GUILLERMO VALENCIA

OPINIÓN

Necesitamos más jóvenes en el campo

El pasado 22 de junio se celebró el día del zootecnista. En un país con tanta tierra disponible para el desarrollo rural, los jóvenes colombianos no ven al campo como una alternativa viable. Ahora, las mejores oportunidades se perciben en las ciudades y las tareas agrícolas están quedando rezagadas con bajos niveles de tecnificación. Por ello, pensar en mejorar las condiciones del sector es indispensable.

5 de julio de 2021

Las oportunidades de crecimiento a nivel empresarial y laboral en áreas rurales siguen siendo limitadas. Por ello, año a año son más los jóvenes que se suman a la ola de migración hacia las grandes urbes para encontrar mejores oportunidades en materia de salud, educación, empleo e, incluso, de servicios. Para nadie es un secreto la amplia brecha que se ha formado entre los jóvenes rurales y urbanos.

De hecho, cada vez es más frecuente encontrarse con jóvenes originarios de diversos centros rurales, buscando mayores oportunidades en diversas ciudades del país, pero extrañando siempre sus raíces, la tranquilidad entrañable del campo y su círculo familiar. Un comentario que ha dejado de ser aislado para convertirse en una preocupante constante, sobre la cual se tiene pocas iniciativas.

Según el Censo Nacional Agropecuario, menos del 25% de productores agrícolas son menores de 35 años. Por lo que es una actividad concentrada en el segmento más longevo de la población. Por supuesto, por herencia, cultura y tradición, estas actividades se aprenden principalmente por herencia de conocimiento, y la especialización en el área viene siendo muy baja pues, actualmente, son pocas las personas que deciden especializarse en tareas relacionadas al campo, la tierra y el mejor aprovechamiento de los animales domésticos y silvestres, bajo siempre un manejo correcto del bienestar animal.

Por ejemplo, según MSD Animal Health, sólo una de cada 1.000 personas se desempeña como zootecnista en el país, con una cifra cercana a los 11.000 activos. Con cifras del Consejo Profesional de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de Colombia (Comvezcol), se estima que a abril de 2021 son más de 43.000 profesionales que se desempeñan en este campo, entre zootecnistas médicos veterinarios y médicos veterinarios zootecnistas; si bien no es una cifra despreciable, sí es un dato que debería ser de mayor calibre, considerando que Colombia es uno de los países catalogados como despensa mundial de alimentos por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Por supuesto, la escasez en personal calificado contribuye a una falta de innovación y desarrollo en el campo. Y ante una demanda de alimentos seguros y nutritivos, esta debería ser una oportunidad perfecta para aprovechar el potencial que tienen diversas zonas rurales para promover más proyectos de emprendimiento y crecimiento sectorial. Esta profesión es clave en el país para afrontar los retos del sector agropecuario en materia de: sanidad, trazabilidad de los productos pecuarios y la exportación de estos mismos (con total garantía de certificaciones de calidad), posicionando el mercado colombiano como uno de los más competitivos.

Como se estipula en muchos sectores de la economía, una sinergia entre el sector privado, el Gobierno y la academia debe ser la clave para promover un desarrollo rural sostenible. Es más que claro que profesionales como los zootecnistas, médicos veterinarios y otros profesionales del sector agropecuario, se vuelve cruciales a la hora de evaluar alternativas para estimular las actividades agropecuarias, que pueden potenciarse si se incentivan iniciativas de proyectos de

emprendimiento, que promuevan mejores prácticas pecuarias, rentabilidad del negocio y agregar valor a los commodities.

No podemos pasar por alto que en el año 2020 el sector agropecuario registró el mayor crecimiento económico con variación del PIB de 2,8%. Con una dinámica así, y un terreno tan extenso que queda por explorar, aún hay campo suficiente para que ejerzan más profesionales dedicados a este sector. Hoy día, según cifras obtenidas por MSD Salud Animal, el consumo per cápita de carne es liderado por el pollo (35,5%), siguiéndole la carne de res (18,1%), el cerdo (11,2%) y finalmente el pescado, con cerca del 7%. Y si lo analizamos por el lado de las exportaciones, el sector agropecuario también saca la cara y mantiene un dinamismo sumamente positivo en la balanza comercial; obvio, y de nuevo, debe seguir incentivándose la producción responsable manteniendo el bienestar animal.

Por otro lado, el cambio de cultura educativa y laboral que se evidencia en el segmento más joven de la población rural es evidente. A nivel general, la cultura de ganar más con menos esfuerzo es una desafortunada preferencia entre los jóvenes de ahora. Las nuevas generaciones ahora valoran mucho más los mejores sueldos, mejores condiciones económicas y mayores beneficios laborales. Han aprendido no acertadamente que las ventajas que todos estos criterios conllevan en una buena calidad de vida. Así, el consumismo y la comodidad que brinda la ciudad es cada vez más atractiva.

Sin embargo, el amor por el agro es algo que viene arraigado y que ninguna ciudad puede igualar. Una forma de llamar la atención de los jóvenes es, dentro de las más importantes, tener mejores condiciones laborales en el sector, y fomentar una educación en donde aprendan técnicas más modernas para aplicar en las tareas del campo y se dejen seducir por los frutos del arduo trabajo que las tareas rurales demandan.

Encontrar en la ruralidad un proyecto de vida es una de las opciones más añoradas por los jóvenes que nacen y crecen en el campo. Pero la realidad que afrontan día a día es una gran desmotivación para encontrar allí un futuro prometedor para sí mismos, y para buscar una mejoría en su calidad de vida que, en muchas ocasiones, viene acompañada de una falta en varios servicios públicos esenciales, y desafortunadamente, condiciones de seguridad aún preocupantes y miedosas en un país principalmente rural, que ha sido desatendido por el Estado durante muchos años.

Nuestro agro está envejeciendo. Y la necesidad de innovar en el sector es evidente. La falta de mano de obra calificada tiene una repercusión muy grande que se extiende a la calidad de vida de las personas dedicadas a las labores del campo. Ante la recurrente migración de estos jóvenes a las ciudades es necesario dotar a nuestro sector agropecuario de nuevas ideas y proyectos, mejores talentos y más oportunidades para promover una calidad de vida en su población.

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