Claudia Varela, columnista

Opinión

Es el día

Feliz Día de las Madres a todas las valientes que se han metido de corazón en la tarea de serlo.

Claudia Varela
11 de mayo de 2025

Hablé mucho ese día con un par de amigas que no solo son mujeres increíbles sino madres incondicionales. Ratifiqué lo que sé hace muchos años y es que el amor que se siente de manera más incondicional es justo el de una mamá.

Escuchándolas, me inspiré pensando en qué sería de nuestras vidas sin hijos. Seguramente habría más calcio en los huesos, menos cortisol y más horas de sueño. Llegué a la conclusión de que la verdad es que no habría forma alguna de pensar en no haber conocido a mis hijos.

Y es que hoy se celebra una fecha bien comercial que es el Día de las Madres. Pero uno le puede dar el significado que quiera y la importancia que considere prudente. Yo he conocido mujeres increíbles que son madres y no entiendo como multiplican su corazón, su salud y su bolsillo para serlo.

Por supuesto, soy fanática de mi madre, quien con más de 85 años hace sus cuentas sola, organiza su vida y es más vanidosa que yo misma a los 15 años. Linda mi madre y gracias eternas por el hecho de hacerse cargo de sus hijos con amor y paciencia.

Pero hay algo que no agradecemos el Día de la Madre —quizás por qué todos los días se trata de ellos y no de nosotras—. Yo quiero darles las gracias a mis hijos por todo lo que me han enseñado. De cada uno de ellos, admiro sus fortalezas y abrazo sus defectos.

Las diferentes culturas tienen diversas perspectivas sobre la idea de que los hijos pueden ser maestros espirituales para sus padres y la comunidad. En muchas culturas indígenas, por ejemplo, se cree que los niños son seres espirituales que traen sabiduría y enseñanzas a sus familias. Algunas tribus nativas americanas consideran que los niños tienen una conexión especial con el mundo espiritual y pueden ofrecer guía y conocimiento a los adultos

En filosofías como el budismo y el hinduismo, se valora la idea de que cada persona, incluidos los niños, tiene un propósito espiritual. Los chiquitines pueden ser vistos como almas que han venido a aprender y enseñar lecciones importantes a sus padres y a la comunidad que los rodea.

En la espiritualidad contemporánea, es común encontrar la creencia de que los niños vienen al mundo con una misión específica y que pueden ser maestros espirituales para sus padres. Esta perspectiva enfatiza la idea de que los hijos pueden ayudar a los adultos a reconectar con su propia espiritualidad y a aprender lecciones importantes sobre el amor, la tolerancia y la compasión.

Tengo tres hijos y cada uno de ellos ha sido un maestro para mí desde que nació. Me han enseñado la paciencia, el respeto por la diferencia, la persistencia. En ese charla de amigas de aquella tarde se insistió preguntando si había algún hijo favorito. No sé si la respuesta estándar es que no, pero todas dijimos al unísono que hay un corazón completo para cada uno, pero que cada uno necesita cosas diferentes. No hay favorito.

Ya mis hijos no son niños. Y ahora disfruto verlos jugar a ser adultos y trato de acompañarlos en el proceso. Hoy, como madre no me quedan remordimientos por qué seguro he cometido errores infinitos, pero lo importante es que todo lo he hecho desde el mejor escenario, desde el amor, el cariño y la imperfección. Como lo hizo mi madre, como lo hizo seguramente mi abuela.

Hoy, le doy gracias a mis hijos por existir. Por hacer de mi vida un camino más alegre, por multiplicar por tres cada logro y cada desatino, por hacerme llorar de alegría, de rabia, de preocupación, pero por hacerme reír cada día de mi vida. Gracias por formarme como madre y por estar siempre cerca, generando ese grito que todos los seres humanos damos cuando realmente necesitamos ayuda o un abrazo; ¡mamá!.

Gracias por dejarme celebrar hoy este día, porque orgullosamente soy mamá. Feliz Día de las Madres a todas las valientes que se han metido de corazón en la tarea de serlo.

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