publicar qué se hace.
Se supone que hay temas que son positivos, pero si no se manejan bien terminan siendo como los excesos y la falta de moderación. Siento que hay una aparente obsesión de muchos por impactar el mundo, por “ayudar” a otros, por ser mejor persona, por lucir bien y por ser auténtico, entre otros.
Conceptualmente, todo suena fascinante, y aunque no sea lograble, al menos pareciera obligación hacerlo o publicar qué se hace. El problema puede ser que cada vez el ser humano se presiona más a sí mismo, se entiende y se conoce menos interiormente y muestra más imágenes falsas de lo maravillosa que puede ser su existencia.
Esos mundos paralelos donde todo es perfecto en otra dimensión parecen existir ya no solo en la ficción de una película de Hollywood o en las redes sociales. Hoy se vive el mundo de una realidad aparente en una proyección con filtros, que puede ser bien distante a la realidad.
Aunque no son solo las redes, también es un proceso lento e incierto de mentiras piadosas en un mundo organizacional lleno de política o en una amalgama de imagen exitosa con perfección falsa en el caso de muchos sufridos emprendedores que viven de promesas incumplidas y cuentas sin pagar a 120 días.
Lo más leído
Me llama la atención entender la doble moral y el dogmatismo. Me cuesta trabajo la omisión, hacerse el idiota sobre cosas que pueden pasar en tu entorno para cómodamente seguir de largo y hacer como si no pasara. Eso a mi juicio es la misma culpabilidad que generar el delito.
He conocido mujeres con discursos activistas de empoderamiento que tratan mal a otras, organizan fundaciones o grupos de apoyo donde pagan mal a sus empleados o ni siquiera les dan las herramientas básicas de seguridad sicológica para progresar.
La nueva obsesión por ser “mejor persona” nos está acabando y volviendo cada vez más arrogantes. Es como si existieran nuevas castas que te dan niveles jerárquicos de buena o mala persona. Donde evidentemente no he escuchado al primero que me diga que es malo, pero a muchos que me señalan quién lo hace mal.
Está bien que tratemos de mejorar por supuesto. Es perfecto querer crecer y evolucionar desde una autoconciencia propia, evaluando lo bueno, lo malo, lo que nos gusta. Pero el hecho de que meditemos un rato al día, vayamos a un curso de amor, leamos un buen libro, no nos hace mejores personas que otros.
Todos tenemos nuestros ángeles y demonios. Todos tenemos alguno que otro raye que normalmente viene de la infancia y lo llevamos al mundo laboral, al mundo que nos da poder y posibilidad de mostrar que tenemos algo más que el resto.
Sería maravilloso jugar a ser mejor persona si me comparo conmigo mismo. Esta búsqueda de ser mejores que los demás y de tener la razón solo nos da un halo extra de moralidad y santidad que creo ningún ser humano tiene del todo. Es imposible.
La doble moral nos va a matar. La intención de ser mejor es muy buena, pero creer que soy mejor que los demás me da un derecho implícito a pasar por encima del resto de humanoides que creo defectuosos y por supuesto no son tan buenos como yo me creo.
Juguemos a ser más honestos. A ser consistentes, a dejar la arrogancia de salvar el mundo, si igual le tiro el carro encima a otros, no pago mis deudas, hablo mal de los demás, critico a otros y los juzgo, discrimino y luego voy de voluntario a un grupo de oración, yoga o protección animal.
Consistencia. Solo eso, un poco más de consistencia. Que la nueva meta sea conocerme más y navegar por mis propios errores, aumentando un poquito la buena onda que requiere un universo pobre de espíritu colectivo. Quiero obsesionarme con ser mejor… Pero mejor comparada con quién, conmigo misma hace unos años. Quiero trabajar por seguir siendo consciente de todas las cosas que hago mal.
“Existe una delgada línea entre la arrogancia y la confianza en uno mismo, y esta última, si es legítima, es un caballo ganador”, Jack Welch.