OPINIÓN
Las locuras del “mesías”. Esta semana: Las pensiones
Es cierto que nuestro sistema pensional requiere de ajustes urgentes, en especial en Colpensiones que, a pesar de ser público, irónicamente concentra los mayores subsidios estatales en las personas de mayores ingresos.
El pasado domingo el candidato mesiánico del “progresismo” no perdió, pero tampoco ganó. Según sus propias palabras, esperaba alcanzar no menos de 25 Senadores y cuando menos 40 Representantes a la Cámara. En esas cuentas alegres, en la votación legislativa sumarían 5 millones y en la consulta “interpartidista” el candidato único esperaba 7 millones de votos.
Pues el resultado electoral del señor del caos y la anarquía replicó la primera vuelta presidencial de hace 4 años y para el Senado ni siquiera alcanzaron la mitad de la votación que arrogantemente auguraban. Los vaticinios apocalípticos de tomarse el poder, desde el Congreso, no se cumplieron. Esa votación mágica hacía parte de la retórica fantasiosa de un candidato que todas las semanas nos sorprende con un nuevo disparate.
La semana pasada, justo antes de las elecciones, prometió un tren eléctrico elevado, de costa a costa, que solo cabe en su cabeza. A pesar de que la propuesta alegró el debate con divertidos memes, es preocupante que exista gente que piense y confíe en que su profeta podrá lograr algo que solo es posible en el imaginario mundo de Narnia. Suponiendo que los recursos financieros y técnicos estuvieran disponibles, una obra de esa envergadura demoraría no menos de 30 años en ejecutarse y un mandato presidencial – que respete la democracia – solo dura 4 años.
Pues bien, esta semana el candidato propone acabar con los fondos privados de pensiones, apropiar el ahorro de los trabajadores y destinar esos recursos presuntamente a invertir en los “más pobres”. Palabras más, palabras menos, su particular modelo pensional implica expropiar el ahorro de los particulares, dejarnos sin pensión y dedicar esos recursos al gasto populista puro y duro. Eso, aunque suene increíble, fue lo que propuso.
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Convenientemente el mesías evita mencionar que el 85% de los afiliados de los fondos privados devenga menos de 4 salarios mínimos. También omite que los trabajadores que perciben un salario mínimo tienen una garantía pensional que les permite pensionarse con 1150 semanas (3 años menos que en Colpensiones) y porcentualmente son afiliados mejor pensionados del país, pues reciben, a título de pensión, el 100% del ingreso con el que cotizaron (1 salario mínimo).
En otras palabras, lo que propone el candidato del “amor” es literalmente robar a los pobres, para presuntamente repartir el botín entre esos mismos pobres. Su retórica la sustenta en una presunta lucha de clases entre los más ricos representados en las entidades financieras y los pobres que, en su dialéctica marciana, es el resto del “pueblo” colombiano.
La propuesta, además de absurda, implicaría suplantar al Congreso, donde evidentemente no tendrá mayorías. Ese despropósito solo sería posible reemplazando la Constitución Política y, de paso, a las altas Cortes quienes indefectiblemente tendrían que rechazar un cambio de esas magnitudes, porque es abiertamente confiscatorio y porque existe un respaldo estatal a nuestro sistema pensional. Puede que el “mesías” tenga una agenda oculta o simplemente está delirando; así de sencillo.
Es cierto que nuestro sistema pensional requiere de ajustes urgentes, en especial en Colpensiones que, a pesar de ser público, irónicamente concentra los mayores subsidios estatales en las personas de mayores ingresos. De otro lado, es imperativo pensar en una renta básica universal que deje de lado el salario mínimo como barrera de acceso al ingreso en la vejez y sincere las finanzas públicas. Seguimos teniendo importantes brechas de género y de cobertura; ingresar al sistema actual es engorroso y poco atractivo. En la práctica nuestro sistema pensional es un promotor de informalidad por su alto costo.
Sin embargo, esos problemas no se solucionan acabando con el ahorro serio y juicioso de los colombianos, sino con una reforma que revise las bases y los parámetros de edad y cotización; compatibilice los sistemas actuales y nos genere tranquilidad a todos. Puede que al final no recibamos mucho, pero que lo que nos paguen en la vejez llegue cumplidamente. Dirían nuestros abuelos sabiamente: es mejor seguro y bendito, aunque sea poquito.
No dejemos que el síndrome de Adán que padece el candidato “iluminado” nos embarque en aventuras que solo generarán más inequidad y pobreza. La próxima semana esperen más propuestas locas, de eso no queda la menor duda. Esa es su lógica y su dinámica electoral: prometer lo que nunca se podrá cumplir.